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AMBIENTACIÓN.
La guerra ha transformado a Norteamérica en el país de Panem, dividido en doce distritos controlados por el tiránico Capitolio. Los Juegos del Hambre obligan a dos jóvenes de cada distrito a luchar por su vida en un espectáculo televisado con único vencedor.

Tras los suicidios de algunos tributos en las últimas ediciones de juegos, los distritos se han comenzado a organizar para una rebelión contra el capitolio. Los cabecillas de la revolución reparten el boletín rebelde, un folleto anónimo que apuesta por la revolución, y en el distrito 13 las fuerzas del ejército se preparan para una guerra inminente. Sin embargo, en el Capitolio, donde todavía persiste la emoción de los recién terminados 79 Juegos del Hambre, extreman las medidas de seguridad y jugarán todas sus cartas para que los rebeldes no se salgan con la suya.
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Mensaje por The Hunger Games Jue 11 Jul 2013, 05:24

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Taller de Aaireen A. Lúthien. Empty Re: Taller de Aaireen A. Lúthien.

Mensaje por Klaus Gruen Jue 05 Sep 2013, 07:24

Klaus era alguien que estructuraba y planificaba su vida al detalle, sabía exactamente en que momento debía hacer las cosas y no permitía que nadie truncara sus expectativas pero en esa ocasión el ascenso había llegado cuando menos esperaba . Una buena mañana, tras los altercados con los fugitivos, la presidenta Winter lo citó en su despacho en el edificio gubernamental y comunicó al joven agente que ahora se ocuparía de la seguridad nacional del país como ministro de defensa. La sorpresa fue mayúsculas, claro que Gruen era ambicioso y sabía perfectamente hasta donde quería y debía llegar en su vida para dejar un legado pero había establecido una etapa para cada período de su vida, ese ascenso había catapultado su carrera profesional de una manera vertiginosa y las últimas semanas estaban siendo abrumadoras.

La noticia de que debía dar un discurso llegó aquella misma mañana. Klaus maldijo entre dientes mientras leía la rotativa que su secretaria entregó, pasó una mano por su cara y giró la silla de su escritorio para observar a través de los cristales el Capitolio, echando a la empleada sin demasiada amabilidad. Sin apartar el codo del apoyo del asiento, empezó a frotar dos dedos contra sus labios, meditabundo y nervioso. Había algo que pocas personas sabían y es que las grandes masas inquietaban a Gruen. Era un pánico escénico en toda regla, fruto de un trauma infantil creado por cortesía de su madre, una historia demasiado larga en la que no podía entrar en aquel preciso instante pues el temor de quedarse en blanco ocupaba la mayoría de sus pensamientos. El control era la base de su estabilidad mental, necesitaba tener siempre el mando de la situación y cuando algo salía de sus manos, empezaba a desquiciarse. Una vez más maldijo entre dientes y se incorporó de manera brusca de la silla para buscar a dos manos la ubicación de su pitillera de plata entre los dos bolsillos de su impoluto traje negro. El tacto frío alertó que había hallado la caja así que tiró de ella y extrajo un cigarro de su interior para dejarlo entre sus dientes, encenderlo y darle varias caladas mientras paseaba de un lado hacia otro en su despacho, manteniendo una mano en el bolsillo derecho de su pantalón.

Una vez consumido, apuró la última calada y apagó la colilla contra un cenicero de cristal a la par que expulsaba el humo hacia arriba por la pequeña obertura de su boca al entreabrir los labios. Miró a los lados, buscó un espejo y se miró en él, desalojando la corbata roja que empezaba a oprimir demasiado su cuello, intentó decir cuatro frases para si mismo en una especie de ensayo para el momento pero todas ellas las sintió vacías como si en verdad no las sintiera y en parte era verdad, no estaba preparado para encarar tan temprano el pueblo. Exasperado pasó la mano por su corto cabello rubio y salió de su despacho mirando a los lados para buscar a Aldo entre la seguridad, bastó una mirada para cerciorarse que iba a seguirle pasillo abajo e hizo una señal a otro agente que se acercó para escoltarlo, deteniendo su paso. No necesitaba seguridad, era agente y había sido preparado como ellos, podía hacer frente a los imprevistos si es que se daba el caso.

