The Hunger Games.
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AMBIENTACIÓN.
La guerra ha transformado a Norteamérica en el país de Panem, dividido en doce distritos controlados por el tiránico Capitolio. Los Juegos del Hambre obligan a dos jóvenes de cada distrito a luchar por su vida en un espectáculo televisado con único vencedor.

Tras los suicidios de algunos tributos en las últimas ediciones de juegos, los distritos se han comenzado a organizar para una rebelión contra el capitolio. Los cabecillas de la revolución reparten el boletín rebelde, un folleto anónimo que apuesta por la revolución, y en el distrito 13 las fuerzas del ejército se preparan para una guerra inminente. Sin embargo, en el Capitolio, donde todavía persiste la emoción de los recién terminados 79 Juegos del Hambre, extreman las medidas de seguridad y jugarán todas sus cartas para que los rebeldes no se salgan con la suya.
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Mensaje por Summer C. Heidegger Lun 03 Jun 2013, 11:48


Summer
38
Presidiaria


personalidad

Suelen describirme como una persona muy fría y calculadora, y, la verdad, no lo niego. Me gusta mantener las distancias, marcar mi territorio y poner una linea. Todo lo que hay de la misma hacia mí es intocable e inmutable, y el resto, todo el vacío que queda, puedes quedártelo y hacer lo que quieras, pero ni se te ocurra intentar cambiar algo de lo mío. Sí, soy muy posesiva. Siempre lo he sido. Eso de compartir no va conmigo, y puede que eso explique los ataques de cólera e ira que pueden llevarme a hacer atrocidades si veo que alguien amenaza con llevarse algo de mí. He de avisar, por descontado y llegados a este punto, que algo característico en mí es el mal humor y, sobre todo, lo agresiva que puedo llegar a ser.
Mis armas suelen ser las uñas y los dientes, las palabras bordes y groseras, las frases llenas de ironía y sarcasmo, el veneno que puede emanar de mi lengua. Luchar contra mi es asegurarte una derrota, sin embargo, ser mi amigo es tener la certeza de que voy serte fiel y leal, incluso un escudo, un bote salvavidas si hiciera falta, porque, aunque sea arisca, aunque me muestre reacia con las personas y no me fie de nadie, una vez llegas a penetrar en mi interior, conoces a esa parte noble y pura de mí.
Pero de pureza ya me queda poca. Mi historia es algo complicada, llena de amoríos, de desengaños, de falsas ilusiones, de nuevas esperanzas y de sucesos y actos que han ido forjando mi persona a lo largo del tiempo. Mi historia es la esencia de lo que soy. La mujer en la que me he convertido sólo puede tener su explicación al ver mi trayectoria, al ver cómo me he ido desenvolviendo en cada etapa.
Por otro lado, llevo mis planes al dedillo, al detalle, tan minuciosamente que rara vez se me escapa algún cabo. Me gusta controlar la situación. Más bien necesito tener controlado todo, absolutamente todo. Si algo no sale según como lo planeo, uff...te conviene tenerme lejos y no haberme fastidiado los planes.
Admito con una mano en el pecho que soy una mujer muy difícil de tratar. Soy una persona que no depende de otra, alguien que odia atarse a otros, sentirse acorralada, ser la propiedad de cualquiera. Necesito mi espacio, hacer mi vida como me venga en gana sin preocuparme de qué puedan pensar. Me gusta vivir la vida, a veces puede que vivirla al límite, y eso me ha traído muchísimos problemas, como ya contaré en otro momento.
Siempre voy al grano, si tengo que decirte algo que duele, lo hago, además de que no lo intento hacer sutilmente, sólo lo digo, tal cual lo pienso. Si te gusta bien, si te quejas, lo que te diré es que simplemente juego con la verdad, nunca me quemo con la mentira. Aunque realmente puede que la mentira y yo no estemos tan lejos, puede que incluso seamos primas hermanas. Mira que la odio, a más no poder. Detesto que me mientan, pero, no obstante, suelo recurrir ella, aunque, como repito una y otra vez, sin llegar a quemarme. ¿Que quiere decir esto? Que cuando tengo que usarla, acarreo con todas las consecuencias, pero son tan pocas veces las que he tenido que llegar a mojarme de verdad, que sólo me quedo cerca de las llamas, aunque la mentira de para incendiar un bosque. Oh, también he de hacer una mención especial a mi mala lengua. No paro de soltar tacos. Los utilizo para todo, como si me hiciera más ruda y fuerte.
¿Qué más contar sobre mí? No soy cariñosa, excepto con mis hijos. Soy borde, creída, engreída, puede que lo que viene a llamarse una mala pécora, astuta después de todo, sigilosa, ambiciosa, avariciosa, solitaria, impaciente, meticulosa, guerrera, luchadora, extrovertida, poco simpática, hostil, para nada amable y totalmente desconfiada.
Esa parte profunda de mí, que pocos han llegado a tocar y que ya no dejo ver a nadie, es algo más cálida, pero no mucho más que lo que suelo mostrar. En ese recoveco de mi interior, tan inaccesible, tan escondido hay espacio para el amor la compasión, para el afecto y el cariño, para algo más que palabras feas y malsonantes. Tengo un pequeño hueco en mí donde el amor acuna a la compasión y la bondad. Pero, ¿a quién quiero engañar? No te ilusiones con encontrar esta parte, pues arduo es el camino para tan poco espacio. Mejor es que me temas, y que, bajo ningún concepto, te fíes de mí.





