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AMBIENTACIÓN.
La guerra ha transformado a Norteamérica en el país de Panem, dividido en doce distritos controlados por el tiránico Capitolio. Los Juegos del Hambre obligan a dos jóvenes de cada distrito a luchar por su vida en un espectáculo televisado con único vencedor.
Tras los suicidios de algunos tributos en las últimas ediciones de juegos, los distritos se han comenzado a organizar para una rebelión contra el capitolio. Los cabecillas de la revolución reparten el boletín rebelde, un folleto anónimo que apuesta por la revolución, y en el distrito 13 las fuerzas del ejército se preparan para una guerra inminente. Sin embargo, en el Capitolio, donde todavía persiste la emoción de los recién terminados 79 Juegos del Hambre, extreman las medidas de seguridad y jugarán todas sus cartas para que los rebeldes no se salgan con la suya.
Tras los suicidios de algunos tributos en las últimas ediciones de juegos, los distritos se han comenzado a organizar para una rebelión contra el capitolio. Los cabecillas de la revolución reparten el boletín rebelde, un folleto anónimo que apuesta por la revolución, y en el distrito 13 las fuerzas del ejército se preparan para una guerra inminente. Sin embargo, en el Capitolio, donde todavía persiste la emoción de los recién terminados 79 Juegos del Hambre, extreman las medidas de seguridad y jugarán todas sus cartas para que los rebeldes no se salgan con la suya.
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Eric K. Airëk
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Eric K. Airëk
E r i c____K ë v i n____A i r ë k
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- Eric es muy complejo y se comporta de una manera diferente depende de la persona con la que esté tratando. Algunas características que describen la personalidad de Eric serían:
-Pasota: No le importan los estudios, y tampoco le importa lo que piense alguna gente de él. Es un típico modelo de pasota.
-Mentiroso: Cuando algo no le conviene, miente cual bellaco para salir del paso.
-Orgulloso y altivo: Eric se cree el mejor, tanto física como mentalmente, muy superior a los demás, y difícilmente se tragará su orgullo.
-Pijo: La apariencia es una de las cosas que más le importan, se preocupa de que su madre le teja las mejores prendas de todo el distrito.
-Obseso sexual: ¿Algo que añadir?
-Agresivo: Si alguien le hace algo, le parte la cara.
-Fuerte y resistente: Eric tiene una gran fuerza física, pues se ha estado entrenando para ello.
-Hábil: Aunque pueda no parecerlo, cuando le interesa puede pensar fríamente y hacer trabajar a su cerebro rápidamente.
-Impulsivo: Eric se deja guiar por sus impulsos y raramente piensa antes de hacer o decir algo.
-Irónico: A la hora de hablar y quedar por encima, suele utilizar bastante la ironía.
-Reservado: A Eric no le gusta contar sus pensamientos y secretos, y menos a los que no conoce.
-Protector: A pesar de todo lo dicho antes, Eric quiere con todo su ser a su familia y a los que son sus amigos verdaderos, y hará cualquier cosa para ayudarles o sacarles del aprieto.
-Carismático y vengativo
-Su parte cariñosa: Cuando haya alguien que saque su lado más oculto y cariñoso, se comportará como una persona tierna, pero es difícil que pase.
Gustos: Conocer gente, el sexo, la ropa, el frío nocturno, el pan.
Odios: Compromisos, trabajar, la monotonía y el pescado.
Eric K. Airëk- PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Re: Eric K. Airëk
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- Eric K. Airëk
Taylor K. Johnson
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- Fábrica de Ropa ( Distrito 08 ).
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- Viernes 12 de Agosto del 2011, a la madrugada.
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- "Me debes una."
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- Taylor busca la estación de trenes para volver a su distrito cuando se encuentra con Eric y le pregunta dónde está. Tras un jugueteo para ver quién se sale con la suya, Eric decide decírselo, endeudando a Taylor con él.
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- Spoiler:
- Eric K. Airëk escribió:Era de noche y aunque las temperaturas se mantenían suaves, se notaba el frío nocturno que tanto encantaba a Eric. Por eso, como muchas otras noches, se había ataviado con una chaqueta preciosa blanca que le había confeccionado su madre y unos calcetines de lana de lo más calentitos y había salido a la calle a pasear. Le gustaba porque no había prácticamente nadie por las calles, toda la gente del distrito 8 acostumbraba a irse a la cama pronto. Se había planteado visitar otros distritos - era sorprendente que el Capitolio les dejara salir y había que aprovechar - pero no se encontraba seguro alejándose tanto por la noche. Prefería la comodidad de conocer las calles de su propio distrito como la palma de la mano.
