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AMBIENTACIÓN.
La guerra ha transformado a Norteamérica en el país de Panem, dividido en doce distritos controlados por el tiránico Capitolio. Los Juegos del Hambre obligan a dos jóvenes de cada distrito a luchar por su vida en un espectáculo televisado con único vencedor.
Tras los suicidios de algunos tributos en las últimas ediciones de juegos, los distritos se han comenzado a organizar para una rebelión contra el capitolio. Los cabecillas de la revolución reparten el boletín rebelde, un folleto anónimo que apuesta por la revolución, y en el distrito 13 las fuerzas del ejército se preparan para una guerra inminente. Sin embargo, en el Capitolio, donde todavía persiste la emoción de los recién terminados 79 Juegos del Hambre, extreman las medidas de seguridad y jugarán todas sus cartas para que los rebeldes no se salgan con la suya.
Tras los suicidios de algunos tributos en las últimas ediciones de juegos, los distritos se han comenzado a organizar para una rebelión contra el capitolio. Los cabecillas de la revolución reparten el boletín rebelde, un folleto anónimo que apuesta por la revolución, y en el distrito 13 las fuerzas del ejército se preparan para una guerra inminente. Sin embargo, en el Capitolio, donde todavía persiste la emoción de los recién terminados 79 Juegos del Hambre, extreman las medidas de seguridad y jugarán todas sus cartas para que los rebeldes no se salgan con la suya.
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You’re the one thing on my mind, but that can change any time…
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You’re the one thing on my mind, but that can change any time…
I'm thinking maybe I can't have relationships 'cause lately they're not making any sense. And baby you're the one thing on my mind but that can change anytime 'cause there's so many fine women that my head is spinning and I've lost all feeling... |
Probablemente, en estos tiempos, y tras la destrucción del mundo tal y como se conoció anteriormente, nadie recuerde a los soldados de Adolf Hitler. Los llamados Nacional Socialistas. Nazis. Nadie que viva en Panem debería conocerlos, pero si alguien necesitara exponer un ejemplo ese, sin duda alguna, sería Lucas.
Fiel al Capitolio como un perro lo es a su amo, desde bien joven creyó que su deber era proteger a la presidenta de Panem y la Paz del estado. Siempre quiso salir elegido en los Juegos del Hambre, pero jamás sucedió, tirando, de aquel modo, por los suelos su ansia de ser mentor del Distrito 02 y vivir en la gloria y aceptación de la sociedad más alta. Por eso, tras sus 18 años y su largo entrenamiento decidió acceder al cuerpo militar de Los Ajentes de la Paz.
Es recto, elegante y ciertamente caballeroso. Sin embargo, tras esa fachada de pura dignidad y orgullo se esconde un mujeriego en potencia. No hay cosa que más le guste que el alcohol y las mujeres bonitas y jóvenes, porque, además es exigente y muy selectivo.
No suele hablar de si mismo, ni sobre su pasado o familia. Suele evitar el tema debido a que perdió a su familia y tiene cierto trauma con eso. Es estricto en su trabajo y no tolera ofensas contra el capitolio ni infracciones de la ley.
Fiel al Capitolio como un perro lo es a su amo, desde bien joven creyó que su deber era proteger a la presidenta de Panem y la Paz del estado. Siempre quiso salir elegido en los Juegos del Hambre, pero jamás sucedió, tirando, de aquel modo, por los suelos su ansia de ser mentor del Distrito 02 y vivir en la gloria y aceptación de la sociedad más alta. Por eso, tras sus 18 años y su largo entrenamiento decidió acceder al cuerpo militar de Los Ajentes de la Paz.
Es recto, elegante y ciertamente caballeroso. Sin embargo, tras esa fachada de pura dignidad y orgullo se esconde un mujeriego en potencia. No hay cosa que más le guste que el alcohol y las mujeres bonitas y jóvenes, porque, además es exigente y muy selectivo.
No suele hablar de si mismo, ni sobre su pasado o familia. Suele evitar el tema debido a que perdió a su familia y tiene cierto trauma con eso. Es estricto en su trabajo y no tolera ofensas contra el capitolio ni infracciones de la ley.
Lucas H. Costa- SOLDADO. DISTRITO 13.
- Mensajes : 378
Localización : Perdido
Empleo : Desempleado(?)
Re: You’re the one thing on my mind, but that can change any time…
R O L E S en marcha.
# P A R T I C I P A N T E S , , Nerwen Riverside y Lucas H. Costa
# L U G A R , , Edificio de Justicia || Distrito 12
# F E C H A , , 06 Feb. 2013
# F R A S E , , Dudas in crecendo...
# R O L , ,
- Spoiler:
- Lucas H. Costa escribió:Otro viaje. Aquel había sido realmente largo. Desde el Distrito dos hasta el 12. Estaba harto de estar en el tren. Solo deseaba bajar y caminar. Hacia cualquier lugar. No le importaba ni siquiera donde bajar. Pero tenía que ir al 12 por asuntos en el Edificio de Justicia. Él mismo se había propuesto para ir porque necesitaba salir del dos. Cuando creyó que conocer a Ginevra, la chica que leía Peter Pan, le ayudaría a alejarse de los recuerdos de unos nuevos juegos del hambre, se equivocó. Cada vez que recordaba el encuentro pensaba automáticamente en su madre leyéndoles a él y sus hermanos el cuento y los fantasmas le atacaban de nuevo. Como en aquel eterno viaje en tren. No se había quitado ni por un momento a su hermana de la cabeza. Era la perdida que más le dolía. Júlia había salido elegida en unos juegos del hambre y Lucas recordaba perfectamente, fotograma a fotograma como había muerto, lo mal que lo había pasado. Niños que no crecen. Recordó. Y que jamás crecerán.
Por fin, cuando llegó al distrito doce y el tren se detuvo se levantó del asiente como si se tratara de un resorte que acababan de soltar. No se paró a mirar si debía dejar pasar a alguien. Salió del tren casi con ansias y tras un pobre registro que nada tenía que ver con los del dos atravesó las puertas de la estación y se perdió entre las calles del distrito doce. Caminó con parsimonia por las calles, bajo las atentas miradas de la poca gente que había por allí. El olor a carbón y ceniza le había llegado incluso dentro del tren. El doce no tenía nada que ver con el dos. La precariedad era completamente palpable. ¿Cómo podía permitir eso el capitolio? Capitolio al que tu debes lealtad, recuerda. Se dijo a si mismo. Frunció el ceño. Sí. Debía lealtad a quienes estaban haciendo eso. Él era un perro del Capitolio. Él lo había elegido y tenía que atenerse a las consecuencias. Pero últimamente su ánimo por atenerse a las consecuencias empezaba a brillar por su ausencia. El entusiasmo del juvenil Lucas que se unió a los Agentes de la Paz estaba empezando a desaparecer gradualmente. Cuanto más crecía y más cosas de Panem veía más cuenta se daba de lo equivocada que había sido su decisión. Suspiró y se recompuso justo cuando llegó frente al Edificio de Justica. Se estiró el uniforme y recobró su aire fascista. Esa caballerosidad nazi que tanto le caracterizaba. Esa faceta que veían todos los demás, que hacía que a ojos de los demás agentes fuera un honorable y orgulloso Agente fiel como el que más. Pura elegancia y distinción. Tanta como le era posible mostrar enfundado en aquel uniforme echo a medida que le quedaba perfecto y que él le daba una gracia de que los Agentes del 12 carecían.
