Come, reza, ama, ríe, vive y ama de nuevo {Line's.

Apolline Delvaux escribió:Apolline. La dulce y encantadora Apolline. Aquella que en ese mismo momento se encontraba frente al hogar de su hermana mayor, la alcaldesa del Distrito 7.

De su boca se escapó un suspiro rápido y sonoro. Después tocó a la puerta levemente, primero una vez y luego otra, hasta que finalmente se abrió, dejando ver a una mujer de cabellos oscuros. La había echado de menos cada día, cada hora, cada minuto desde que la había dejado sola con su madre hacía casi tres meses.

- Te he traído flores. -sonrió la Delvaux más joven a aquella muchacha que estaba apoyada en el marco de la puerta, mientras le enseñaba el ramo de tulipanes silvestres que había recogido en el bosque y había estado guardando tras su espalda hasta aquel momento.

Françoise Delvaux escribió:Algunos de los habitantes de su distrito se preguntaban porque Françoise Delvaux no asistió a aquella fiesta en el Distrito 12 en honor a Nerwen Riverside, y la respuesta a aquello era muy fácil. Demasiado fácil, quizás. La alcaldesa estaba completamente segura de que el Capitolio no había organizado todo aquello para homenajear a la ganadora, si no que su único fin era tener contentos a los habitantes de Panem. Y a ella no podían engañarla con sus discursos y sus historias.

Hacía ya tiempo que no salía de casa, encerrada en su propia prisión, no hacía más que pensar en el vasallaje y en las que podrían ser sus consecuencias. En cambio en el instante en el que escuchó a alguien tocar a la puerta de su hogar, ella se encontraba en la guardilla, soñando con un Panem sin Juegos del Hambre, sin más guerras y muertes.

Fue bajando las escaleras lentamente, sin ninguna prisa, hasta la entrada. Abrió la puerta y cuál fue su sorpresa al encontrarse a su hermana pequeña tendiéndole un ramo de margaritas silvestres. Se mordió entonces el labio inferior y agarró las flores esperando que dijera algo más, hubo un breve silencio hasta que ella se decidió a hablar.

- Oh, que bonitas. - le sonrió con amabilidad mientras se apartaba un poco de la puerta y le hacía un gesto con la mano que le quedaba libre para que pasara dentro de la casa. - Muchas gracias, Line.

Apolline Delvaux escribió:Apolline no vió a su hermana cuando le abrió la puerta. Ya no era la misma, mejor dicho, ya no quedaba nada de ella. En aquel momento no encontró a la mujer hermosa que había sido hacía algún tiempo, ahora había dado paso a una imagen devastadora.

Ojeras de no dormir, cabellos enmarañados por falta de atención, ojos enrojecidos de tanto llorar, labios hinchados por tanto morderlos, la piel más pálida gracias a no exponerse a la luz solar y por supuesto la considerable falta de peso por la escasa comida que llegaba a su estomago.

Tras esa mirada de reconocimiento entró dentro de la casa dirigiéndose al salón, donde se sentó en una butaca de color azul cielo. Suspiró de nuevo, esta vez con más suavidad. La inmensa alegría que la llenaba desde hacía ya muchos años se apagó durante el instante en el que pronunció las siguientes palabras.

- Mamá está enferma. - logró decir bajando la mirada. No solo había ido a visitar a Fran con la intención de decirle lo de sus madre, pues aquellas palabras escondían algo más.

Françoise Delvaux escribió:Miró a un lado y a otro antes de cerrar la puerta con rapidez, nadie debía verla de aquella manera o la gente comenzaría a hablar. Sabía porque había venido, lo intuía desde el momento en que abrió la puerta y la vió con aquel ramo de tulipanes.

La siguió hasta el salón con esa lentitud que en los últimos meses la había caracterizado, mientras escuchaba lo que le decía con extrema atención. Alzó las cejas con escepticismo. Ella si que estaba enferma, ¿es que no la veía? Se iba muriendo poco a poco. Día a día su vida se terminaba. Solo había una manera de que sobreviviera y esa era que Apolline se quedara con ella, que la cuidara, que la quisiera como no la había querido nadie jamás.
- Hoy te quedaras a dormir aquí conmigo, ¿vale? - la miró sabiendo que pensaba que era un monstruo. Sabía que por segunda vez en su vida, su hermanita tenía miedo. Y no precisamente de la enfermedad de su madre, ni tampoco de la suya.

