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AMBIENTACIÓN.
La guerra ha transformado a Norteamérica en el país de Panem, dividido en doce distritos controlados por el tiránico Capitolio. Los Juegos del Hambre obligan a dos jóvenes de cada distrito a luchar por su vida en un espectáculo televisado con único vencedor.

Tras los suicidios de algunos tributos en las últimas ediciones de juegos, los distritos se han comenzado a organizar para una rebelión contra el capitolio. Los cabecillas de la revolución reparten el boletín rebelde, un folleto anónimo que apuesta por la revolución, y en el distrito 13 las fuerzas del ejército se preparan para una guerra inminente. Sin embargo, en el Capitolio, donde todavía persiste la emoción de los recién terminados 79 Juegos del Hambre, extreman las medidas de seguridad y jugarán todas sus cartas para que los rebeldes no se salgan con la suya.
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Mensaje por Samuel T. Strange Jue 22 Sep 2011, 03:01

Bueno, como me aburro, voy a hacer tiempo hasta las cinco colocando las notas de faisbú que colgué en la red social que cuentan un poco la mitología de un foro que estaba pensando con un@s amig@s, pero que jamás se llegó a crear...

Creación del Universo

Hace eones, dice la leyenda, que una serpiente bicéfala, la cual tenía un cuerpo metálico, repleto de pequeñas esferas, sólo rellenas con una energía blanquiazul que iluminaba todo el infinito universo, entró en conflicto con ella misma. Lucharon durante años, hasta que sus disputas hicieron que su cuerpo se anudara. Asqueadas del tacto de su gemela, estiraron hasta que su cuerpo se partió, y las esferas se liberaron por la nada, liberando esa energía que guardaban. Y de esa energía se crearon las constelaciones y las esferas liberadas crearon los planetas, los astros y los satélites.

Rag, el Dios de la humanidad

Cuentan que en un pequeño astro oculto en la inmensidad infinita del Universo apareció una montaña de barro y que de esa montaña, durante una fuerte tormenta que caía del oscuro y tenebroso cielo aún virgen, comenzaron a surgir dos enormes brazos y que estos brazos arrancaron el barro que rodeaba el resto del cuerpo. De esa montaña de barro surgió Rag, el dios de la humanidad, creador de los hombres y las mujeres. Rag, solo en un mundo aún desierto, decidió moldear el barro que un día le creó a él, y le dio la forma de una hermosa mujer.

La deidad de la tierra, Rag y Jáhb

La mujer que nació de la montaña de barro de Rag era hermosa: su melena era de oro y su cuerpo de plata, y en sus brazos portaba dos enormes varas, una de bronce y otra de hierro. Cuentan que entonces, mirando el debastado mundo en el que había nacido, donde nada crecía ni nada vivía, golpeó ambos cetros entre sí y de la onda que creó empezó a surgir vida. Los mares se llenaron de un agua cristalina que surgió de las grietas de los secos cráteres, la tierra se quebró para dejar crecer inmensos árboles de diez metros, repletos de frutas jugosas y siempre dulces, el desierto se convirtió en praderas, el cielo se clareó y el sol iluminó todo el basto territorio que la deidad había hecho nacer con la fuerza de sus dos báculos. Explican que, después de su obra, lanzó sus cayados al suelo, el de hierro se fundió bajo la calor del sol, y de ese líquido se creó la fuerza de la gravedad, y el otro báculo, el de bronce, permaneció intacto, y con el paso de los días empezó a crecer, hasta que formó una pequeña casa de bronce donde la deidad permaneció viviendo durante años. Cuentan que ella es la protectora de la Tierra, de los bosques y ríos, de los cielos y montañas, de los animales y las plantas, y que permanece impasible, oculta en su casa de bronce, ahora hundida en la Tierra que una vez la creó, defendiendo a sus habitantes, a sus animales, a sus plantas, de los daños externos. Y dicen que, cuando los humanos nacieron de la mano de Rag, el creador supremo de la humanidad, ambos se casaron, para que los humanos y la Tierra estuvieran en constante armonía. Y de la unión de Rag y la deidad de la Tierra surgió un hijo al que llamaron Jáhb, el creador y gobernante de la magia, y que cuando la magia decide unirse al cuerpo de un humano es gracias a la fuerza de Rag, de su esposa, y de su hijo Jáhb.