Entró en el Edificio y sumido en su trabajo olvido casi al completo sus penurias. Esa era, quizá, y solo quizá, la razón por la que seguía ejerciendo devotamente. Ejercer su trabajo le vaciaba la mente. Adoptaba otro carácter, aparecía de nuevo el Lucas joven y despreocupado. Con aquella sonrisa de niño bueno. Tras sus asuntos en el Edificio de Justica, volvió otra vez a las calles del distrito doce. Se paró en la plaza que había justo delante de Justicia, sacó su pitillera, un cigarro, el mechero, y se puso a fumar con parsimonia.Nerwen Riverside escribió:[...]Lucas H. Costa escribió:[...]Nerwen Riverside escribió:[...]
# P A R T I C I P A N T E S , , Morgana N. Feisser y Lucas H. Costa
# L U G A R , , Calles || Distrito 01
# F E C H A , , 05 Feb. 2013
# F R A S E , , Lo que más necesitaba, era dejar atrás las sombras de sus fantasmas.
# R O L , ,
- Spoiler:
- Lucas H. Costa escribió:Salir del distrito dos era, quizá, todo lo que necesitaba. La verdad es que cuando bajó del tren en el distrito uno se sentía ligeramente aliviado. No solo porque aquel día podía dedicarse enteramente a lo que él quisiera, si no porque el ambiente entre el uno y el dos era completamente diferente, lo que ayudaba a despejar sus fantasmas. Había entrado sin problemas en el distrito presentando su documentación y ahora caminaba por las calles del mismo de lo más despreocupado. Quizá tanto que ni siquiera se había parado a mirar por donde caminaba y, cuando quiso darse cuenta, ni siquiera sabía donde estaba.
Se paró en medio de la calle y sacó del bolsillo la pitillera. Escogió uno de los pitillos que había dentro y se lo puso entre los labios mientras guardaba la pitillera y buscaba el mechero. Encendió después el cigarro y dio una larga calada para luego expulsar el humo con infinita parsimonia. Se metió la mano libre, la que no sostenía el cigarrillo, en el bolsillo del pantalón tejano oscuro que llevaba y miró a su alrededor. Aquel día se había despojado de su uniforme de Agente de la Paz porque él también tenía derecho a un día libre. Llevaba, por contra parte, un jersey gris remangado y el tejano oscuro. De porte de lo más sencillo, pero elegante, gracias a sus maneras de moverse.
- Veamos, ¿por dónde he venido? -murmuró a media voz mientras echaba una rápida ojeada a la calle y a los transeúntes que paseaban por ella.Morgana N. Feisser escribió:Vivir en la aldea de los vencedores era algo por lo que valía la pena sacrificarse en los juegos. Era una vida llena de lujos, no tenías que preocuparte por trabajar, claro, con el único altercado de entrenar tributos una vez al año y quizá luego verlos morir en la arena sin poder ayudarlos, pero después de ello vivir de esa forma era mucho más que una buena vida sin duda, y los privilegiados eran pocos, uno de veinticuatro, en el fondo era algo horrible pensar que esos veintitrés murieron para que tu puedas darte esa lujosa vida.
Aquel día tenia un aspecto agradable, a pesar de hacer algo de frío había un radiante Sol, y un cielo sin nubes. Al día siguiente visitaría el distrito cuatro, por lo que decidió pasear por el distrito una última vez. Morgana se observo una última vez en el espejo tras cepillar su cabello repetidas veces y darse un baño. Se vistió de una forma que quizá era demasiado provocativa para solo salir a dar un paseo por tu distrito, pero no le llevo la atención a ello, de todas formas, no era clase de mujer que se cambiaba cientas de veces la ropa para encontrar algo bonito, se coloco sinceramente los primeros zapatos que encontró. Tampoco se preocupo en preparar un abundante desayuno, ya que no fue más que solo un café.
Finalmente luego de al menos una hora preparándose para solo un paseo. Se retiró de su hogar, como siempre con esa hermosa sonrisa que le fue otorgada y ese paso elegante que llevaba consigo. Se paseo por las calles, que esa tarde se encontraba un poco más vacía de lo normal, exacto, a la mayoría le tocaba trabajar entonces, no como ella, que podía darse todos los lujos sin mover un dedo, y sin cansarse ni por un segundo. Solo alguien captó su atención. Quizá porque no era de su distrito, y no muchas veces alguien los visitaba, y si lo hacia, generalmente no se paseaban por las calles, sino por la zona comercial.Lucas H. Costa escribió:Rebufó. Seguía con el cigarrillo en la mano y mirando atrás. Decidió desandar la calle tras pensarlo un poco. Así que se giró y empezó a andar en dirección contraria a la que llevaba antes. Apenas un par de pasos, un pues llegó a un cruce y se quedó quieto de nuevo. ¿Había venido recto o había girado en algún momento? Dio una larga calada al cigarrillo y miró a su izquierda y derecha. Justo cuando giró para mirar a la derecha la vio.
Una joven de estatura media, de cabello largo y oscuro. De facciones delicadas y realmente bella. Últimamente tenía suerte al cruzarse mujeres. Bueno, aquello era relativo, pues el encuentro con la Señorita Canela no había sido precisamente una suerte. Sin embargo, no podía negar que Cinnamon era atractiva, y que el último beso que le había robado había permanecido en su cabeza, solo eclipsado por Ginevra, que por alguna razón se había instalado en su mente y había decidido no abandonarla. Y solo es una cría, joder. Se dijo. Pero vaya cría. Añadió.
Sin embargo, en aquel momento, aun con Ginevra en el rinconcito de su subconsciente tirando de él con todas sus fuerzas se acercó a la morena que estaba al otro lado de la calle. Tenía una escusa casi perfecta para entablar conversación. De lejos no la había reconocido, pero ahora que estaba frente a ella. Era la ganadora de uno de los juegos. No se esforzó en recordar que número de Juegos fue, pero era una ganadora. Joder, era una suerte que hubiera salido de los juegos con vida, hubiera sido una belleza desaprovechada. Sonrió ampliamente, regalando a la joven aquella sonrisa de niño bueno y desvalido que tantaspiernaspuertas le había abierto.
- Disculpe, creo que me he perdido... ¿Podría decirme si estoy lejos de la estación?
# P A R T I C I P A N T E S , , Ginevra Urrison y Lucas H. Costa
# L U G A R , , Edificio de Justicia || Distrito 02
# F E C H A , , 04 Feb. 2013
# F R A S E , , Maybe you're my help, my savior...
# R O L , ,
- Spoiler:
- Lucas H. Costa escribió:Un profundo suspiro y una exhalación de humo blanco salió de entre sus labios. Se había aficionado a la nicotina, igual que a las mujeres y al alcohol. Eran sus vicios, pero el del tabaco sobresalía por encima de los otros dos. Hubiera preferido que su ritmo de acostarse con mujeres fuera mayor que el de fumarse cigarrillos, pero por alguna extraña razón que se escapaba de su entendimiento algunas mujeres aun se resistían a él, por no hablar de las que él descartaba por no ser aquello que él buscaba.