Andando sin rumbo llegó hasta la fábrica de ropa. No le gustaba mucho aquel lugar, le recordaba al trabajo que tiene algunos días, donde va allí a ayudar a su madre. Ella tejía con manos de ángel, y él se conformaba con hacer alguna chapucilla como coser botones y cosas así. No era mucho, pero sabía que su madre se lo agradecía. No obstante, las puertas de la fábrica estaban cerradas a esas horas, así que decidió apoyar su espalda contra la pared, ya desgastada por el tiempo, y dedicarse a escuchar a la noche.Taylor K. Johnson escribió:- Tonta, tonta, tonta -se repite una y otra vez mientras recorre el distrito 8 de cabo a rabo. Ha ido a visitarlo porque está a menos de media hora en tren y nunca antes lo había hecho. Y, ahora, de noche y muy tarde, con frío, no encuentra el camino de vuelta al andén. Cosa que, por otra parte, tampoco le sirve de mucho: el próximo tren ya no saldrá hasta la mañana siguiente, y no tiene dónde pasar la noche-. Más que tonta -repite, desesperada, girando otra esquina.
Y, como todas las anteriores, la calle está vacía. Suspira, agotada y abrazándose a sí misma, pero sin dejar de caminar, en apariencia decidida. Sin darse apenas cuenta llega a una zona de fábricas y casi pasa de largo ante la puerta de una de ellas y el muchacho que está apoyado en ésta. Casi. Derrapa a tiempo y su cara se ilumina visiblemente de felicidad, y casi vuela hasta su lado, con el pelo rojo bailando detrás como un halo de fuego.
- Gracias al cielo -musita cuando llega a los escalones-. Disculpa, ¿sabes por dónde se va a la estación? -pregunta, con un tono de voz educado que pocas veces emplea. Pero no está como para ponerse borde.Eric K. Airëk escribió:Eric escucha unos pasos que se van acercando a ritmo decidido. Frunce el ceño, preguntándose quién andaría por la calle a estas horas. Su instinto se activó, y en lo primero que pensó fue en delincuentes o ladrones. Eran frecuentes, ya que no mucha gente del distrito tenía los suficientes recursos como para vivir sin robar. Desafortunadamente, Eric no había llevado encima nada para defenderse, no esperaba encontrarse nada malo. Su corazón se aceleró.
Cuando una chica de pelo largo se agitó hacia él, esbozó una mueca de incomprensión. Desde luego, y por lo que dijo la chica, no parecía peligroso en absoluto. Se relajó, pero en el fondo estaba resentido por haberse asustando ante tal estupidez. Fija sus ojos en la chica, intentando distinguir sus rasgos con la oscuridad. No, no la conocía. Qué extraño, creía conocer a toda la gente de su distrito.
-¿Quién eres? ¿De dónde vienes? Preguntó, un poco confuso y con un toque borde en sus palabras. Por supuesto que sabía dónde estaba la estación - ¿quién no sabe éso? - pero no tenía tan claro si se lo iba a decir al primero que pasase. Muchas explicaciones y mucha tontería. No tenía ganas tampoco de que le contase su vida, aunque le había picado la curiosidad sobre quién puede andar por las calles ahora. Miró el reloj. A lo mejor se plantaba una excusa para irse y dejarla tirada. Total, no era nadie que conociese...Taylor K. Johnson escribió:Se le cae el alma a los pies cuando el muchacho no le contesta más que con otras preguntas. Claro, ¿quién iba a tener el sencillo acto de caridad humana de decirle a una desconocida, de noche, dónde está la estación? Nota cómo el rubor cubre sus mejillas, agradeciendo la oscuridad. Pero no es rubor de vergüneza, sino de furia. ¿Qué más le da a ese tío decírselo o no? No le cuesta nada.
Respirando de forma regular para controlar su mal genio, que últimamente hace acto de presencia cada dos por tres, sube un par de escalones para estar más cerca del joven y poder así verle. Apenas distingue sus facciones, pero se atrevería a decir que tienen más o menos la misma edad. Con una sonrisa que le cuesta dibujar, contesta.