Entró en el coche que estaba preparado y en cuanto Aldo ocupó la plaza a su lado, iniciaron la marcha. El rubio echó una mirada de soslayo a uno de sus mejores amigos y estuvo tentado a contarle el problema pero se mordió la lengua. Aldo no era como Lucas, Costa tenía el don de la palabra, parecía encandilar a las masas y Klaus podía llegar a manipular a la perfección pero solo se sentía cómodo cuando sabía que tenía el control. Los tres habían sido carne y uña hasta que Gruen se sintió traicionado por el ex agente del dos, entonces, las cosas cambiaron y su relación se enfrío, ahora que Costa era un fugitivo junto a Riverside y tenía sus expedientes encima del escritorio, la situación era irreversible.

Quince minutos después, su vehículo estacionó justo delante del edificio de renovación. Klaus salió del coche, aparentando tranquilidad, estiró la americana de su traje y entró dentro del edifico raudo sin detenerse a escuchar a la gente que se congregaba a la entrada del edificio para esperar a los tributos para darles la bienvenida. Llevo dos dedos hasta el aurícular que parecía llevar casi incrustado a la oreja pero desde donde controlaba y daba ordenes - ¿Ha llegado el tren? - una voz mecánica respondió afirmativamente, Klaus cortó comunicación y esperó en el hall hasta que los primeros tributos junto todo su equipo entraron en las instalaciones. Esperó la llegada del siete con impaciencia y en cuanto vislumbró a Aaireen se acercó a su lado, tomándola suavemente del antebrazo para apartarla de los oídos curiosos - Hola. Necesito hablar contigo, urgentemente - y sonó serio, demasiado incluso para él - Te espero en cinco minutos en tu taller - y dicho eso, hizo una señal a Aldo para que lo siguiera por los pasillos hasta el local propiedad de Lúthien, esperó a la pelirroja fuera pues no quería forzar ni volar la cerradura cuando ella tenía llaves, ahora tenía que aparentar ser cuanto a veces no era pues tenía una imagen pública que preservar.
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Mensaje por Aldo C. Reynolds Sáb 07 Sep 2013, 07:04

El ruido hizo que virara sus ojos azules desde el rostro de uno de sus compañeros hasta la puerta del despacho de Gruen que acababa de abrirse. La mirada del ministro le dejó claro que necesitaba algo y no tardó nada en despedirse de los compañeros con los que estaba conversando para, con un par de pasos largos y rápidos, ponerse a la altura de su mejor amigo y adecuar su paso al del hombre. Vestido con su reglamentario traje blanco, impoluto, elegante, miró de reojo a Klaus mientras avanzaban por los pasillos en dirección a la calle. El de mayor rango detuvo sus pasos frente a un vehículo que ya estaba preparado en la puerta, Aldo junto a él, y al momento, ambos subieron al coche. Klaus permanecía misteriosamente callado y Aldo no preguntó. Bajó la ventanilla de su lado y encendió un cigarrillo que acababa de sacar de la pitillera de metal plateado. El olor a tabaco turco lo envolvió y la imagen de Lucas se imprimió en su cerebro y reprimió una mueca de disgusto. Apoyó el codo en la ventanilla del coche y dio una calada larga. Dejó ir el humo y el aire se lo llevó hacia atrás. No había preguntado siquiera a donde iban.