Dio otra chupada al cigarro y observó la plaza frente al edificio de justicia. La misma plaza en la que no hacía demasiado habían elegido a los dos tributos del dos que habían muerto en la arena. Sus vicios, sobretodo el del alcohol, iban a peor en esas fechas. No podía evitar pensar en sus hermanos, muertos en la arena igual que los tributos de aquel año. A veces, y solo a veces, se alegraba de no ser el mentor, pues, probablemente, sería más duro aun. De todos modos, no estaba desentendido de los juegos, en parte porque siempre habían sido parte de él, y por otro lado su puesto de Pacificador le obligaba a estar allí, en aquella misma plaza, para regular el orden y evitar posibles altercados.
Aquel día, su uniforme blanco parecía quedarle un poco menos bien de lo que normalmente le quedaba. Sin embargo, no era el traje lo que desentonaba en su persona. Lucas Holmes Costa, un hombre pulcro, elegante, caballeroso y siempre cuidado lucía aquel día una barba más larga de lo usual, el cabello desarreglado y unas ojeras bajo los ojos que clamaban a gritos lo poco que había dormido. Embargado por pesadillas que lo invadían día sí y día también se le hacía difícil cerrar los ojos. Quizá hubiera sido peor si hubiera pisado la arena. Se decía.Ginevra Urrison escribió:Llevaban días sin hablarse y evitándose el uno al otro. Gin quería acercarse pero no se atrevía. Cada vez que Nirvanett pasaba por su lado, ella agachaba su cabeza y seguía su camino por el pasillo, ya no iban juntos a clase, ya no hacían nada.
No aguantaba más todo aquello, no lo soportaba, las palabras de Prim resonaban en su cabeza aún después de tantos días “… no creo que se anime a decirte que le gustas…” ¿cómo se podía creer eso? Gin sabía perfectamente que a su amigo le gustaba, no, gustar no era la palabra, amaba a Willah y no sabía por qué. Apreciaba a Prim pero seguramente todo se lo estaba imaginando.
No tenía nada que hacer en casa así que salió de ella a dar un paseo, últimamente se había vuelto una rutina para ella, las tareas las acababa rápido, tanto las de clase como las de casa y como ya no veía a los hermanos Adjani era lo único que le quedaba, los paseos. No salió sin el libro que estaba leyendo, en realidad no sabía cuántas veces lo había leído pero no se cansaba. Era un libro muy viejo, de mucho antes de que se fundara Panem, pero su madre aún lo guardaba, Peter Pan.
Caminó media hora hasta llegar a la plaza que se encontraba delante del edificio de justicia, no había mucha gente unos cuantos niños correteando, algunos agentes de la paz… no les hizo caso. Se sentó en uno de los bancos y se centró en su lectura. Poco a poco el olor a cigarro llegó a ella, lo que la hizo toser y salir de su mundo de niños que no crecían. Se giró malhumorada para ver la fuente de ese humo asqueroso. Un agente de la paz.Lucas H. Costa escribió:Casi ni se había dado cuenta de que la joven de cabellos castaño claro había pasado por delante suyo y se había sentado en el banco que estaba justo al lado de donde él estaba parado. Tan inmerso estaba en sus divagaciones que ni tuvo en cuenta el hecho de que el poco aire que corría en la plaza hacía que el humo se desplazara hasta la chica. De hecho, ni se había planteado que el humo de su preciada adicción pudiera molestar a alguien. Era tan habitual para él, que le pareció casi extraño que la joven tosiera. Pero como acto reflejo se cambió el cigarrillo de mano.
- Oh, perdón, no me había dado cuenta de que... -empezó. Dio una última calada y tiró la colilla al suelo, la apagó con la punta de la bota, se agachó a cogerla y la tiró a una papelera cercana. Podría ser fumador, pero era cívico y respetuoso, aunque se le hacía raro, comprendía que no a todos les gustase el humo del tabaco- Perdón -volvió a decir. Carraspeó un momento antes de mirar a la joven y señalar el banco- ¿Puedo? -preguntó antes de sentarse, respetuoso, como siempre, con ese tono de galantería y su sonrisa de niño bueno que, con su actual aspecto atormentado, daba más pena que buenas vibraciones- ¿Que lees? -preguntó el hombre, interesado de repente.
Francamente, no se podía decir que le importara un bledo lo que la joven estuviera leyendo, pero le servía para distraerse. Para apartar de su mente los pensamientos que lo atormentaban. No le vendría mal un poco de acción social. Y, ahora que estudiaba a la chica con detenimiento, pese a joven, era atractiva. Con el cabello ondulado y largo que caía a su espalda y los ojos oscuros, como había comprobado cuando ella le había mirado. Recordaba haberla visto antes, pero no recordaba haber cruzado palabra alguna con ella, y de haberlo hecho, lo recordaría.Ginevra Urrison escribió:El agente de la paz se cambió el cigarrillo de mano. Gin observaba lo que hacía aquél hombre, hombre porque era mucho mayor que ella y eso se notaba solo al verle, lo comparó con los otros agentes y él estaba más descuidado que los demás.
El agente se disculpó con Gin por echarle el humo.
-No importa- tampoco podía reprocharle nada a un agente de la paz ¿y si era uno con mal genio? Seguro que no le permitiría una mala contestación. El agente dio una última calada para después tirarlo al suelo y apagarlo. Por un momento a Gin no le sorprendió que lo tirara al suelo no esperaba más de una persona así, no les tenía mucho aprecio se notaba, pero aún así se sentía con la obligación de callar sus ideas y opiniones ante ellos. Se tuvo que tragar sus pensamientos al ver como recogía la colilla del suelo y la tiraba a la basura, no se lo había esperado, quizás se adelantaba demasiado en juzgar a ciertas personas.
El agente se mostró muy educado y eso a Gin le ponía de los nervios, él le pidió permiso para sentarse a su lado “Como si pudiera negarme…” pensó y luego asintió con la cabeza haciéndole sitio en el banco. Gin estaba tensa ante la presencia de ese hombre, no le gustaba estar con gente que no conocía a excepción de Sesame, la chica que había conocido huyendo de los agentes, ella le transmitía algo que la persona que tenía al lado no.
Intentó ignorar su presencia volviendo a su lectura, pero apenas había leído unas líneas cuando su compañero de banco se volvió a hacer notar haciéndose el interesado por su libro. Gin cerró el libro y le mostró la tapa sin importarle si lo conocía o no.