- Me llamo Taylor, y vengo del 8 -no le gusta decirle su nombre a ese desconocido, pero tampoco le importa. Reprimiendo un suspiro de frustración, intenta no sonar muy borde para que al otro no le de por jugar con ella y su falta de orientación-. No sé dónde está porque me he perdido -se da cuenta de cómo el otro mira su reloj y, frunciendo el ceño, lo mira con sus ojos verdes brillando con sinceridad-. Como te vayas sin decírmelo te pienso seguir, que lo sepas -advierte. Para una persona que ha encontrado, no piensa dejarla escapar tan fácilmente.Eric K. Airëk escribió:Eric sonrió con satisfacción. Le encantaba ser la única esperanza cuando la gente necesita algo, pero le gustaba aún más hacerse de rogar. Siguió mirando a la chica. Era bastante guapa y era más o menos de su misma edad. Por un instante, por su mente pasó la probabilidad de que ambos pudieran encontrarse en Los Juegos del Hambre, pero la desechó rápidamente: si ya era improbable que saliera uno de los dos, lo era incluso más que salieran los dos a la vez.
-Así que Taylor. - dijo, asintiendo con la cabeza, y creyó conveniente decir su nombre, aunque sólo fuera por tener algo que decir. - Yo soy Eric. Así que vienes... ¿del 8? -se extrañó. Era de su mismo distrito y no la conocía. Era de su mismo distrito y no sabía dónde estaba la estación. Además, ¿a dónde quiere ir a estas horas? Era bastante extraño, y Eric pensó en la posibilidad de que se hubiera confundido. O mejor aún, le hubiera mentido.
Sonrió con superioridad cuando confesó que se había perdido. Pobrecilla, últimamente la gente tiene el sentido de la orientación nulo.
-¿Y qué harás si te miento?- Preguntó, malvado. - Por saber.- Añadió.Taylor K. Johnson escribió:Ñah, me equivoqué con lo del 8 xDD
- Eric -repite, comiéndose lo que le habría dicho a continuación de no ser su última esperanza, algo así como que le importa tres pepinos su nombre y que sólo quiere volver a casa. Cuando dice lo del 8 se queda un tanto extrañada, hasta que cae en la cuenta de su error. Sacude la cabeza, pensando que todo es por culpa del frío, el sueño y el cabreo que se está pillando-. El 7, el 7 -corrige, agitando las manos con frustración mal contenida.
Vale, no se había equivocado al pensar sobre ese muchacho que se trata del típico capullo al que le gusta jugar. Pero ella no está para rifi rafes, quiere irse allí. Y aún así sabe que lo tiene crudo con ese chico. Así que nada, jugar saben hacerlo dos, ¿no? Andando despacio y de forma cautelosa, se acerca hasta Eric, quedando a pocos pasos de él.
- Si lo haces... -comienza, acortando la distancia entre ambs hasta acabar con los rostros a escasos centímetros-. Te cortaré las pelotas y se las echaré a los perros -sonríe con dulzura, ladenado la cabeza-. Y luego me acompañarás a la estación.Eric K. Airëk escribió:Pues sí, al parecer se había equivocado al decir el distrito. Al parecer la chica era un poco tontita. Que viniera del 7 tenía bastante más sentido, y a la vez hacía las cosas más divertidas porque éso significaba que su casa estaba aún lejos.
Para tu información- comenzó a decir con una sonrisilla - no hay más trenes por la noche. Llegarías primero si fueras andando. Aunque con tu orientación, no me extrañaría que acabases plantada en el Capitolio. Dijo, disfrutando de cada palabra.
Aún apoyado contra la pared, observó cómo la chica acortaba todavía más distancia, hasta que la tuvo frente a frente, a apenas dos dedos de distancia del rostro. Saboreó cada palabra que recibió y rió ante cómo sabía jugar la muchacha. Fíjate, a lo mejor al final le acababa cayendo bien y todo. Despegó los labios y vaciló unos segundos.
-Y... En el caso de que te diga dónde está la estación... ¿Qué recibiré yo a cambio? - Jugó, y no pudo evitar que unos pensamientos obscenos cruzaran su mente, aunque se olvidó de ellos rápidamente. No procedían en aquel momentoTaylor K. Johnson escribió:- Ya sé que no hay más trenes por la noche -contesta, en un tono de voz mordaz. Ya ha olvidado la amabilidad porque está claro que con él no surte ningún efecto. Ante lo de su orientación enarca una ceja, pero no dice nada. Normalmente, acostumbrada como está a visitar el bosque, nunca se pierde. Ese día ha sido una excepción, y no se va a repetir. De todas formas, sino se hubiese esperado hasta el último rayo de sol para decidirse a macharse, no habría tenido ningún problema. Ahora tiene dos, y uno de ellos habla y todo.