Quince minutos después, sus dudas se vieron resueltas. El coche estacionó frente al edificio de renovación, donde vestirían y arreglarían a los tributos para el desfile de aquella noche. Bajó del coche cuando Klaus lo hizo y se unió a él tras rodear el vehículo. Caminaron el uno junto al otro y cuando Klaus preguntó a su comunicador por el tren, supo a quién iban a buscar, lo confirmó, como mínimo, porque la sospecha estaba ahí desde que había adivinado a donde se dirigían. Volvió a mirar de reojo a su amigo y se guardó las manos en los bolsillos. Entraron dejando atrás a la masa de curiosos que aguardaban a los tributos y se quedaron a un lado. Cuando los del distrito siete aparecieron, los rizos anaranjados de Aaireen destacaron en el desfile y Klaus se acercó a ella para tomarla de la muñeca. Le dijo algo que Aldo no llegó a escuchar (se mantuvo apartado, dejando que ellos dos se entendieran sin tener una tercera presencia) y cuando Klaus volvió junto a él, siguió los pasos del hombre hasta la puerta de lo que parecía un taller. Debía ser el de Aaireen.

¿Por qué la necesitas a ella? —la pregunta le salió sola, casi. Involuntaria. No la había pensado. Miró a su amigo y se encogió de hombros, como quitando importancia en un gesto de “da igual, no contestestes”.
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Taller de Aaireen A. Lúthien. Empty Re: Taller de Aaireen A. Lúthien.

Mensaje por Aaireen A. Lúthien Sáb 07 Sep 2013, 07:54

El tren se detuvo en la estación del capitolio demasiado temprano por la mañana. Aaireen consultó el reloj que colgaba de una de las paredes del tren y acertó a ver que no eran más de las seis y media. Eso les daba todo el día por delante para vestir, peinar, adecentar, en general, a los tributos, y le daba a ella el tiempo de pasarse por los cuatro distritos que tenía. Lo necesitaba de verdad, porque, en fin… Iba a ser un día duro para todos. Se encargó de despertar a Siena y Chris para que se prepararan. La pequeña comitiva del siete bajó del tren y se dirigió hacia el centro de renovación. Iban por orden de distrito. El uno al doce. Los séptimos en aparecer entre la gente fueron ellos, por tanto. Aaireen dibujó en su rostro una sonrisa y avanzó entre la gente que se moría de ganas de ver a los tributos del séptimo distrito.

No lo entendía, ¿a qué tanta curiosidad si iban a mandarlos a un campo de batalla para que se mataran? Eran unos barbaros, por más que se jactaran de ser la élite. Casi le dio rabia toda aquella gente congregada allí para alabar a unos niños que iban al encuentro con su parca personal, pero recordó que ella formaba parte del juego, y se despreció a sí misma. Avanzaba junto a Siena cuando alguien tomó su muñeca y detuvo su avance. Se giró para encontrarse los ojos azules de su compañero de piso. Ensanchó involuntariamente la sonrisa y fue a darle un beso en la mejilla, pero paró el gesto y miró a su alrededor, demasiada gente para una muestra de cariño amistosa. No era adecuado y podía malinterpretarse. Así que solo miró al hombre que, serio, le pidió verla en su taller. Aaireen asintió, se acercó de nuevo al pequeño comité del siete y se despidió dando un par de instrucciones a los funcionarios que iban con ellos.

Se alejó de sus tributos y puso rumbo hacia su estudio. El taconeo de sus zapatos rojos resonó por todo el pasillo. Aquella parte estaba más en silencio, pues no debía haber nadie. Encontró a los dos hombres en la parte trasera de su estudio. Había una entrada allí, una puerta para el personal, la entrada de los clientes daba a la calle. Se acercó a los dos hombres sonriente, se puso de puntillas (sí, porque aun con tacones, era demasiado bajita) y, ahora sí, le dio un beso en la mejilla a Klaus. Después se giró a Aldo y le pasó una mano por el brazo en una caricia afectuosa.

Hola Aldo. —una sonrisa ancha y simpática y se giró hacia la entrada a su estudio.