No había mirado directamente al agente en todo ese tiempo, pero al mostrarle el libro le miró a los ojos, azules, un azul que le dolió en el alma. No se lo podía sacar de la cabeza.Lucas H. Costa escribió:Peter Pan. Recordaba ese libro como recordaba los cientos que había leído. Muchos de mucho antes de que Panem siquiera existiera. No se explicaba como habían llegado enteros a sus manos, pero la cuestión es que tenía una biblioteca considerablemente extensa y eso le gustaba. Era, quizá, su único vicio sano. Lucas era un bibliófilo de pies a cabeza, no solo era entrenamiento y fuerza bruta, era del pensamiento de "Mens sana in corpore sano", cita que tampoco conseguía explicar como había llegado a él, pero con la que no podía estar más de acuerdo. Generalmente, detestaba a sus compañeros de trabajo, por que lo de una mente y espíritu cultivados eran algo de lo que carecían, siendo tan solo músculos y fuerza. Asintió con una sonrisa.
- Niños que no crecen, que idílico -murmuró con cierta nostalgia. Añoraba su infancia. Una infancia en la que sus hermanos y sus padres vivían y él era feliz leyendo cuentos, estudiando... ¿Cuanto había pasado desde entonces? Demasiado. Demasiado tiempo malgastado y sin el más mínimo sentido. Había dedicado su vida al entrenamiento ¿para que? Para llegar a donde estaba ahora. Sentado en un banco charlando con una chica quizá demasiado joven para él, pero innegablemente atractiva. ¿En que estoy pensado? Casi podría ser mi hermana pequeña. Se castigó de repente. Su hermana pequeña... Ahora mismo tendría unos 20 años y si no hubiera salido elegida ahora estaría viva y salva de cosechas. Pero salió elegida. Se dijo. Deja de pensar en ellos. Carraspeó y miró al frente, apartando la mirada de la muchacha que, cuando lo había mirado a los ojos parecía haberle inflingido algún daño mental. Algo le decía en su mente que ese no iba a ser el último encuentro con esa chica, pero si la última vez que se encontraban casualmente.- ¿Te gusta mucho leer? -preguntó- Creía que los niños de este distrito solo se interesaban en salir elegidos en la cosecha. -añadió, no sin cierto resentimiento hacia él mismo. Pese a que era un perro fiel al Capitolio, a veces no discernía del todo si estaba o no de acuerdo con lo que hacían con los niños. Sobretodo cuando pensaba en sus... Deja de pensar en tus hermanos, maldita sea. Se dijo de nuevo. Era casi como una obsesión. Solo quería que las cosas se tranquilizasen de nuevo, que los juegos empezaran a olvidarse y que su rutina lo absorbiera de nuevo.Ginevra Urrison escribió:Se sorprendió por las palabras del agente. ¿Conocía el libro? Estaba dándose cuenta de que no paraba de creer cosas equivocadas de ese hombre, parecía todo lo contrario a lo que creía que era un agente de la paz y más procedente del distrito 2. “Niños que no crecen” había dicho él, Gin no pudo evitar pensar en los niños que iban a los juegos, incluso a los 12 años, esos niños nunca crecerían y nunca experimentarían lo que es convertirse en un adulto, eso le ponía triste y algo alterada, le quedaban dos años con la posibilidad de entrar en los juegos y el miedo era lo único que le poseía cuando llegaba la cosecha.
- ¿Conoce Peter Pan, lo ha leído?- Pensó que lo adecuado era hablarle de usted teniendo en cuenta el cargo de él. Cuando preguntó lo hizo despacio y sorprendida. La verdad es que, a parte del ejemplar de sus padres, no había visto otro y no mucha gente conocía el libro. Se emocionó por unos segundos al ver que podría hablar de libros con alguien, aunque fuera aquella persona. A pesar de la apariencia del agente, a Gin le empezó a interesar cada vez más, quizás solo necesitaba una conversación donde las palabras “entreno” o “muerte” no entraran en ella. Estaba realmente harta de pelear, pero no tenía más remedio, el distrito 2 era así y si eso le servía para sobrevivir en la arena algún día no lo iba a desaprovechar.
- Me encanta- le contestó orgullosa de ello.- Pues creía mal señor agente. Puede que viva en este distrito pero mi manera de pensar sigue en el 8- hizo una pausa- y sintiéndolo mucho, no me sentiría emocionada si me eligieran- las últimas palabras las había dicho sin pensar, apretó la boca asustada, esperando que eso último no le costara un castigo o algo semejante.
Debía recordar que no estaba en el 8, que estaba en un distrito que fabricaban profesionales a los cuales les parecía un honor salir elegidos y que por lo tanto se presentaban voluntarios a ello.Lucas H. Costa escribió:Sonrió con nostalgia. Se recostó contra el respaldo del banco y miró hacia el cielo pensativo. Niños que no crecen. Pensó y suspiró con pesar. Como su hermana. Como su hermano. Como tantos otros. A veces, por muy fiel que fuera al Capitolio, se preguntaba si aquello no era una crueldad innecesaria. Cerró los ojos y apartó el pensamiento de su mente. No. No podía pensar eso. Menos él. Era un agente de la paz comprometido con su país. No podía dejarse vencer por sentimentalismos de su infancia. Pero se le hacía tan difícil.
Miró de reojo a la joven que le preguntaba sobre el libro y suspiró. Asintió con la cabeza y recordó a su madre contándole el cuento a él y sus hermanos. Sonrió, de nuevo con ese aire de nostalgia en sus ojos azul intenso. Miró a la joven directamente.
- Cuando mi madre y mis hermanos aun vivían, ella nos contaba cuentos. Ese fue uno de ellos, más tarde, cuando crecí, lo leí por mi cuenta -contestó.
Le gustó la contestación de la joven. Asintió con aprobación y la estudió con detenimiento. No era una chica del dos como los demás. Ella misma lo acababa de dejar claro. Había vivido en el ocho y su ideología seguía arraigada en aquel distrito. Ella no era de las que querría salir en los juegos. No se enorgullecería de ello. Lucas pensó en en eso. Sí él hubiera salido elegido... Él si se hubiera sentido orgulloso y emocionado. Ahora ya no. Pero no podía decirlo en voz alta.
- Nadie debería sentirse emocionado -susurró, tan bajo que dudó un momento de que Ginevra le hubiera oído y se la quedó mirando para ver su reacción. Él diciendo aquello. Se reprimió mentalmente por aceptar aquel hecho. Él debía sentirse orgulloso de servir a Panem. Él debía castigar a aquellos que se pronunciaran en contra del país y de su gobierno. Pero cada día estaba más cansado de todo y cada día sentía menos pasión por el Estado. Y allí estaba él, arrepentido en silencio de haberse unido a los pacificadores. Arrepentido de no poder llegar a casa cada noche y abrazar y besar a su esposa, y saciando esa sed con alcohol, demasiadas mujeres y tabaco.Ginevra Urrison escribió:Sonrió con ternura al agente sin pensar, esto le sorprendió pues llevaba mucho días sin sonreir, no tenía ganas de ello y no era una hipócrita que sonreía sin sentirlo de verdad.
Sobre Petar Pan, era un buen primer cuento a su parecer, no había sido el primero para ella, pero su padre se lo leía cada noche antes de ir a dormir y a Gin le costaba dormirse solo por saber cómo continuaba, por eso le guardaba un especial cariño a aquella historia. Al final acabó leyéndolo ella misma y así pasó con muchos de los libros que tenía su padre. Los devoraba y cuando se los había leído volvía a leerlos.