lo básico


Nombre: Summer
Segundo nombre: -
Apellido paterno: Coleman
Apellido materno: Heidegger
Apodos Summ,Veneno
Distrito: Distrito Tres
Fecha de nacimiento: 26/Julio
Edad: 38
Horóscopo: Leo
Orientación: Heterosexual
Ocupación: Presidiaria

Inteligente
Despiadada
Impulsiva


FÍSICO

Si tuviera que destacar algo en mí sin duda diría en primer lugar mi largo, ondulado y rubio cabello. Un rubio dorado, radiante a la luz del sol. Siempre me he preocupado enormemente por mi pelo. Desde pequeña lo cuidé y una vez en el Capitolio me aseguré de que tuviera el mejor de los cuidados. He solido llevarlo a la altura de la cintura, quizás un poco por encima y con un suave rizo muy singular.
En segundo lugar, mencionaría mis ojos almendrados y de color verde oscuro, con una ligera y fina línea marrón alrededor de la pupila.
Mi nariz es recta y pequeña. Mis labios no son finos, aunque tampoco se los podría englobar como gruesos. Son como una medida intermedia, pero aún así carnosos, rosados y apetecibles.
Soy bastante delgada, de tez blanca, con un cuerpo fibroso y fuerte, aunque todo el tiempo que llevo en la cárcel me está echando a perder. Desde muy joven he sido atractiva para todos los hombres y he sabido potenciar mi cuerpo en cada momento.