Abrió la puerta. Se apartó para dejarles paso y cuando ya hubieron entrado entró ella y cerró la puerta tras ellos, por algún motivo, comprobó que nadie los estaba observando justo antes de cerrar. Se giró a mirar la sala que los recibía. Una pequeña estancia cuadrada cuyas paredes estaban cubiertas de dibujos, todos de Aaireen, diseños, y… oh… Se movió casi tan rápido que dudó que llegaran a verlo, arrancó uno de los papeles de la pared y lo dejó en uno de los cajones. Se giró a mirar a los dos hombres y sonrió.

¿Qué pasa? —preguntó— ¿Cómo están las niñas? ¿Le has dado de comer a Derp? —se interesó. No podía evitarlo— ¿Qué es eso tan urgente?—preguntó de nuevo, volviendo al tema.
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Mensaje por Klaus Gruen Sáb 07 Sep 2013, 21:28

Klaus era experto en controlar sus emociones pero aquel día los gestos delataban la verdad, estaba nervioso e impaciente. Mientras esperaba la llegada de Aaireen, buscó de nuevo en su bolsillo derecho la pitillera de plata para extraer un nuevo cigarro, esa que los tres agentes se habían comprado a la vez en sus años de academia y cuyos cigarros estaban hechos con la misma mezcla, el ministro dejó el pitillo entre sus labios y busco el encendedor de plata, un zippo que llevaba sus iniciales, abrió la tapa y acercó la llama hasta el extremo libre, aspirando para recoger la primera calada, cerrando el mechero en uno de los bolsillos de la americana y cogiendo el pitillo a dos dedos para expulsar el aire hacia arriba lentamente, saboreando la calada - Es complicado - acompañó las palabras con un movimiento de mano para dar más énfasis y completó la intervención con una mirada que venía a decir “no ahondes más en el tema” porque en verdad era complicado o tal vez no quería admitir una verdad más que evidente.

Ligeramente apoyado en la pared permanecía el rubio dando caladas a su cigarro cuando el taconeo incesante de Aaireen hizo que Klaus levantara la cabeza. Lo ojos azules del agente recorrieron el menudo y sinuoso cuerpo que se acercaba a ellos por el pasillo, llevo raudo el cigarro hasta su boca, envolvió el extremo lentamente con los labios, tomándose tiempo en paladear el sabor nicotínico mientras desnudaba con la mirada a la acompañante del siete, ese jodido vestido debía estar prohibido. Klaus dejó escapar el humo por sus labios entreabiertos cuando Lúthien posó un beso en la mejilla y por instinto acompañó el gesto colocando la palma de la mano libre en la base de su espalda antes de separarse para apagar el cigarrillo contra la suela de sus inmaculados zapatos, lanzando la colilla a una de las basuras.

Entró el primero en el estudio y aunque sus orbes recorrieron mecánicamente el lugar no se centró en ninguno de los dibujos, solo caminó hasta el escritorio y apoyó el trasero en la mesa, pasando inmediatamente ambas manos por su cara mientras gruñía alterado - Son las avox’s, Aaireen. Avox’s. Sirvientes. Aprende de una vez el lugar de cada uno - resopló y cruzó los brazos encima de su pecho pero había veracidad en sus palabras, Gruen era indulgente con ella pero si alguien escuchaba como defendía a las esclavas, iba a meterse en serios problemas y no tenía la seguridad de poder sacarla del aprieto con su cargo - Sí, el perro bizco esta bien - ladrando y dando por culo, alterando la paz de su ático - pero ese no es el jodido problema - gruñó y se incorporó de nuevo para pasear por el despacho hasta la ventana que daba a la calle, apoyando el hombro en el marco mientras a dos dedos apartaba la fina cortina para mirar la calle, los capitolianos empezaban a desfilar hacia el círculo de la ciudad.