- Fue mi primer libro y siempre será el primero- dijo como si hablara de un amor, un amor como el que sentía por Nirvanett. Movió la cabeza para olvidar a su amigo. Gracias al agente había medio olvidado la situación, pero no parecía funcionar del todo- por cierto, soy Ginevra- se presentó.
Por suerte no parecía haberle molestado el comentario sobre los juegos, eso hizo que Gin se relajara y a la vez la dejó un poco descolocada. Se suponía que no se podía hablar así de los juegos, no es que hubiera dicho nada que fuera muy grave, pero conociendo al Capitolio era suficiente para que pareciera traición.
Le miró con los ojos bien abiertos al escuchar el murmuro del agente. Acto seguido, con algo de nerviosismo miró hacia los lados, luego volvió a mirarlo.
- ¿Pe… perdón?- preguntó tartamudeando un poco. No sabía si había escuchado bien las palabras del Agente de la Paz, pero sí, había dicho lo que ella creía. Aunque no se lo podía creer y le parecía algo fuera de este mundo se sintió, por una vez, orgullosa de él.
-No parece un agente de la paz… es distinto- se atrevió a decir sonriendo.Lucas H. Costa escribió:Sí, justo esa cara era la reacción a sus palabras. En efecto, le había escuchado. Ginevra sonrió después. Lucas Costa no supo descifrar porque. Pero no era bueno. No era bueno que él aceptara abiertamente lo que acababa de aceptar, como cuestionando a quien le daba de comer. Era como un perro que mordiera la mano de su amo y algo en su cabeza gritaba desesperado que no debería haberlo hecho. Que no debería ser diferente justo como Ginevra acababa de decir. Pero aquella sonrisa de la chica, aquella especial distinción para con los demás... Lucas cerró los ojos en un parpadeó largo y pausado y los abrió de nuevo cuando supo que Ginevra había quedado fuera de su ángulo de visión.
- Y no debería serlo... -murmuró entre dientes, tenso- Olvídalo. -añadió.
En su estupor y ensimismamiento, ni siquiera se había fijado en que la joven se había presentado. Parpadeó un par de veces, rápido y después volvió a mirar a Ginevra. Ginevra... Que irónico era todo a su alrededor. Su bebida favorita y una mujer atractivas juntas en un solo ser. Le pareció divertido, tanto que no pudo evitar una carcajada resignada. ¿Le perseguían sus fantasmas a propósito? Clavó sus ojos en los de la chica y asintió lentamente.
- Lucas Costa -mencionó- Un placer, señorita Ginevra, y, por favor, tutéame, pero solo en privado. -volvió a sonreír y le guiñó un ojo con cierto aire complice. Aunque se arrepintió casi al acto, no cambió su actitud. Aquella chica le agradaba. Quizá porque veía en ella algo así como un reflejo de su hermana pequeña. Ella no se había emocionado cuando le tocó ir a los juegos. Y cuando se habían despedido, había abrazado a Lucas llorando. No llores, múestrate orgullosa. Le había dicho Lucas mientras le limpiaba las lágrimas. Ahora deseaba con todo su ser que alguien se hubiera presentado voluntario por ella, porque ella no se hubiera negado a quedarse, aunque se hubiera labrado una mala reputación. A la mierda las malas reputaciones, pensó Lucas, ahora estaría viva- ¿Que edad tienes? -preguntó de repente Lucas.Ginevra Urrison escribió:[...]Lucas H. Costa escribió:[...]
R O L E S pasados.
# P A R T I C I P A N T E S , , Cinnamon Tishdale y Lucas H. Costa
# L U G A R , , Estación de Trenes || Distrito 02
# F E C H A , , 05 Feb. 2013
# F R A S E , , Descartadas las molestas niñas de papá...
# R O L , ,
- Spoiler:
- Cinnamon Tishdale escribió:El suave chirrido de los frenos del tren delató que había terminado por fin su viaje. No había sido una distancia excesivamente grande, pero suficiente para que a una de sus ocupantes le diera la sensación de abandonar parte de su clase, basado esencialmente por la dirección que había tomado. ¿Cuándo verían esos ojos verdosos que el cacharro metálico en el que iba subida la llevaría a su destino soñado?, por el momento se le resistía y le producía desencanto. Por supuesto no daba muestras de un intento por ocultar su disgusto, al contrario, daba a conocer su indiferencia a través de la ventana a todo aquel entrometido que esperara ver viajeros del Distrito 01.
Unos minutos después de que saliera el que se creía último pasajero, apareció en la puerta del tren una señorita de piernas infinitas bajando por los peldaños. Había escondido su mirada detrás de unas enormes gafas oscuras elegantemente adornadas con pequeñas piedras brillantes. Llevaba el pelo suelto en una melena cobriza llena de ondulaciones que llegaban hasta la cintura, y sus labios rosados y voluminosos estaban medio fruncidos gracias a la idea de pisar semejante lugar. El Distrito 02 no era indeseable para la mayoría de los habitantes de Panem, pero a ella todo lo que no fuera el Capitolio o su hogar le resultaba degradante. Con aires de diva recorrió los andenes enfundada en un vestido de un vivo color verde que marcaba cada curva de su anatomía. A pesar de los continuos consejos de sus más allegados, portaba numerosas joyas que la hacían destacar entre la multitud, sin las cuales le daba la sensación de estar desnuda. Todo el mundo debía hacerse eco de su posición, y por supuesto, tratarla como tal, o al menos eso era lo que pensaba Elle, o Cinnamon como le gustaba que la llamasen.
De uno de sus brazos pendía un enorme bolso negro a juego con las gafas y unos tacones de vértigo que elevaban más de 10 centímetros su ya de por sí nada discreta altura. Al ir a salir del andén se encontró con una cola de registro. Su "agh" resonó casi en toda la estación y captó la mirada de más de uno, tras ello comenzó a perderse en su bolso buscando algo entre los numerosos trastos que llevaba.Lucas H. Costa escribió:El repiqueteo incansable e impaciente de su zapato dando golpecitos en el suelo casi quedaba eclipsado por el ir y venir de la gente de la estación. No sabía porque, pero estaba parado en la estación, apoyado en una pared y rebuscando la pitillera con sus cigarros en el bolsillo de su impecable uniforme blanco. El Lucas del día anterior, un Lucas atormentado y con falta de sueño había desaparecido casi por completo. Quizá Ginevra, la chica que se había cruzado en el Edificio de Justicia, tuviera algo que ver, o quizá no, pero no podía quitársela de la cabeza. Aunque eso, por lo menos, apartaba de su mente los recuerdos de su familia muerta, lo cual era ciertamente de agradecer.