Evita a toda consta que la perplejidad que le provocan sus palabras quede reflejada en su cara. ¿Ha oído bien? No piensa hacerle ningún... favor a ese tío. Por encima de su cadáver. Sin embargo, necesita encontrar la maldita estación. Se muerde el labio, indecisa, antes de contestar.
- ¿Qué esperas recibir a cambio? ¿Acaso no te basta con mi eterna gratitud? -pregunta, volviendo a ladear la cabeza y sin alejarse un paso todavía. Puede notar la respiración de él en la cara.Eric K. Airëk escribió:Borra un poco su sonrisa al darse cuenta de que sí estaba informada de que no había más trenes por la noche. Entonces, ¿para qué narices quiere ir a la estación? Había cosas que no llegaba a comprender. Le gustaba el tono de voz que había adquirido Taylor. Con Eric, era mucho más fácil conseguir las cosas si se piden de manera sarcástica y no tan educadamente. Éso sólo lo hacen los repipis.
Sonríe al ver que apenas se inmuta cuando le pide algo a cambio, y su sonrisa se alarga aún más al ver que la chica no está por la labor de darle nada. Suspira fuertemente, asegurándose de que Taylor capte que ha desistido y que no va a seguir con el jueguito. Da un paso al lado, para apartarse un poco de la chica, acababa estando un poco incómodo al tenerla tan cerca.
-Si giras por esa esquina de la fábrica - explicó, señalando una esquina que estaba en completa penumbra - y sigues recto, te toparás con la estación de morros. - Era cierto, y la verdad es que no estábamos tan lejos de ella. Probablemente la chica había estado caminando en círculos sin darse cuenta. Ciertamente, las manzanas de edificios del distrito 8 pueden llegar a ser bastante parecidas.
Después de subirse más la cremallera de su chaqueta blanca y alejarse unos pasos más, decidido a irse a casa, alzó la mano señalando a la chica. - Que sepas que me debes una. -Advirtió -. Estamos en deuda. - Dijo. Sabía que lo que había hecho por ella era una nimiedad, pero nunca venían mal estas deudas , por si en el futuro se tuercen las cosas. Seguidamente, guiñó un ojo a la chica, se dio media vuelta y se alejó en dirección a su casa, con las manos resguardadas en los bolsillos.Taylor K. Johnson escribió:Vale, no esperaba conseguirlo tan pronto. Pero su sorpresa pasa a ser algo así como felicidad en menos que canta un gallo. El mal humor que había estado guardando desaparece y sonríe de forma mucho más natural que antes, asintiendo ante las indicaciones. Pues vaya, también se esperaba que estuviese mucho mas lejos.
- Ya sabes, como no sea verdad... -hace como que corta el aire con los dedos, con un toque incluso bromista. Con ese pequeño gesto de bondad, el chaval ya tiene un poco del aprecio de la pelirroja. Y es que no ha resultado tan capullo como se pensaba, al final-. Genial... -musita mientras lo ve marcharse, haciendo el gesto de saludo militar. O sea, que ahora está en deuda con un tío que le ha insinuado cosas de adultos. Justo lo que quería por Navidad, vamos. No obstante, lo más probable es que no vuelva a verlo en la vida, así que no tiene de qué preocuparse.
Frotándose los brazos, y envidiando la chaqueta que llevaba Eric, se da media vuelta y baja los escalones con ágiles brincos.
Eric K. Airëk- PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Re: Eric K. Airëk
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- Eric K. Airëk
Freya Abilgaard
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- Calles ( Distrito 06 ).
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- Martes 16 de Agosto del 2011, a la tarde-noche.
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- "Sí. En el más que remoto caso de que coincidamos, estaremos juntos."
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- Freya y Eric empiezan a conocerse en las calles del Distrito 06. Al darse cuenta de que ambos pueden entrar a los Juegos del Hambre, intentan ser optimistas, pero el miedo a estar solos en la Arena les lleva a aliarse para un posible futuro.