Raýn y el amor prohibido

Dicen que Jáhb se enamoró de un humano, Raýn, el cual era la creación predilecta de su padre, Rag. Cuentan que Rag, al enterarse del amor entre Jáhb y Raýn, intentó destruir a Raýn, pero su hijo, temeroso de que ésto pasara, le dio a su amado el don del rayo, y le dijo que con este don podía mantener a raya a su padre, y a todas sus creaciones. Y fue entonces cuando, para protegerlo de la ira de su padre, Jáhb le pidió a su madre que le donase el poder de los cielos, a cambio de entregarle a la Tierra que ella había creado el don de poder crecer sin necesidad de la fuerza de ella misma. Accedió, en secreto a su esposo, y ambos engañaron a Rag, haciendo creer que Raýn había muerto por su nuevo poder, y que había sido entregado a la tierra para que su cuerpo no volviese a nacer nunca más. Raýn ascendió a los cielos, y desde entonces, cada vez que un relámpago ilumina el cielo, Raýn le manda un mensaje a su amado, un mensaje de amor, y cuando un trueno rompe la paz en los corazones de los humanos, le manda una amenaza a Rag por haber desterrado a su hijo por amar a quien no debe.

La muerte de Yamhin

Después de que Rag desterrase a su hijo de su lado, su esposa, la deidad de la Tierra, quedó embarazada de una niña, Yamhin. La niña nació en nueve meses, y gracias a este nacimiento un embarazo dura tres trimestres. La niña poseía el cabello de oro de su madre, pero ningún don en particular. Dicen que su belleza era tan enorme, que su propia madre se enamoró de ella, y se acostaron en contadas ocasiones. Cuando Rag se enteró del engaño, mató a Yamhin en la orilla de un río, y la deidad de la Tierra quedó tan apenada, que entregó a todos sus animales un trozo de la inmensa inteligencia que su hija poseía, para así poder acordarse, cada vez que miraba a los ojos de sus animales, de su fallecida hija. Desde ese momento los animales dejaron de ser bestias sin razón y empezaron a desempeñar un papel clave en la Tierra, haciendo de su existencia algo más que un mero bulto, convirtiéndose en criaturas que sabían amar, sabían cazar, y podían sobrevivir sin la ayuda de su madre.

Más tarde, la deidad de la Tierra fue al lado de su marido y, arrodillándose y llorando, le rogó que le diese a las mujeres del mundo la belleza de su hija. Él se negó a dar esa belleza a todas sus creaciones, y enfadada por su negación, la deidad de la Tierra hizo que todas las creaciones masculinas de su esposo sintieran una atracción enfermiza por las féminas, y de esta decisión nacieron las erecciones y el dominio femenino que más tarde sería equilibrado por la fuerza masculina. Desde entonces, a Yamhin se la considera la diosa del amor, de la sexualidad, la fertilidad y la belleza.

La muerte de Rag

Rag y la Deidad de la Tierra volvieron a estar solos. Pero eso pronto terminaría, pues Rag empezó a crear a más humanos que los necesitaran. Criaturas endebles, no muy inteligentes, y con falta total de la razón. Eran auténticas bestias, pero Rag amaba ver cómo se destruían entre sí. Su esposa, asqueada de él, maquinó un plan. Viajó a los montes, donde un lobo blanco apareció y la fecundó, dando a luz a los nueve meses a Lof, señor de las bestias y padre de la guerra. Lof era un niño de ojos dorados y piel de plata, como su madre, pero poseía un hocico lobuno y una larga cola que nacía de su rabadilla. Lof fue un niño escondido. Su madre lo dio a su padre biológico para protegerlo de Rag, pues sabía que si lo encontraba lo destruiría. Lof creció, y con el tiempo demostró fuerza, inteligencia, y una habilidad aún envidiable con las armas. Fue entonces cuando Lof empezó a crear un ejército: el ejército de los lobos, y este ejército avanzó entre estepas hasta llegar al hogar de su madre y de Rag. Una vez ahí, los lobos atacaron a Rag, y éste pidió ayuda a sus humanos, pero ellos, ignorantes y sin inteligencia, se limitaron a reírse de su sufrimiento. Rag murió, y su esposa se arrancó un par de mechones de su cabello de oro, y lo machacó hasta volverlo polvo. De ese polvo surgió una nube de oro que rodeó todo el mundo y desde ese día los humanos fueron inteligentes, empezaron a adquirir razón, habilidades, habla, manejo de instrumentos, y fue así como empezó la era de los humanos. Desde entonces la deidad de la Tierra es, además de la protectora del mundo y de sus habitantes, la matriarca de la inteligencia y el aprendizaje.