Encontró al fin la pitillera de plata y la sacó. La abrió con infinita parsimonia y sacó uno de los pitillos del interior. Lo aguantó entre los labios mientras volvía a guardar la pitillera y sacaba el mechero. En ese momento miraba hacia el tren que acababa de llegar. El torrente de gente había bajado y parecía que, por fin, el vehículo iba a quedar vacío. Lucas estuvo a punto de bajar la vista hacia el mechero para encender el cigarro pero se detuvo cuando en la puerta apareció una joven de cabellos cobrizos. Sus piernas, que se adivinaban interminables bajo un vestido verde escandalosamente ceñido y que marcaba cada centímetro de su cuerpo, se activaron y echó a andar. Lucas dejó de mirar a la recién llegada y, de repente, Ginevra había desaparecido de su mente. Encendió el cigarrillo y dio la primera calada con calma y tranquilidad. Dedicó una segunda y estudiada mirada a la mujer ataviada con joyería y brillantes. Las gafas de sol oscuras escondían sus ojos y parecía crispada. Te quitaba tu enfado en un santiamén, mujer. Pensó Lucas dibujando en su rostro la sonrisa más socarrona y atrevida de que disponía en su repertorio. Pero luego recordó como se llegaba más lejos con una mujer y borró su sonrisa para sustituirla por su ademán de niño bueno y gentil.
Se acercó por detrás de la mujer justo cuando ella expresó su desagrado en forma de onomatopeya al ver la ingente cantidad de gente que se aglomeraba en el registro de entrada al distrito. Lucas sonrió mientras se lamía los labios. Después carraspeó para llamar la atención de la mujer que rebuscaba algo en su bolso.
- ¿Necesita compañía para no aburrirse, señorita? -preguntó el hombreCinnamon Tishdale escribió:Siguió buscando con persistencia y cuanto más tiempo pasaba, mayor era su enfado. A punto estuvo de tirar todas sus pertenencias al suelo de la desesperación, pero no, esos no eran modales dignos de ella que siempre cargaba con esa actitud tan forzada de mujer regia. Sus gestos eran en muchas ocasiones hasta parsimoniosos y despreciables, pero eso no le impedía ser una muchacha elegante de pies a cabeza -cuando quería-.
Acostumbrada a que los desconocidos se le acercaran, al principio no prestó ni la más mínima atención a la presencia de aquel hombre, incluso se atrevió a hacerle un ademán con la mano como si tratara de espantar a un insignificante chucho de su lado.
- Esfúmate. - Inquirió con voz melodiosa pero firme, alardeando de buena parte de sus aires de grandeza.
Apenas le había echado una fugaz mirada antes de volver la vista a su bolso, pero enseguida procesó que no se trataba de cualquiera y volvió a levantarla al instante con una disimulada sonrisa en los labios. Como no, había cambiado un gesto de asco por esa expresión cándida y sensual de la que hacía gala cuando buscaba algo. Al momento su rostro se tornó en todo simpatía y sugerencia, dejando a un lado su fallida misión y recomponiéndose frente al agente con extraordinaria compostura. De nuevo volvía a ser esa mujer despampanante que se mostraba como si el mundo le perteneciera con un atisbo de dulzura en la mirada cuando retiró sus gafas siendo todo distinción y finura.
- Disculpe agente, pensé que era uno de los hombres que me acompañan. - Mentira, y muy grande, los perros se habían quedado en casa. - Es exactamente lo que necesito, no le importa acompañarme, ¿verdad?
Sus ojos se clavaron en los azulones de aquel perfecto y atractivo agente. Lo hacía por compromiso pero desde luego no era ninguna visión esperpéntica la que encontró. Jugó con la mirada recorriendo desde su boca hasta su garganta para volver a cruzarse con la suya. De esta forma no esperó a la posibilidad de tener un no por respuesta, se encaramó a su brazo y echó a andar haciendo que acompañara al sonido de sus tacones por la pasarela. Volvió a ponerse las gafas justo antes de llegar al lugar del registro.
- Voy con él.
Nuevamente antes de que denegaran su paso tiró del agente dedicándole una perfecta sonrisa a medida que eludían el exhaustivo registro que se estaba llevando a cabo. ¿El motivo de la actuación? Su identificación también se había quedado en casa como de costumbre, después de todo en el 1 todos sabían de quién se trataba.Lucas H. Costa escribió:Estuvo a punto de soltar una carcajada ante la actitud de la mujer. Un simple gesto con cierto desprecio a la vez que le ordenaba que se esfumara. Pero se contuvo, y en lugar de reír dio una chupada al cigarrillo y soltó el humo con parsimonia desmesurada y una chulería de lo más elegante. Miró a la joven que seguía inmersa en su bolso. No creo que quieras que me esfume. Estaba a punto de soltar su frase triunfal cuando la joven se giró a mirarle y, en efecto, confirmó la frase que había formulado en su mente y no había tenido oportunidad de pronunciar en voz alta. La joven se quitó las gafas de delante de los ojos y lo miró. Unos ojos castaños, con un tono dulce, y fingido, desde luego. Había calado a la mujer, desde luego, Lucas no era idiota, y aquella damita había fallado en su comportamiento. Primero con su desagradable "esfúmate", que después, viendo quien era el hombre, había intentado arreglar con una disculpa. Aún así, aquellas curvas encantadoras se merecían una oportunidad. Y hasta dos, al fin y al cabo, Lucas solo quería una cosa, y para hacerla no necesitaba que aquella mujer fuera simpática, solo fogosa.
- Descuide, estoy seguro de que los hombres deben atormentarla a todas horas. Solo hace falta echarle un vistazo. Desde luego que no me importará acompañarla, me resulta usted encantadora y nada me complacería más que salvaguardarla mientras damos un paseo por el distrito. -comentó, meloso y con su perfecta sonrisa de hombre encantador.
La joven ni siquiera se había demorado en escuchar la respuesta de Lucas, se encaramó a su brazo sin más, después haber estudiado su rostro, detalle que el agente no había pasado por alto. Después echó a andar por la pasarela, acompañada por el agente. Se colocó de nuevo las gafas de sol y anunció que Lucas la acompañaba como si eso fuera a salvarla de pasar cualquier registro. El trabajador a cargo echó un vistazo a Lucas que asintió con un parpadeo lento, dando a entender que él se ocuparía de la mujer. Y claro que lo haré, de la mejor manera que pueda. Pensó. Si realmente podía.
- Mi nombre es Lucas, por cierto. ¿Que la trae al Distrito 2, señorita...? -alargó la última palabra esperando que la mujer dijera su nombre, pues aun no se habían presentadoCinnamon Tishdale escribió:Evidentemente había sido descarada, interesada, hipócrita y descubierta en sus artimañas, ¿y qué? de cualquier forma sabía que ser una mujer le abría más de una puerta por mucho que se adivinaran sus intenciones, sino a la vista estaba. Bastaba con mostrarse un poco predispuesta a las insinuaciones como para que eso que colgara bajo sus pantalones estuviera dispuesto a bailar entre sus piernas. Hombres. Había conseguido lo que buscaba, no le importaban los métodos y poco o nada las consecuencias que le trajera con semejante guaperas, así que su gesto no podía ser más triunfal. ¿Él se esperaba acaso que ella no acertara con las suyas?
- Tishdale... Cinnamon Tishdale. - Pronunció con una constante mirada al frente a la par que se deshacía de su cercanía. Cuando pronunciaba su nombre lo hacía de un modo cortante y altivo, sabiéndose heredera de una fortuna por mucho que fuera en un distrito. - Y me traen negocios más importantes de los que le incumben a un agente de la paz, por bueno que sea.