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- Spoiler:
- Freya Abilgaard escribió:Estaba agachada frente al amplio escaparate de cristal de la botica familiar. Había aprovechado aquel día de sol para limpiarlo bien y ahora que iba por la mitad era cuando me estaba empezando a arrepentir de ello. Sonreí débilmente a mi padre y me llevé una mano a la frente para echarme el pelo atrás, el sol estaba dándome de lleno y hacía calor. La idea de dejar todo eso a medias e irme a un sitio más fresco me parecía cada vez mejor. Suspiré y un poco enfadada posé el caldero de agua en la acera, no había sido una ocurrencia muy inteligente eso de ponerme a limpiar en pleno mediodía.
Al final, decidí acercarme hasta una sombra y me apoyé en la pared, cansada y acalorada. Me quedé allí quieta mirando a la gente pasar por la calle, algunos pasaban de frente, otros alzaban la mano o la barbilla al verme a muchos de ellos los había atendido alguna vez cuando venían en busca de remedios a la tienda.Eric K. Airëk escribió:Las calles del distrito 06 no se parecían en absoluto a las del 08. En éste último, las manzanas de bloques eran repetitivas, mientras que en el 06 ninguno de los establecimientos se parecía al anterior. Nunca jamás había ido a otro distrito que no fuera el suyo propio, y dudaba mucho que pudiera hacerlo en un futuro. No sólo porque no es normal que el Capitolio les permita pasearse libremente por todo Panem, sino porque cada vez sentía que Los Juegos del Hambre se acercaban cada vez más y la Cosecha era más temible que nunca. Por ello había decidido realizar una "visita turística" a otros distritos.
Mientras caminaba, vio a una chica limpiando los cristales. Ya había cruzado la calle a la siguiente manzana cuando se dio cuenta de que aquella chica no estaba nada mal físicamente. Se paró en seco y dio media vuelta. Fingiendo estar interesado por los sin duda maravillosos productos expuestos en el escaparate a medio limpiar de la botica, se acercó hacia el cubo que había posado la chica en el suelo. Guardando las distancias con ella y señalando el escaparate, se dirigió a la muchacha que se sentaba donde no daba el sol.
-¿Te ayudo a limpiarlo? - Se ofreció, fingiendo ser un chico bueno. Obviamente, ni de lejos tenía en sus planes limpiar un escaparate. Tan sólo lo dijo para poner una excusa para hablar con ella.Freya Abilgaard escribió:Dí un pequeño respingo cuando uno de los chicos que pasaba por la acera me habló, ladeé la cabeza para mirarle a él y luego al escaparate, con una mitad resplandeciente y la otra un poco oscurecida por el polvo - No hace falta, gracias - me quedé mirándole de nuevo, no me sonaba de nada y aunque no conocía a mucha gente propiamente dicho me parecía extraño que ni siquiera me sonase de vista.
Me levanté de golpe al darme cuenta de que debía de parecer algo maleducada mirándole así sin ni siquiera conocerle - Solo estaba tomando un descanso, podré acabarlo sola - me atreví a que una pequeña sonrisa agradecida bailase en las comisuras de mis labios mientras me abanicaba un poco con la mano, añoraba el invierno, definitivamente el sol y el calor no era lo mío - Quizás cuando el sol baje un poco.
- No nos conocemos ¿Verdad? - esperaba que mi memoria no me jugase una mala pasada y fuese cierto que no le había visto en mi vida. Adelanté la mano frente a mí, dispuesta a estrechar la suya. Un gesto que hacía ya por costumbre - Soy Freya... intento de farmacéutica, supongo - señalé el escaparate con la barbilla, como si hiciese falta aclararlo.Eric K. Airëk escribió:Eric se alegró interiormente cuando dijo que podía terminar el trabajo ella sola. Eso le libraba de tener que mancharse las manos para limpiar. Sin embargo, se encogió de hombros, quitando importancia al asunto, como si no le hubiese importado ayudarla. Dio un paso hacia delante cuando la chica se levantó para presentarse y estrechó la mano con una sonrisa, aunque hubiera preferido los dos besos.
-Soy Eric. Encantado. Así que farmacéutica, ¿eh? - Habrá querido decir limpiadora de escaparates. El calor aquí es sofocante, ¿verdad? - Dijo, agitando su preciosa camisa para darse aire y, a la vez, lucirla. Estaba muy orgulloso de aquella camisa, era de un blanco puro, fina y con algunas decoraciones. Sin embargo, era especial para él porque fue en ella donde cosió sus primeros botones, aunque el resto se lo hubiera confeccionado todo su madre. Por un momento, se sintió tentado de decir que cosía, aunque lo que hacía él no era nada espectacular, y mucho menos se podía considerar trabajo, así que prefirió no decir nada.