Vió como volvía a levantar la mirada hacía ella y Fran sonrió de nuevo. Una sonrisa poco común, en la que se marcaban los huesos de su rostro, en la que los hoyuelos se notaban demasiado.
- No saldrás, Line. Tu nombre no saldrá de la urna este año, ya nos han hecho demasiado daño. No pueden hacernos esto, no de nuevo. - ya había perdido a Ariadne, no podía perder también a Apolline. Puede que se equivocara, pero ella intentaba convencerse de que su hermana se quedaría con ella.

Apolline Delvaux escribió:A primera hora del alba había marchado de nuevo al Distrito 6 pues la Cosecha comenzaría unas horas más tarde, y desde ese momento lo único que podía hacer era esperar. Esperar a que no fuera su nombre el que saliera de aquella urna, esperar a que los juegos esta vez no se llevaran vidas inocentes, esperar a que todo terminara.

Hace poco tiempo que puede permitirse llevar prendas un poco más nuevas o menos usadas, por lo que todavía no se ha acostumbrado y continua mirando aquel vestido corto en tonos azulados con algo de recelo.

No quiere estar presente en la Cosecha, nunca lo ha querido. Odia al Capitolio. Odia los Juegos del Hambre. Siempre a estado intranquila la noche anterior, pero esta vez no es así, no es así porque este es el último año en el que Apolline podrá ser tributo. Esta casi segura de que no saldrá, y así se lo hizo saber a su hermana la noche anterior. No tengo miedo de la muerte, Fran. Tarde o temprano todos morimos, nadie es eterno.

Ahora Apolline se encuentra en su propio mundo, no le interesa todo lo que dicen sobre Panem y su historia. Y al poco tiempo se da cuenta de que ya tienen la urna preparada, de que van a elegir a los tributos para el Vasallaje, aunque realmente no le importa pues espera que la dejen tranquila un año más. Aún recuerda con dolor que hace años nombraron a su hermana gemela después de aquel repetitivo discurso, recuerda con tristeza como le arrebataron la vida mientras luchaba en la arena. Ella no quiere terminar así, siendo sujeta por miles de pinzas mientras se llevan su inmóvil cuerpo en un aerodeslizador.

¿Y quién es la elegida de este año? Apolline Delvaux. Aquella que no escucha al que saca su nombre de la urna, pues las palabras se las lleva el viento y su oído esta demasiado entretenido repitiendo los murmullos de la gente. Solo consigue verle mover los labios de manera que parece decir su nombre. Es ella. Ella es la inocente tributo que se llevaran este año del Distrito 6. Ella. Su corazón parece detenerse durante apenas un segundo y luego comienza a latir con más fuerza que nunca. Todo es culpa de la impresión del momento.

Durante un instante no sabe que hacer, pero luego vuelve a la calma de siempre. Una leve sonrisa aparece en su rostro, pues por muy temerosa que algunos piensen que es, en realidad no es así, pues es una jovencita valiente. Comienza entonces a abrirse paso entre la gente hasta llegar a la plataforma y mientras, recuerda como esa misma mañana había despertado en casa de su hermana mayor, despidiéndose de ella con cierta frase que todavía rondaba por su cabeza. Aunque muera no moriré del todo, ¿sabes por qué? Porque se que tu jamás me olvidaras. Y acababa de darse cuenta de que lo único que haría que intentara sobrevivir en la Arena eran el recuerdo de Ariadne y el cariño de Françoise.

Una punzada de dolor cruza su pecho mientras ve algunos rostros desolados y otros tantos que la miran con compasión, apiadándose de ella, pues seguro que no tendrá la más mínima oportunidad de sobrevivir al Vasallaje. La imagen de Ariadne inunda su mente, como un recuerdo lejano que todos quieren olvidar. Ve a su hermanita gemela morir a causa de una flecha directa al corazón por parte de un muchacho del Distrito 2, ve a Françoise echar a correr en dirección al bosque, y entonces se ve a si misma llorando en brazos de su madre. Y se promete a si misma que esta vez será fuerte. Que no se rendirá a la primera de cambio, que intentaría sobrevivir por ellas. Por la muerte de Ariadne y la enfermedad de Fran.

Cuando ya esta en la plataforma escucha el nombre del que será su compañero de viaje, Columbus Dean Hollow. Le suena haberlo visto alguna vez, aunque en realidad no le conoce. La mirada de Apolline mantiene una pizca de alegría mientras observa con atención a aquel chico, de lo único que a podido tener miedo es de no tener a nadie a quien aferrarse, pero mientras lo mira piensa que con él al menos no estará sola. Aunque su compañero sea un completo desconocido, intentara fiarse de él.