Echó a andar dando buena muestra de sus caderas tambaleantes, dejando atrás al agente gracias al cual había conseguido librarse de una situación bastante peliaguda, no todos eran igual de simpáticos y fáciles de corromper. Pensó en escaparse de sus garras simplemente dejándole allí plantado con la fascinante visión de sus posaderas alejándose, pero algo le decía que el haber sido tan permisivo tendría un pago mayor que ese. Paró en seco sacando algo de ese bolso sin fondo que colgaba con elegancia de su brazo. Cuando volvió a girarse tenía entre sus labios un cigarrillo largo y estrecho que parecía hecho a la medida de sus pretensiones de dama de alta sociedad.
- ¿A qué espera, Lucas? - Preguntó con un deje seductor en su voz pausada y perfectamente audible a pesar de la distancia que empezó a haber entre ellos. - Ya que compartimos vicios, compartamos también el camino, seguro que su compañía será... agradecida.
Tras aquello hubo una pausa mirándole de forma lasciva tras las lentes opacas, no tenía intención de negarle algo de miel si con ello conseguía una estancia pacífica y sin altercados dentro de ese distrito obrero que tan poco le gustaba, por no hablar de la inseguridad que le inspiraba. Nunca venía mal otro perro que la escoltara.Lucas H. Costa escribió:Arqueó las cejas y esta vez no pudo evitar la carcajada. La joven se había aflojado el agarre de Lucas y caminaba delante suyo mientras Lucas reía. Tiró el cigarrillo, ya consumido al suelo y se metió una mano en el bolsillo del pantalón. Se encogió de hombros con total indiferencia y asintió. Aun parado en su posición. Aquella mujer podía estar todo lo buena que quisiera, pero Lucas no solía consentir a las niñas de papá. Lucas sabía perfectamente que ella estaba en el 02 y que no había cumplido el registro de entrada, las cosas no jugaban precisamente a favor de la señorita Canela.
- Como quiera, preciosa. Espero que no se compliquen sus importantes asuntos sin su registro...-sentenció el hombre aun con las cejas levantadas y una expresión ligeramente vil en el rostro, aun sin borrar su sonrisa. Creyó que aquello era su despedida y estaba a punto de voltearse y redirigir su marcha a algún otro lugar, posiblemente más provechoso que escoltar a una niña mimada de alta escala social cuando la joven se giró para llamar de nuevo su atención y animarlo a alcanzarla. ¿A que estas jugando, señorita Canela? se preguntó mentalmente mientras fruncía ligeramente el ceño y con desgana e indiferencia extremadamente marcada reanudaba la marcha tras de Cinnamon.
Sonrió ante la lascivia en el gesto de su acompañante y se animó a pensar que quizá no fuera tan aburrido acompañar a la niña de papá. Al fin y al cabo, era ella la que estaba pendiendo de un hilo. solo tenía que llevarla de vuelta a la estación y obligarla a hacer el registro. Él era la Ley en aquel momento, tenía todo el derecho de hacer lo que quisiera.
- Claro, compartamos camino. No se sentirá amenazada con La Ley junto a usted. -sentenció, remarcando La Ley y obviamente dejando entender la situación en la que se encontraba. Por más poder adquisitivo que tuviera, ahora mismo, allí, en el Distrito 02 no era nadie. Era solo una mujer sin un registro rellenado. No había evidencia alguna de que hubiera llegado en tren y la voz de Lucas podría pronunciar que la Señorita que hacía llamarse Cinnamon Tishdale estaba en el distrito equivocado, sin documentación y sin empresa alguna, cosa, que a los ojos del Capitolio no estaría muy bien visto- Pero puede que mi agradecimiento no vaya a cobrarse con dinero, preciosa...-sentenció mirando al frente y sin intenciones ocultas. Era una indirecta completamente directa que podría entender cualquiera.Cinnamon Tishdale escribió:Máscaras fuera, "ya era hora" pensó. Si tenía que hacerse la sumisa con el señorito, que así fuera, tenía ganas de terminar con el circo de una vez por todas. Dejó caer el cigarrillo tras darle un par de profundas caladas y lo pisó dejando la colilla ensuciando un poco más aquellas baldosas. Echó una rápida mirada a su alrededor, evidentemente su presencia no era de las más desapercibidas pero qué importaba que desapareciera junto a un pacificador, pocos se atreverían a cuestionar una decisión como aquella. Precisamente haciéndose valer de ese motivo llevó a su acompañante hasta un lugar que parecía desierto, uno de tantos pasillos que se abrían camino entre la estación dando por hecho que con eso valdría. No hizo falta que él le confirmara que el paso por aquel lugar con nada más que una salida era de lo más poco transitado, quedaron atrapados entre altas paredes de ladrillo más ostentoso de lo que esperaba.
Le gustaba llevar las riendas, no lo iba a negar, pero con ello llevaba también una actitud de muñeca que les hacía fantasear, una de sus especialidades. Tras haberlo acorralado a una pared con una agresividad de lo más provocadora se convirtió en una dulce gatita arrimándose a su dueño.
Con suavidad acariciaba su rostro y la barba prominente hasta bajar por su cuello. Nuevamente se deshizo de las gafas y esta vez las guardó en el bolso que poco después dejó caer al suelo. Simplemente por el placer de abrir boca dejó que su lengua acariciara su garganta lentamente hasta llegar a su boca, con la cual hizo exactamente igual dejándole solamente una muestra de lo que podía ofrecer, sin apostar por atrapar sus labios entre los de la joven. Se apartó y miró los ojos de Lucas con expresión divertida en el rostro, e instantáneamente bajó rozando su cuerpo hasta llegar al borde del uniforme. Pasó por encima de él y con un movimiento sinuoso y lento volvió a la verticalidad, aunque no sin dejar una de sus manos allí. Le agarró, y con fuerza, más de la que seguramente esperaba.
- Puede que tú seas "La Ley" - pronunció con tono despectivo y mordaz en sus palabras - pero yo soy el dinero, ponlo en una balanza y dime qué gana. No me tomes por puta.
Suavizó su gesto y relajó la mano acariciándole unos instantes apartándose después.
- Última vez que me amenazas, hacer la vista gorda puede ser la primera de muchas infracciones, ciertas o no... mejor no me pongas a prueba. - Dijo con una seguridad abrumadora. - Una lástima que lo hayas estropeado con tus genes de macho dominante, hubiera sido interesante descubrirlos en otra faceta.Lucas H. Costa escribió:Se dejó guiar por la mujer hasta un pasillo desierto. Ella lo atrapó entre su cuerpo y la pared y él la miró con hastío y aburrimiento. No era lo que esperaba. Lo había descubierto en la primera sentencia de la mujer, la primera de todas. Ese esfúmate. No era una mujer elegante y sencilla como hubiera deseado. Era una mujer extravagante y con dinero por cerebro. Dejó que la mujer jugara con él. Dejó que se quitara las gafas, que las guardara y las metiera en el bolso que después tiró al suelo. Jugueteaba con barba y después se atrevió a llevar su boca hasta el cuello del hombre y después a sus labios. Se deslizó hacia abajo y después volvió a subir dejado su mano en la entrepierna del hombre. Si era suficientemente activa sexualmente se habría dado cuenta de que el hombre ni siquiera estaba un poco excitado, que para él, ella había perdido cualquier tipo de atractivo que pudiera haber tenido. Pero ella ejerció más presión de la esperada. Lucas la miró a los ojos impasible, como si ni tan sólo lo hubiera notado, esperó las palabras de la mujer y cuando ella le soltó, fue su turno de atacar.