-Vengo del distrito 08, estoy visitando otros distritos. - Comentó - ¿Tú eres de aquí? - Preguntó, aunque la respuesta era obvia, si fuera de otro distrito no tendría aquí una boticaFreya Abilgaard escribió:Incliné levemente la cabeza - Igualmente, Eric - mi mano ahora libre volvió a su función de abanico improvisado mientras resoplaba - Bueno, algo así. En realidad solo echo una mano a mi padre con el negocio cuando no estoy estudiando. Está... bien - me encogí de hombros, me gustaban las plantas pero no me veía dentro de diez años siguiendo en ello. El lejano recuerdo de la Cosecha, que intentaba ignorar todo lo que podía, me hizo plantearme la idea de que quizás no seguiría aquí dentro de ese tiempo - Sí, en ocasiones es insoportable, así que no queda otra que buscarse un sitio fresco hasta que pase - me apresuré a contestar, evitando la mueca que había amenazado con escaparse al pensar en los Juegos.
- ¿Del distrito 08? Nunca he estado... ¿Cómo es? - pregunté sin refrenar mi curiosidad, conocía pocos sitios y no tenía muchas oportunidades de conocer a gente que no fuese de aquí. Así que era comprensible que me llamase la atención el tema - Sí, criada aquí desde que tengo memoria - dije alegre, a fin de cuentas no era tan mal lugar para vivir, pensé mientras miraba de reojo mi casa.Eric K. Airëk escribió:Eric se sorprendió a sí mismo al darse cuenta de que estaba siendo extrañamente amigable con esa chica. Él tendía a ser hosco y sarcástico, pero se estaba comportando bien con ella. Además, en el fondo sabía que se estaría engañando a sí mismo si dijera que el único motivo por el que estaba hablando con Freya tan amistosamente era porque se la quería llevar a la cama. No obstante, también se negaba a aceptar que se estaba comportando así por cualquier otro motivo. Él tenía su orgullo y creía tener las ideas e intenciones bien claras.
-Oh, entonces igual que yo. Estudio, pero también ayudo mucho a mis padres para... salir adelante. - Admitió, quizá con un matiz de vergüenza. Seguidamente, dio unos pasos hacia la zona con sombra, el Sol empezaba a quemarle la piel. Eric no pudo contener una carcajada cuando le preguntó sobre su distrito. Nunca le habían preguntado nada parecido, y se sorprendió al darse cuenta de que era una pregunta bastante difícil para responder, porque nunca se había planteado "cómo es su distrito" de todo lo acostumbrado que estaba a él. Aun así, se esforzó por decir lo mejor de éste. - Bueno, está bastante bien. Hay muchas fábricas, telares, tiendas de ropa y esas cosas. Es donde se diseña la moda para el Capitolio - añadió, sin poder contener una mueca de asco - Además la gente es muy amigable, realmente encantadora. - Terminó, con una sonrisa, olvidándose a propósito de mencionar la escasa población, lo tenebroso que es cuando anochece, la cantidad de robos de telas e hilos que hay cada día en el mercado y todas las familias que tienen dificultades para salir adelante y algunas otras que apenas tienen dinero para comer. Pensar en ello le trajo a la mente otra cosa, y no pudo evitar hacer a Freya una pregunta, de manera atropellada y con un toque de preocupación.
-¿Cuántos años tienes? - Parecía joven, a lo mejor era de su edad. Y si así era... Algo se le revolvió por dentro. No estaba seguro de si quería hacer amistad con una chica si hay una posibilidad, por pequeña que fuera, de que se viera obligado a matarla en la Arena.Freya Abilgaard escribió:- Supongo que a veces no queda otro remedio - dije comprensiva. En mi casa habíamos tenido cierta suerte, aunque nadie nos había librado de algunas épocas de "vacas flacas", meses en los que la gente parecía no necesitar algo de la botica y en los que teníamos que salir adelante como podíamos. Y aunque me lo pasaba bien buscando plantas, midiendo y preparando los pocos remedios que aún sabía hacer, si en realidad pasaba tanto tiempo allí era porque mi padre no podría contratar a alguien para eso - Ya veo... tiene pinta de ser interesante. Aquí la gente a veces es un poco seca, demasiado seria - murmuré lo último mientras pasaba los dedos por la tela de mi vestido pensando en los telares de los que hablaba. No era la fina tela que hacía célebre a su Distrito, como él había dicho en mi casa no podíamos permitirnos el lujo de vestir como el en el Capitolio - Quizás debería imitarte y salir a conocer otros sitios - dije risueña, intentando ignorar los oscuros pensamientos que cruzaban mi mente cuando alguien mencionaba al Capitolio.