- Tengo que dar un discurso después del desfile - y el tono en sus palabras alertaba que era un tema complicado y delicado para él. No era fácil desnudarse ante las personas, Klaus estaba acostumbrado a solo mostrar todas sus cualidades, dejando los defectos para la intimidad. Precisamente la confesión no debía sorprender a Aldo, llevaban demasiados años juntos, primero como amigos de la infancia por la estrecha relación que unía a sus madre y después por que compartieron carrera y futuro, el miedo escénico de Gruen derivaba de una mierda de Navidad cuando su madre obligó a un crío de tres años a encarar a la élite del Capitolio para que recitara una estúpida canción solo por el placer de evidenciar a su pequeño y sembrar las risas entre los presentes, exactamente trató a Klaus como un bufón - me voy a quedar en blanco, no se que mierdas voy a decir, todo me suena a nada…. es que no tengo ni idea por donde comenzar… -volvió a pasar una mano por su cara y resopló histérico.
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Mensaje por Aldo C. Reynolds Sáb 07 Sep 2013, 21:58

Giró la cabeza lentamente, dejando de mirar a su amigo cuando el taconeo invadió el pasillo. La menuda figura de Aaireen se recortó al contraluz mientras ella se acercaba a ellos con pasos rápidos, pero no corriendo, quizá más lento de lo que Klaus hubiera deseado. Miró a su amigo de reojo. El olor del tabaco turco envolvía de nuevo el ambiente. Lucas estaba presente entre ellos como un fantasma silencioso, un recuerdo doloroso, un puñal en la espalda, un vacío en el corazón. Sabía muy bien que Klaus le echaba tanto de menos como él o incluso más. La relación que había unido a Gruen y Costa no podía describirse con la palabra “amistad” ellos habían sido como hermanos, Aldo, bueno, era el tercero. Sin embargo, Klaus se había apartado de Lucas cuando Lagherta se aprovechó de la debilidad del exagente. Aldo no. Él había permanecido tan cerca de Lucas como él le había permitido. Mercedes, la madre de Aldo, había sido el eje del problema. Pero aquello era otra historia.

La mano de Klaus en la base de la espalda de Aaireen hizo que elevara la vista, siguiendo la línea de la columna de la pelirroja hasta la cara de su amigo. Aaireen besaba la mejilla del agente. Después se giró a mirar a Aldo para saludarlo con afección. Aldo acarició la espalda de Aaireen en respuesta, con una sonrisa. Cordiales, pero ciertamente cercano. Le había salvado la vida y Aaireen había pasado a ser una especie de amiga desde el incidente en el Edificio del Gobierno. Sin embargo, la relación que la unía con Klaus aun se escapaba a su comprensión. Se comportaban como muy buenos amigos, Klaus la buscaba para pedirle consejo y ella le saludaba con un beso en la mejilla. Además, Klaus la tenía viviendo en casa. Había algo que no cuadraba… ¿Pero qué?

Cuando Aaireen abrió la puerta y los dejó pasar, el ministro se adentró y tras él Aldo. Examinó la sala de una mirada rápida y no pudo evitar reparar en el gesto de Aaireen. No dijo nada. Se cruzó de brazos mientras miraba a ambos. Primero a Aaireen y luego a Klaus. Ladeó la cabeza y se le escapó una pequeña risa sorda. Estaban discutiendo por las avox y por el perro y, que le disculparan, pero Aldo acababa de ver a un matrimonio hablando sobre sus hijas… Bueno, no por parte de Klaus, él se empeñaba en destacar el rango de los avox. El joven Agente perdió su mirada en los dibujos de Aaireen y los dejó, por si empezaban a discutir, pero la frase de Klaus hizo que se girara para mirarle. ¿Un discurso? ¿Él? ¿Klaus Gruen hablando frente a la multitud? Se pasó la mano por el pelo y lo miró.