Apolline Delvaux escribió:Apolline se encuentra sentada en uno de los sofás del backstage esperando a que comiencen las entrevistas. En ese momento no se preocupa por lo que lleva puesto, o por lo mucho o poco que la hayan maquillado, su aspecto le da completamente igual. Lo único que le importa en este momento es que tiene a cinco distritos por delante por lo que todavía le da tiempo a autoconvencerse de que no hará el ridículo frente a todo el Capitolio, solo tiene miedo a quedar como una niña tonta y sin cerebro.

El viaje en tren lo había pasado encerrada en su vagón, viendo durante horas enteras todos los juegos anteriores, observando las técnicas y a los tributos que se hicieron con el triunfo eterno que prometían los gobernantes de Panem. No salió ni una sola vez a estudiar quienes serían sus futuros enemigos o aliados en la arena, y en el desfile tampoco es que le diera mucho tiempo, aunque ahora podía observar con total atención a todos y cada uno de ellos.

Hay tres niñas en el vasallaje de este año, asi que puede que llegue viva hasta el final. Luego esta aquel hombre del cinco, en el que no ve rival posible. A quienes si ve con gran potencial es a la mayoría de los chicos y a las dos mujeres, una pelirroja y la otra rubia. Esta segura de que no se encuentra entre los favoritos para ganar, pero piensa que con un poco de suerte puede conseguirlo, puede conseguir la victoria para su distrito.

Una alegre sonrisa se extiende por su rostro al ver por la pantalla más cercana como Julius Tumblrman aparece en el escenario gracias a un tobogán. Y en ese momento lo sabe. Sabe que tiene posibilidades de conseguir patrocinadores, pues su dramática historia y su amable personalidad hacen que ella misma sea una jovencita adorable.

Julius Tumblrman escribió:Ecuador de las entrevistas. Una pequeña pausa y una vuelta de Julius, exhibiendo más su desparpajo y desenvoltura encima del escenario. Ya había reído y llorado, típico de las entrevistas y lo que le importaban los tributos. Llegaba el turno de Apolline, y la hizo entrar anunciándola diciendo su nombre en voz alta. Fue a recibirla al pasillo que salía del Backstage, y le dio dos besos sonriéndole. La acompañó a su asiento, en el que le indicó que se sentara, y cayendo él sobre el suyo.

-Bienvenida a mi escenario, Apolline. Espero que no te intimiden todas estas personas que nos están mirando, son meros figurantes. Ni caso-dijo Tumblrman, girándose hacia el público y juntando las manos en gesto de disculpa, al tiempo que reía y les guiñaba el ojo. -Bueno, espero que estés bien. ¿Cómo te sientes estando aquí, en el Capitolio? ¿hay algo que te resulte sumamente extraño? ¿algo que te disguste? Y bueno, no solo cosas malas, ¿han habido cosas que te gusten? Cuéntanos un poco tu experiencia desde que saliste de tu distrito.

~~

-Ahora háblanos un poco de ti. ¿Cómo te definirías? ¿qué cambiarías de ti misma? ¿y de tú pasado, qué desecharías o qué querrías cambiar?-planteó Tumblrman-. ¿Puedes hablarnos un poco de tu vida y tu familia? ¿tienes algún novio, o esperas encontrar el amor en el Capitolio? Nunca se sabe-le dijo Tumblrman, acercándose para acariciarle un poco el hombro y mirarla elocuentemente.

~~

-¿Qué piensas del vasallaje del que vas a tomar parte? ¿cómo te sientes al pensar que tendrás que enfrentarte tanto a niños como a adultos? ¿te asusta o eres valiente?

Apolline Delvaux escribió:

Su espera había terminado. Finalmente había cruzado el pasillo desde el backstage y ahora se encontraba frente a Julius Tumblrman, quien le da dos besos al saludarla y la acompaña hasta su asiento. La joven Apolline se sienta con elegancia en su butaca correspondiente mientras observa desde el escenario a todo el Capitolio, no le intimidan, aunque tampoco es que le guste ser durante mucho tiempo el centro de atención.
- Muchas gracias, Julius. - sonrió levemente a la vez que se apartaba el cabello de la cara. Había entrado un poco nerviosa, pero tras el recibimiento del presentador había dejado de lado el miedo a hacer el ridículo. Su mirada celeste se pasea de un lado a otro con intensidad antes de comenzar a hablar, sabe que debe ser cautelosa con todo lo que diga pues cada palabra que pronuncie cualquiera de los tributos puede afectar gravemente al resultado del vasallaje. - Oh, para nada. No creo que vayan a comerme ni nada por el estilo.

