Aethelflaed R. Griedhyuls

Aethelflaed es una chica de temperamento muy calmado. Aparenta ser una niña madura para su edad, intentando parecer mayor, pero nada más lejos de la realidad. En realidad es como una cría. Es bromista y jovial y muy viva. Dicharachera, simpática y amable. Suele agradar a todo el mundo gracias al trato que tiene para con los demás. Aun y eso, también sabe mostrarse madura y ser seria cuando toca.

Es muy optimista, mucho. Siempre busca el lado bueno de las cosas y le cuesta mucho enfadarse. Eso sí, cuando se enfada corren ríos de sangre. Muy protectora, no tolera que se metan con su familia o amigos. No soporta que toquen "lo que es suyo" es posesiva, muchísimo, y celosa. Cuando alguien la ataca se vuelve violenta y no duda en alzar las manos para defenderse. Es consciente de que en unos juegos del hambra no hay amigos, solo enemigos, así que, vive preparada por si sale elegida. O eso cree. No dudará en blandir un arma para defender su vida.

De estatura alta para su edad, delgada y con pocas curvas, pues, al final es una niña de catorce años un poco alta para su edad. De piel atezada, oscura, curtida al sol culpa del trabajo en el campo y de la genética heredada de sus padres. Ojos oscuros y cabello negro carbón.

Los espiritus, según decía mi abuela, decidieron que debía salir al mundo un 24 de abril casi a tocar el fin del día. Era de noche cuando salí del vientre de mi madre, quitándole, en el proceso, la vida a mi progenitora. Crecí con mi abuela, en el distrito once. La tercera hija de un matrimonio de fuertes creencias espirituales, cuando mi madre murió, mi padre le construyó, con maderas y semillas, un pequeño mausoleo en la parte trasera de nuestra pobre casa. Mis hermanos mayores son dos chicos, Kaelkios y Rustalak. Gemelos. De 17 años. Por suerte nunca han salido elegidos en unos juegos.

Vivimos al día, con lo que conseguimos. Nos turnamos para las teselas para que así, no entren muchas veces los nombres en la urna. Soy consciente de que cualquier año podemos salir elegidos, pero vivimos con la esperanza de poder escapar de los juegos y llegar a los 18 sin más perdidas familiares.

Para mi padre, perder a mi madre fue un golpe bastante duro. Aun así, nunca me ha odiado pero su tristeza me llevó a decidir que yo le daría tanta alegría como pudiera. Por eso me volví la chica que soy ahora. Optimista y vivaz, para hacer reír a mi padre y hermanos y también a mi abuela. La única que me queda, pues perdí a mi abuela paterna, y, la verdad, es que es algo que aun no he podido superar.