Pues tenemos un problema. —declaró.
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Mensaje por Aaireen A. Lúthien Sáb 07 Sep 2013, 22:25

Frunció el ceño con una acción casi exagerada y estuvo a puntísimo de replicar la queja de Klaus. Y lo hubiera hecho, si no fuera porque Aldo estaba con ellos y porque sabía que Klaus no hubiera ido a buscarla por que sí. Que si había un problema, debía ser algo serio, algo que realmente preocupaba a Gruen. Suspiró y dejó caer los hombros mientras seguía con la mirada el andar de Klaus. Él se apoyó en el marco de la ventana y miró a la calle apartando las cortinas. Aaireen se quedó mirando a su amigo y se mordió el labio en un acto inconsciente. Repasó la figura de Klaus y tuvo que reprimir el suspiro que pugnaba por salir de entre sus labios. Para controlarlo inspiró una vez por la nariz y se obligó a apartar la mirada del rubio. Era superior a ella. Todo él era como un estúpido imán.

Entonces él dejó escapar su preocupación. Debía dar un discurso. En un principio Aaireen no vio el problema, no entendía como podía preocupar eso a Klaus, al perfecto Klaus. Un discurso. ¿No era eso lo que hacían los políticos? Siguió mirando a Klaus sin entender, y él prosiguió con el problema. Aldo, locuaz como pocos (y nótese la ironía) los ilustró con la más evidente de las sentencias. Tenían un problema.

Eso era evidente —replicó, casi con un deje de mal humor arrastrado por el comentario sobre las avox. Carraspeó y soltó un nuevo suspiro, intentando ponerse en la situación de Klaus. Era difícil porque ella nunca había tenido problemas de escenificación. No tenía vergüenza. No le importaba nada de nada lo que dijeran de ella. Pero bueno, estaban hablando de la mujer que con diecisiete años estampó una tarta en la cara del capitolino bien posicionado que iba a ser su esposo. Sonrió solo con el recuerdo. Se había quedado bien descansada cuando en la fiesta dónde iban a anunciar su prometage entró vestida como una cualquiera, pantalones de piel oscura, un corsé palabra de honor y media cabeza rapada. Se había hecho su primer tatuaje, la calavera del pecho, justo el día anterior y lo único que hizo en la fiesta fue acercarse al “novio” con la tarta, estampársela en la cara y hacer una reverencia antes de largarse, dando por hecho que habían entendido su decisión respecto al matrimonio. Aaireen era rencorosa. Muchísimo. Pero ese no era el tema. Se centró en Klaus de nuevo.

¿Por qué habrías de quedarte en blanco? Solo tienes que mentir, como siempre haces —. Quizá aquello había sido un comentario inadecuado para la situación— O sea, quiero decir, actuar, como siempre sueles hacer frente a los demás. El ciudadano ejemplar, perfecto, ya sabes… —intentó arreglarlo pero era consciente de que quizá había herido a Klaus. Se acercó a él y se apoyó en el marco contrario, buscó sus ojos— Klaus. Todo irá bien. Solo tienes que saber qué hacer y qué decir. Escribamos el discurso, tengo tiempo ahora hasta que arreglen a los tributos. —ofreció. Alargó su mano y acarició la tela del traje de Klaus. Se incorporó y acercó a él para recolocar su corbata, ponérsela bien— Venga… No puede ser tan difícil. —pasó su mano por el pecho del hombre, conciliadora— ¿No? —buscó de nuevo sus ojos— Puedes llevar el papel, te hará sentir más seguro. ¿Leer si sabes, no? —intentó bromear para animar al rubio, aunque sabía que sería inútil. Puso la mano en la mejilla del hombre y lo obligó a voltear el rostro para mirarla— Vamos, eres “el héroe de Panem” —lo dijo con admiración fingida y una sonrisa sarcástica— Me salvaste y acabaste con la amenaza ¿Qué te impide dar un discurso? —alzó las cejas y lo miró con cara de “venga, cuéntame”.
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Mensaje por Klaus Gruen Sáb 07 Sep 2013, 23:48