historia

Nací en el Distrito 3, en el seno de una familia acomodada, pese a las circunstancias. Soy la mediana de tres hermanos, y he sido la más mimada. Crecí con todos los lujos que mis padres pudieron darme y que cubrían mis exigencias, pero, a medida que iba creciendo mi ambición por el dinero y por tener más y más, más agresiva me volvía. Aunque pronto, sin yo poder preverlo, esto cambiaría.
Mi primer novio fue un chico del colegio dos años mayor que yo, pobre, pero del que me enamoré profundamente. Nuestras familias, vete tú a saber por qué, estaban enfrentadas (algo de unas tierras o cosa así), por lo que nuestra relación pronto se vio cortada de raíz. Cuatro años después, contando ya con dieciocho, conocí en una cafetería a un chico unos diez años mayor que yo. Fue como una especie de flechazo. Él era del Capitolio, rico, apuesto, con todo el futuro asegurado, y no sé cómo, acabé mundándome con él al centro de Panem. Visto y no visto. Un abrir y cerrar de ojos y ya estaba enamorada de él, aunque, con el tiempo, descubriría que sólo era un mero capricho. Un año después de mi huida repentina del 3, descubrí, para mi mala suerte, o quizá mi fortuna, que estaba embarazada de una niña. Imagínate el cuadro: diecinueve años, de nacimiento pobre (comparado con lo que tenía en ese momento), el padre de mi bebé diez años mayor que yo, mis padres sin hablarme, y mis hermanos sin querer saber nada de mí.
Cuando mi novio por aquel entonces se enteró de tal percance, me echó de su casa. Dijo que él no quería tener nada que ver con el bebé y que jamás volviera a cruzarme en su camino. Obviamente, yo no tenía nada que exigirle. ¿Quién iba a escucharme? Llorando, abandoné mi hogar durante los últimos once meses y me las vi para conseguir suficiente dinero para volver a mi distrito. Justo cuando iba a irme, un chico, esta vez de mi edad, me paró en mitad de la estación de trenes. Decir que me quedé prendada de él es poco, y al parecer, a él le pasó lo mismo. Me paró justo antes de subir al tren, me preguntó hacia dónde iba y, que si me tomaba un café con él y escuchaba sus problemas, me pagaría otro billete con el mismo destino. Acepté. Quizá, después de la suerte que había tenido, debería haberme alejado del Capitolio lo antes posible, pero algo me dijo que me quedara, sólo un poco más, y así lo hice. Fueron un café, un paseo, unas copas y toda la noche contándonos nuestras cosas. Cuando se enteró de que estaba embarazada y todo lo que había hecho para conseguir algo de dinero me juró vengarse, y además, me prometió protegerme y ayudarme si así lo quería. Sopesé la idea. Si volvía al 3, mi familia me repudiaría, si me quedaba, bueno, podía intentar algo que en ese momento no sabía ni qué era. Y acerté. A los dos meses estábamos juntos, enamorados, esta vez de verdad, y nos casamos. Sí, lo hicimos. Él juró tomar a mi bebé como el suyo propio si yo a cambio le juraba fidelidad.
Mi hija nació semanas después de la boda. Heredó mi cabello dorado y los ojos azules de su padre. Nunca le dije la verdad. Nunca le dije que su padre en verdad me abandonó por su culpa. Supongo que el miedo a hacerle daño o a que quisiera ir con él, me obligó a mentirle. Kara creció sin la mayor preocupación a la que yo me enfrenté durante toda mi adolescencia. Ella era capitolina y por tanto, jamás tendría que ir a una Cosecha y mucho menos participar en unos Juegos.
Todo me iba bien, fantásticamente bien. Trabajaba en una joyería y hacía diseños de trajes, mi marido me quería más que a nada en el mundo y mi hija se convirtió en el centro de mi vida. Pero, por desgracia, mi hermana pequeña consiguió ponerse en contacto conmigo. Una carta de su puño y letra me explicaba que mi madre estaba muy enferma y que posiblemente estaba en su lecho de muerte. Tras meditarlo, acudí al 3 para despedirme de ella o hacer lo que le hiciera falta. Resulta que tampoco estaba tan mal. Sí, estaba enferma, pero sólo necesitaba cuidados. Decidí quedarme un tiempo, al menos hasta que se recuperara. A los meses, viendo que no avanzaba, quise llevarla al Capitolio para que la trataran de una manera adecuada y mejor, pero ella se negó. Un día, en el hospital, otra señora con la misma enfermedad que mi madre ingresó en la habitación donde nos encontrábamos, y, destino o causalidad, resultaba ser la madre de mi primer novio. Acabamos reencontrándonos. No sé cómo pasó, ni lo que tenía en mente, ni si quedaban sentimientos ocultos, pero me acosté con él. Y, oye, mira tú que suerte que fui a quedarme de nuevo embarazada. A mis veintiséis años volvía a estar preñada y, de nuevo, iba a ser un hijo extramatrimonial.
La misma noche en que me enteré de tal percance, llamé a mi marido y le expliqué que mi madre había empeorado y que al menos me iba a quedar por un año. Él quiso venir para darme apoyo, pero me costó los siete infiernos que no lo hiciese. Me dolía lo que había hecho, pero tenía que acarrear con las consecuencias. Nueve meses después, Odilon nació. Su padre entendía mi situación y aceptó de buena gana ejercer su puesto. Quedamos en que nadie se enteraría de que yo era la madre, que le pasaría dinero todos los meses para mantenerlo y que de vez en cuando iría de visita al 3.
Sin embargo, un nuevo problema me amenazaría en breve. Odilon contaba ya con tres meses cuando su hermanastra, Kara, de ocho años por aquel entonces, me llamó asustada. Me explicó que un hombre la estaba siguiendo allá a donde iba y que decía ser su padre. La segunda llamada de mi hija diciendo que aquel hombre la había llevado a su casa y que no la dejaba salir hizo que me desplazara inmediatamente al Capitolio, abandonando a mi otro hijo.
El padre de Kara la había secuestrado. Era un borracho drogadicto que quería dinero a cambio de ella para meterse más mierda en el cuerpo. Eso fue lo que me dijo cuando me presenté en su casa, la casa que habíamos compartido tiempo atrás. Me dio una cifra y dos días. A las dos horas me volví a presentar allí, pistola en mano, dispuesta a todo por recuperar a mi hija. Tal vez no hubiese hecho falta, puede que mis amenazas hubiesen surtido efecto, incluso podría haberlo entregado a la policía, pero, le volé los sesos.
Saqué a mi hija de la casa de su padre difunto por la puerta de atrás, para que no viera la sangre ni el cuerpo. Yo estaba herida, pues, aunque lo había matado, habíamos forcejeado. No pensé las consecuencias. No vi que los agentes de la paz me arrestarían y luego pasaría a dependencias judiciales, hasta que el daño ya estaba hecho. Me despedí de mi tierna y dulce hija en mitad de un terreno que le podría haber pertenecido a ella porque era de su padre. Después, cuando la dejé en nuestra casa y le conté lo esencial a mi marido, me entregué yo misma a las autoridades. Pensé que así serían menos años, pero estaba equivocada.
Me encerraron en una celda una noche a mis veintisiete años. Ahora tengo treinta y ocho y sigo encerrada, cabreada y disgustada. En todo el tiempo que llevo aquí mi comportamiento, las agresiones, insultos, las veces que he acuchillado a alguien, las otras tantas que me he negado a hacer lo que los agentes me decían, han hecho que mi condena se alargara y me expediente se inflara. En todo este tiempo no he visto a mi hija y mucho menos a mi hijo que ahora deberá tener once años. Él entrará en el sorteo. Mi hijo podría ir a los Juegos y yo no puedo hacer nada apara impedirlo. Tengo la sangre fría para matar a quien se interponga entre mis hijos y yo, pero mientras siga entre estas cuatro paredes, no podré hacer nada.
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Summer C. Heidegger
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PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Mensaje por Cintia L. Dubois Jue 06 Jun 2013, 22:11

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Cintia L. Dubois
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PRESIDENTA DEL DISTRITO 13.
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