Una suave y dulce risa se escapa de sus labios. Apolline no intenta parecer una joven adorable para conseguir patrocinadores, solo se deja llevar por la emoción del momento. Ver tantos rostros alegres es algo que le devuelve la vida poco a poco, lo cual hace que se vuelva apasionada de un instante a otro. Y es por eso mismo que se acomoda en el asiento y alza los brazos con gracia mientras muestra una sonrisa llena de dulzura.- Estoy genial, ¡este lugar es fantástico! Cumple con mis expectativas, diría que incluso las supera. - exclama con garbo antes de bajar de nuevo los brazos. Apolline expresa libremente sus opiniones sobre el Capitolio mientras se coloca bien el rizo que se ha escapado de detrás de su oreja. - ¿Algo que me parezca extraño? La comida. Hay demasiada para ser solo del Capitolio, deberían repartir también entre los distritos más pobres, allí casi no tienen nada para llevarse a la boca. - declaró con verdadera inocencia. Le importaban los demás por encima de si misma, asi que siempre intentaba ayudar a aquel que lo necesitara y en ese momento, quién más ayuda debían recibir eran los distritos más alejados del Capitolio.

- Me disgustan los edificios, en comparación con las casitas rústicas y acogedoras de mi distrito estas las noto demasiado frías. Aunque también he visto cosas bonitas, sí. El hospital, por ejemplo, y también los médicos. Me gustan las personas que salvan vidas, ellos lo hacen a diario, estoy segura. - las palabras fluyen por sus labios armoniosamente. No sabe cuanto tiempo lleva hablando por lo que gira su rostro tranquilamente para observar como la mayoría de los presentes siguen todas y cada una de sus respuestas. - Diría que no ha habido nada interesante desde mi salida del seis, pasé el viaje en tren encerrada en mi vagón, viendo todos los juegos anteriores, estudiando cada táctica y cada vencedor.

En este instante deja de prestar atención a cada habitante del Capitolio, deja de ocultar su historia ante todo Panem, que la observa expectante tras las pantallas de su distrito. Esta vez se centra en el escenario, ahora solo existen Julius y ella. Nadie más.
- Me definiría como una persona bipolar, a veces tranquila y otras apasionada. Siempre me he conformado con ver felices a las personas que me rodean y así continuaré hasta el final. Soy una jovencita que lo único que espera de los demás es un poco de cariño, nada más. - observa al presentador mientras habla y después se gira hacía el Capitolio para ver sus rostros, la mayoría de ellos contentos con la respuesta. - De mi no cambiaría nada, soy feliz con mi manera de ser. Pero de mi pasado cambiaría muchas cosas. - deja caer la última frase con una sonrisa misteriosa, para después removerse un poco en su asiento. Comienza a cansarle eso de las preguntas, aunque sabe que dentro de poco todo terminara.- ¿Novio? No, ni de lejos. No soy tan bonita como para tener uno, aunque quizás podría encontrarlo aquí.

Un deje de tristeza cruza su rostro. La alegría de Apolline se apaga durante un instante. No esta segura de todo lo que debe decir, pero eso ya no le interesa, le han preguntado algo y es de mala educación no responder.- Te voy a ser sincera, Julius. - dice en tono confidente acercándose un poco al presentador. - Mi historia no es bonita de contar. Nací en el siete, donde vivía mi padre. Él murió hace tiempo, aunque no me importó, era una mala persona ¿sabes? Nunca quiso a mi madre, aunque ella le amaba, le amaba por encima de todas las cosas. - se detuvo durante un instante para respirar y luego prosiguió. - Me trasladé al seis, con mi madre y con mi hermana gemela, la mayor no vino con nosotras. Quizás la hayas visto alguna vez, es la alcaldesa del siete, Françoise. - dijo lo último con un deje de ilusión. Esperaba que se encontrará bien, que no se preocupara por ella, pues si algo le ocurriese no se lo perdonaría jamás. - Allí es donde viví siempre, era muy feliz, hasta hace cinco años. Ariadne y yo acabábamos de cumplir los trece y llegaba la Cosecha, aquel día estaba tranquila pues sabía que ninguna de nosotras iba a salir, pero me equivocaba. Nombraron a Ariadne, y se la llevaron, Julius. Se la llevaron... - lo último fue un murmullo, como un suspiro que se lleva el viento. Las lágrimas llevaban tiempo luchando por salir, y Apolline finalmente, dejó que se escaparan. - Aguantó en la arena hasta el segundo día, cuando un joven del distrito dos le lanzó una flecha que le atravesó el corazón.