El cielo y el infierno

Dicen que Lof, rey de las bestias y señor de la guerra, una vez asesinado a Rag, creador supremo de los humanos, ansió más poder. Dicen que gracias a su sangre materna, les entregó a sus seguidores el don de andar sobre dos patas, de portar armas, de poseer pulgares, y fue así como se creó el ejército de Lof. Un ejército imparable de licántropos que arrasaron y diezmaron las fuerzas humanas. La deidad de la Tierra, viendo éso, le rogó que se detuviera, y él la ignoró, despertando así su ira. Dicen que después de éso, viajó al monte más alto que existía, miró a los cielos y obligó a Raýn, aquel al que un día le dió el poder de los cielos, que la ayudase ahora. Raýn no bajó, pero mandó a una chica pelirroja, Máu. Máu le contó a la deidad que había una manera de detener a Lof, y que ella sabía cómo.

Desapareció durante meses, y cuando volvió, lo hizo junto a Jáhb, su primogénito. La deidad le preguntó qué hacía él aquí, cómo podía ayudarles, y Jáhb le dijo que durante su exilio, había aprendido a estar en armonía con la tierra, y que ésta le había entregado unas esferas, unas esferas que poseían un elemento, una fuerza natural y mágica. Máu recibió la del fuego, siendo así la deidad de la pasión y el elemento fuego; Jáhb se quedó con el elemento agua, siendo así la deidad de dicho elemento además del señor de la magia absoluta y la deidad se quedó con la esfera del vacío, el elemento más peligroso y a su vez poderoso, convirtiéndose, ahora sí, en madre suprema de la Tierra, portadora del vacío. Las otras esferas de elemento fueron repartidas a un campesino que enamoró a la deidad cuando prefería ver comer a sus hijos que a él mismo, convirtiéndose en el dios de la tierra y la bondad; la del viento fue entregada a una creación de la Deidad, un colibrí, para que ese pájaro surcase todo el mundo batiendo sus poderosas alas, alzándose como dios de los vientos (Normalmente se le atribuye el don del viento a la Deidad de la Tierra).

Dicen que entonces, Lof, deleitándose con sus victorias, fue destronado tras una ardua batalla entre los elementos y su ejército licántropo. Cuentan que los cadáveres de esa guerra sirvieron de alimento a las bestias, haciendo que el alma de esos guerreros entrase en contacto con las bestias del mundo entero, haciéndolas así temerosas a la rebelión. Dicen que la deidad de la Tierra, portadora del vacío, mandó a Lof y a sus seguidores no asesinados a un abismo oscuro, siempre húmedo y apestoso, y le encomendó una horrible misión a Lof, sus palabras, dicen que fueron las siguientes "Tu amor a la muerte te ha traicionado, y ahora la muerte pide su parte. A partir de ahora viajarás a dos patas, comido por las sombras y portando un bastón de madera calcinada, para encontrar a los moribundos y decidir si mandarlos al abismo oscuro donde resides o a mi hogar. Tuya será la decisión, y tuya la responsabilidad si la decisión es errónea". Fue así como Lof se convirtió en Señor de la muerte y los infiernos, y como el mundo se dividió entre el infierno, ese vacío oscuro donde vivían los licántropos, y la casa de la deidad: el cielo, el paraíso.
Samuel T. Strange
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