La scheda de Leo.

Es muy complicado conocer a Leo, porque entre otras cosas, ni siquiera él mismo se conoce realmente. Es una persona muy complicada y tiene pensamientos internos muy complejos, aunque no los suele exteriorizar nunca. Tiene tendencias suicidas, pero realmente es demasiado cobarde para llegar a extremos como autoinmolarse. Digamos simplemente que si estuviera en unas vías y un tren fuera directo hacia él, Leo no se apartaría. Además, suele pasar desapercibido para la gente, lo que le ha traído bastantes ventajas en la vida.

Le parece muy complicado establecer relaciones con las personas, es algo que nunca se le ha dado bien, nunca ha llegado a “querer” a alguien en realidad. A pesar de eso, o quizá gracias a eso, Leo tiene un concepto del sexo muy peculiar, y considera que es algo completamente libre y que debe ir separado del amor. Por eso, si alguien le gusta, va a ir a por él, independientemente de su sexo, edad o rango social. Leo tiene un punto excéntrico que la gente suele ver como extraño y rechaza, pero que para él es completamente normal. Mira mucho y dice poco, pero suele entender siempre todo lo que se desarrolla a su alrededor con inquietante exactitud.

Leo nació junto al mar, y por mucho que le duela, ama el mar, ama la tranquilidad que estar en un bote al atardecer proporciona, ama las luces del puerto reflejándose como bailarinas sobre el agua. Leo se siente extraño lejos del agua, sentir mucha tierra a su alrededor le asfixia.

Tiene una extraña pasión por los animales, quizá porque no están todo el día hablando como las personas. Es más fácil creer que alguien te entiende cuando simplemente te mira y no habla.

Apariencia:

Hay que decir que Leo no tiene razones para quejarse de su anatomía, cosa que tampoco acostumbra a hacer. Es alto y musculoso, con un cuerpo que se ha desarrollado bien probablemente debido a las horas pasadas en alta mar. Tiene los ojos claros, de un color entre verde y gris, y el pelo, rizado y casi siempre revuelto, es de un color cobre claro. Además, Leo suele llevar un pequeño bigote con perilla, pero de vez en cuando se le olvida, así que muchas veces simplemente lleva la cara suave y limpia, para luego darse cuenta al mirarse en cualquier espejo de que otra vez se ha olvidado de dejarse el bigote.

Leo nació un día de niebla, y en Tre Fontane eso siempre se consideró un mal augurio. La niebla había cubierto el pequeño pueblo costero de Sicilia durante la noche y la salida del sol no había logrado dispersala. Un poco antes del mediodía, los gritos de Leo ya inundaban la casa. Su madre era experimentada y el parto no había sido complicado. El pequeño Leo tuvo que crecer rápido para ayudar con la pesca, y nunca destacó especialmente en una casa con seis hermanos más, tanto pequeños como mayores. Todos eran iguales para sus padres, pero Leo tenía algo extraño dentro y nadie lo supo ver. Ninguno de sus hermanos, ni su madre ni su padre se dieron cuenta de que Leo siempre se quedaba más tiempo que el resto solo en la barca. Nadie le concedió especial importancia al hecho de que hubiera estado a punto de ahogarse un par de veces.

Leo no quería vivir, Leo nunca quiso vivir. Odiaba la vida que tenía, y trató de escapar de ella en cuanto pudo. A los veinte años anunció que se iba y a nadie le extrañó. En ningún momento había llegado a encajar del todo, y su madre fue la única que lloró y le suplicó que no se fuera. Pero Leo se deshizo de su abrazo y se fue.

Su plan no era llegar tan lejos, pero después de un año, y sin saber exactamente cómo lo había hecho, llegó a Rusia. Fue un viaje complicado por una Europa central desierta y rota. Leo fue golpeado, humillado, besado, abofeteado y… ¿violado? (eso nunca quedó demasiado claro. ¿Se considera violación si te dejas?); pasó hambre, frío, calor, sueño, y estuvo a punto de morir un par de veces, cosa que habría hecho con gusto. Al final, sin embargo, en Minsk encontró lo que buscaba: los rusos, siempre a la cabeza de la locura, buscaban gente que estuviera dispuesta a embarcarse a la aventura, para llegar lejos, lo más lejos que pudieran, a un sitio que llamaban… ¿Norte América? ¿Estados Unidos? ¿Indonesia? Las fuentes no se ponían de acuerdo. Pero Leo vio su oportunidad. Quizá un poco de emoción era exactamente lo que necesitaba en su vida, quién sabía, quizá eso era lo que haría que parara de pensar en la muerte. Y si no, el viaje tampoco tenía muchas posibilidades de llegar a buen puerto.

Lo más complicado de todo fue aprender ruso y convencer al capitán. El tipo estaba de la olla, y Leo lo caló al segundo. Consiguió subir. Ya tenía el billete. El destino aún estaba en el aire.