Físicamente estaba en desventaja y era un hecho palpable, tanto al tacto como a simple vista. Lucas cogió a la mujer por la muñeca cuando ella se apartó y giró completamente las tornas. Ahora el la acorralaba contra la pared a ella.
- Creo que no comprendes la situación en la que te encuentras, princesa. -sentenció- Tu dinero, aquí y ahora no te sirve para nada. No has pasado el registro y si ahora mismo te llevo a que lo pases no entrarías al 02. Te mandarían directamente de vuelta a tu distrito, cosa que, creo, no te desagradaría, pues no pareces estar muy a gusto aquí. -continuó- Creéme que al Capitolio, tu dinero, ni le va, ni le viene. No depende de él ¿comprendes? Eres solo una pieza más para ellos. Como yo, desde luego. La diferencia recae directamente en quien es fiel a ellos, en quien los defiende, y ese soy yo, no tu. -afirmó- No te he tomado por una puta, esa es la interpretación que tu has querido tomar. Puedo conseguir otras mujeres si me apetece, no me hacía falta dejarte pasar al distrito para eso. De hecho, podría irme y dejarte aquí ahora mismo y que hicieras lo que tuvieras que hacer, no me importa lo más mínimo, pero has entrado en mi distrito sin estar registrada. He pasado por alto ese hecho, te he evitado problemas podrías mostrarte un poco más agradecida. En ningún momento te he pedido que te desnudes, o he pretendido ir más allá. No quiero tu dinero. Un simple "Grácias" habría bastado. ¿Conoces la palabra "Gácias"? Se usa cuando alguien hace algo bueno por ti -la miró a los ojos, tomó su mentón con la mano y elevó el rostro de la chica para encararlo con el suyo propio. Lo examinó unos segundos. Joder que si era atractiva, y sí, tenía un interés sexual. Pero no necesitaba un pago a cambio de dejarla pasar, lo había permitido porque le apetecía y ya está- No soy negligente en mi trabajo. Me parecía interesante dejarte pasar, pasear y charlar contigo. Sí, antes de que te molestes, me acostaría contigo, pero ¿a cambio de dejarte pasar al distrito? No seas tonta. Podría haberte abordado antes de que pasaras y ya está ¿No crees? Pero por raro que te parezca, el sexo no es mi interés principal, no soy de ese tipo de personas que abordan a las mujeres en contra de sus propios intereses, para mí, si una mujer no disfruta del tiempo conmigo, pierde cualquier morbo que pudiera tener. Ahora, si quieres ser una adulta madura podemos seguir con nuestro paseo, ir a tomar una copa, charlar y dejar que la relación fluya sin guardar rencores mutuos. También podemos simplemente separarnos y fingir que jamás nos hemos visto. De hecho, la estación no es problema mío, yo no cargaré con las culpas, lo hará el encargado de los registros. O puedo llevarte a que te registres, aunque nunca fue mi intención -finalizó. Se apartó de ella, levantó las manos en señal inocente y se recostó en la pared de enfrente. Sacó su pitillera, un cigarro, lo encendió y empezó a fumar. Dejó vía libre para que la mujer saliera, si es que quería marcharse.Cinnamon Tishdale escribió:No le sorprendió verse acorralada por una bestia, aunque en realidad no era tan brusco como hubiera pensado. Lo que sí llamó su curiosidad fue el arrebato de hombre herido en el orgullo que le estaba dedicando, por favor como si le importara en lo más mínimo. No había una sola palabra que creyera de todas cuantas había dicho, a ella no la engañaba con ese discurso pero tampoco iba a gastar tiempo en engrosar esa conversación y mucho menos en darle una mínima satisfacción de verse avergonzada.
Trató con todas sus fuerzas mostrarse interesada en lo que tenía que decir pero le era imposible reprimir esas miradas al cielo pidiendo ayuda para que le sacaran de su sopor. Lo que habría pensado que se solucionaría con un par de besos, tenía que complicarlo el señor con majaderías y hacer que perdiera su valioso tiempo. De todo lo que había escuchado únicamente tenía razón en una cosa: quería volver a su distrito y salir de ese estercolero tan bien disimulado, pero era lo único que no podía hacer por lo que calló a la espera de que terminara sin añadir una sola palabra. En cuanto le abrió paso ella lo tomó como la señal que necesitaba para sentirse libre de nuevo. Lo había dicho, le traía sin cuidado que Elle estuviera allí o no, así que conseguido lo que quería a otra cosa mariposa. Cogió sus pertenencias con gesto cansino y se permitió el lujo de responderle con frases cosas y concisas antes de emprender su marcha.
- Muy bonita su demostración sobre la teoría de la dignidad, solo le falta aplicarla en el lugar y el momento adecuados, así no ha dejado más que constancia de que he sido capaz de molestarlo, sea de la forma que sea... Si quiere parecer despreocupado, no deje que niñas malcriadas le saquen retahílas como esas. Ahora, si me disculpa...
Le dio la espalda comenzando a andar pero de repente dio la vuelta un segundo para decir las que debían ser sus últimas palabras.
- Por cierto, Lucas, seremos juguetes en manos del Capitolio, pero su comodidad aquí depende de alguien y no creo que sea de sus altas esferas. Ese tipo de personas son fáciles de comprar y nadie se preocupará de que un agente de paz pase penurias o no por muy fiel que sea. No se crea tan intocable porque yo sea una forastera, me subestima. Ah, y no, no me han enseñado a darlas, al menos a quien no las merece, ¿o acaso debo recordarle su indirecta?
Sin más echó a andar adentrándose en el bullicio de la estación.Lucas H. Costa escribió:Ya ni siquiera le escuchaba. Satisfecho de cuanto había dicho y sin nada más que añadir se dedicó a fumar mientras el sonido de la voz de la joven mujer permanecía encendido. Cuando se calló al fin, Lucas la agarró de la muñeca justo antes de que se marchara, le levantó la barbilla, la besó en los labios y sonrió ampliamente antes de volver a separarse de ella.
-Adiós señorita Canela, un gusto –soltó, irónico, dando efectivamente pruebas de que había ignorado por completo las últimas palabras de la mujer- Espero encontrármela en otro lugar más adecuado la próxima vez, quizá entonces si me apetezca forzarla. Ándese con cuidado, hay mucho maleante suelto que le robará algo más que un beso... -añadió riéndose de ella.
Y tras eso, la soltó y la dejó perderse entre el bullicio de gente apoyado de nuevo en la pared muy dispuesto a acabarse su cigarrillo mientras observaba el trasero de Cinnamon alejarse.
Lucas H. Costa- SOLDADO. DISTRITO 13.
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