Se calló de repente. Su mirada se perdió en los ojos del presentador con verdadero dolor impregnado en el alma. Quería conmover, porque en el fondo de su corazón sabía que si lograba emocionar tendría al Capitolio en el bote. Y por eso mismo, por mucho que le doliera, continuó hablando. - La pérdida de un ser querido destroza a las personas, el dolor del recuerdo las atormenta... pero la pérdida de un hermano, un gemelo, una parte de ti... es una eterna agonía. - su rostro empañado en lágrimas mira al Capitolio y entonces sabe que los ha dejado sin habla. Se le dan bien las palabras, hay días en los que parece más madura de lo normal y en este momento lo parece, parece más adulta. - Me arrancaron el alma, me destrozaron el corazón en pedazos, pero yo seguí adelante. La muerte de mi hermana me hizo, al contrario que a muchas personas, más fuerte cada día. Su recuerdo me hace vivir, Julius.

Cuando llegó al tren y se miró en un espejo por primera vez en muchos años, su reflejo le devolvió a su hermana. En ella misma encontró a quién había perdido hacía cinco años, encontró a la explosiva Ariadne. Aquel trocito de cielo que siempre la hacía reír, su mitad, la luz de su vida. Aquella a la que todos olvidaron, menos ella.

Se aleja un poco del presentador y mira al público durante un breve segundo. Lo que va a decir puede que no este bien visto por la gente del Capitolio, pero ella no le da importancia. Apolline no sabe mentir, por lo que tampoco intentará ser alguien que no es.- No estoy muy a favor del vasallaje. No puedo salir a la arena y matar a niños inocentes, aunque sé que cuando este allí cambiaré de opinión e intentaré ganar por todos los medios, para que no me olviden.

La dulzura de la menor de las Delvaux es notable a kilómetros de distancia, como también lo es su pacifismo y racionalidad, pues es conocida por pensar antes de hablar. Hay veces en las que eso cambia, hay veces en las que su mundo se derrumba y parece una niña débil e indefensa, y otras tantas en las que parece ser una mujer fuerte y valiente. Ahora mismo es del segundo grupo y parece que cuando empiece el vasallaje continuara de esa manera.- Nadie vive para siempre, asi que no, no tengo miedo de morir. - se quita las lágrimas mientras sonríe con vitalidad. Va a por todas, necesita ganar para sentirse bien consigo misma.

Apolline Delvaux escribió:

Apolline llegó a una de las salas de entrenamiento mostrando el máximo entusiasmo, pues ya casi no le quedaba tiempo de practicar antes de que comenzara el vasallaje. Y no estaba sola en aquella sala, habían tres tributos más. La pequeña del 11 que hizo que a la joven se le escapara una sonrisa nada más verla, el chico del 12 y la pelirroja del 5. Se aleja lo máximo posible de ellos y coge varios cuchillos de una de las mesas.

Si había algo que se le diera verdaderamente bien eso eran las dagas, los cuchillos, cualquier cosa pequeña con la que pudieras destrozar a tu oponente. Fuera en combate cuerpo a cuerpo o desde la lejanía, eso era lo suyo. Es por eso por lo que se dirige al centro de la sala con tres cuchillos en la mano derecha y tres en la mano izquierda y escoge el primer objetivo: un muñeco de las prácticas de arco. No quiere presumir de ser la mejor en lo que hace, pero si para ganar debe asustar a los demás, eso es exactamente lo que hará.

Se olvida de todo lo que la rodea antes de aventar el primer cuchillo de la mano derecha con suavidad, fallando estrepitosamente en su intento de darle, a pesar de ello, no hay que confiarse demasiado pues las apariencias a veces engañan.

Su ceño se frunce levemente y sus ojos comienzan a brillar de una manera un tanto peculiar, la sed de venganza se refleja en su mirada celeste. Es por ello que no deja pasar mucho tiempo antes de intentarlo de nuevo y esta vez el cuchillo de la mano izquierda le da justo en el corazón, se da una vuelta rápida y lanza el tercer cuchillo por detrás de su espalda y el tiro es impecable. Se vuelve a girar hacía el muñeco y tira dos de los tres cuchillos que le quedan a la misma vez, los cuáles terminan a ambos lados de aquel que le ha dado al corazón. Un suspiro se escapa involuntariamente de sus labios antes de lanzar el último cuchillo que se clava con fuerza en la frente del muñeco.

Su dulzura desaparece en cuanto empuña un arma, pero regresa de nuevo cuando ya no tiene nada entre las manos. Esos ojos celestes que la caracterizan tanto se vuelven otra vez alegres y llenos de vida, y observan la sala de entrenamientos con atención. La pelirroja al parecer a estado haciendo lo mismo que ella y los otros dos tributos intentaban hacer fuego.