Si, era un maestro de la manipulación y el engaño, debía haber aprendido de Lagherta, extraer de los Hansen su don para encandilar a las masas pero Klaus prefería ocuparse individualmente de las personas, era mucho más cómodo para el ministro. El problema es que ahora era ministro y casos como el actual, ocurrirían de manera habitual, debería ofrecer discursos y entrevistas pero pensaba que para aquellos entonces ya estaría mentalizado pero no, no estaba preparado, el asunto había ocurrido demasiado pronto, tal vez por ingenuo debía haber pensado que su presentación en sociedad ocurriría durante los septuagésimos séptimos juegos del hambre. ¿Qué mierdas pasaba con él? Los párpados se cerraron sobre los orbes azules del ministro, alzó una mano y punzó con dos dedos el puente de la nariz, apretando con fuerza mientras despejaba su mente, alejando el dichoso miedo que prácticamente no tenía justificación.

El suave tacto de las manos de Aaireen oprimiendo el cuello del ministro con el nudo de la corbata provocó que Gruen abriera los ojos, fijándolos en la pelirroja aún sin despegar los labios pero delineando una mueca seria. La dificultad del asunto era subjetiva, Klaus no temía el pueblo, lógicamente estaban todos bajo su poder y mandato, acatando ordenes para la “defensa” del país pero el ministro tenía miedo al ridículo público, debía alzar su autoridad y ese sería el momento decisivo - Sí, se leer - voz fría y seca antes de girar la cabeza hacia donde la pequeña mano enviaba su rostro, ladeó un poco la cabeza para sentir el tacto cálido contra su mejilla y gruñó, separándose para alzar un brazo y apoyarlo en el marco dejando caer la cabeza hacia abajo, soltando una risa ácida - Ese es el problema, no soy ningún jodido héroe - Klaus no creía que se hubiera ganado el título a pulso. Trabajó como haría cualquier agente, siempre acatando las órdenes de la presidenta así como hicieron sus compañeros. ¿Qué punto diferenciaban a Gruen de Reynolds? Tenían la misma edad, el mismo ímpetu de mejorar. Ese era el punto que no cuadraba en su esquema mental. Klaus pensaba que tardaría mucho más en considerarse un “héroe” para la nación pero el título había llegado pronto, necesitaba aún digerirlo, creerse aún más que estaba allí por mérito propio y no una manipulación de su madre porque todo podía ser en esa vida, capaz y Lagherta había usado sus influencias para ascenderlo.

- Ese día lo hice por ti - sin alzar la cabeza, la ladeó un poco para encara a Aaireen, mirándola tan serio que daba miedo, estaba siendo completamente sincero - buscaba venganza, necesitaba atraparlas y volar sus cabezas por lo que habían hecho pero para llegar hasta ellas primero tenía que coger a todos los demás - se separó de la pared empujándose con la mano y caminó de nuevo por la sala, pasando una mano por su boca antes de frotar a dos dedos sus labios - eso no tiene ninguna heroicidad - porque era verdad, buscó con la mirada a Reynolds y luego a Aaireen - sin embargo no es una característica que necesite para el gobierno de Panem - caminó hasta la mesa y apoyó las dos manos en el escritorio, negando con la cabeza y un tanto más dispuesto a aparecer ante los ciudadanos para montar el espectáculo, solo debía borrar de su memoria el incidente de hacia más de veinte años - No pienso llevar ningún papel. Si llevo un papel sería como decir que no tengo capacidad de decisión y dejo que otros escriban discursos por mi. Soy ministro y tengo una imagen que mantener, debo ser capaz de hacer el discurso solo, sin ayuda - dio un cabezazo haciabajo, tomando fuerzas de sus propias palabras y confianza de las de Aaireen. Incorporó su cuerpo y pasó las manos por su traje, alisándolo y terminó por estirar de las solapas la americana  - Lo controlaré como controlo todo - atacar antes de ser atacado, ese era la base para triunfar.
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