Me removí un poco, sus pasos hacia la sombra habían hecho que se acercase un poco más a mí. Y aunque no era una neurótica, era bastante amiga de mi propio espacio. Aún así no me alejé, hubiese sido un gesto de muy mala educación ¿No? Y por ahora, Eric estaba demostrando bastante bien eso de que la gente de su Distrito era encantadora.
Bajé la mirada por su pregunta y me encogí de hombros - Diecisiete - dije, repentinamente seria. Su forma de preguntarlo me dio la idea de en que podía estar pensando. Como siempre, la presencia de los Juegos acababan oscureciendo cualquier conversación - ¿Tú? - pregunté en un susurro. Quizás él ya hubiese pasado la edad, quizás... podrían seguir hablando sin tener en la cabeza la idea de que quizás en un futuro tendrían que enfrentarse. "Matarse, Freya, Matarse es la palabra adecuada" dijo la vocecilla de su mente.Eric K. Airëk escribió:-Oh, claro que sería una buena idea. A lo mejor deberías de pasarte por el distrito 08, ¿no crees? - Ofreció con una sonrisa, sin poder evitar mirar a su ropa. Reconocía la tela de su vestido, su madre la aborrecía y nunca la usaba en la confección. Decía que ningún miembro del Capitolio se atrevería a llevar una tela de tan poca calidad. Tragué saliva, guardándome ese pensamiento para mí. A lo mejor, si en un futuro conocía más a la chica, podría regalarle un vestido en condiciones. En la fábrica donde ayudaba a su madre se hacían como churros, y no notarían la falta. Y si no podría dedicarle él mismo más horas.
¿Qué? Le resultaba difícil aceptar lo que acababa de pensar. De hecho, se preocupó. Él era borde. Le gustaba ser así. No andaba ofreciendo cosas a la gente. Miró a ambos lados, como si estuviera haciendo algo malo y alguien le vigilara. Pensó que por una vez no pasaba nada si era simpático. Esa noche se iría a la cama y al día siguiente volvería todo a la normalidad. Volvería a ser él, Eric, el antipático.
Todos esos pensamientos se apartaron de su mente cuando le dijo la edad que tenía. Agachó la cabeza, comprensivo. En el fondo, los dos sabían lo que significaba éso. Tener 17 años significaba que tenías que jugar con la suerte una vez más para o bien enfrentarte a los juegos o bien librarte de ellos. Para siempre. - Yo tengo 16. -Dijo, levantando la cabeza. Eso significaba que uno de los dos podría ir a los juegos. Quizá los dos. Era improbable, había mucha gente de la misma edad en todo Panem. Pero se habían visto coincidencias aún peores, y el Capitolio se esforzaba por hacer las cosas lo más cruel que podían. Entonces, la conversación pareció apagarse, como siempre que se recuerdan los Juegos y la Cosecha. Y Eric no supo qué más decir.Freya Abilgaard escribió:- Si lo hago, será mi primera parada. No lo dudes - le guiñé un ojo sonriente. Me paré a pensar que quizás allí encontraría algo de ropa bonita, no los aburridos vestidos y jerséis que llenaban su armario. Opinaba que aunque lo suyo no fuese la moda, ni arreglarse demasiado, seguía siendo una chica. Y le hacía cierta ilusión tener un vestido bonito o cualquier prenda con más calidad, como la camisa de Eric.
Me mordí la uña, un poco nerviosa con la idea de irme por ahí de viaje. Nunca me lo había planteando, pero ahora que se me había ocurrido me parecía una gran idea. Aprovechar, ver sitios antes de... bueno, antes de que no pudiese hacerlo. Tragué saliva buscando mi característico optimismo, claro no podría viajar porque estaría demasiado ocupada con mis futuros estudios de medicina, no por otra cosa. No por los Juegos.
Dieciséis. Su edad echó por tierra las pocas ilusiones que tenía de que él se libraría este año, hice una mueca mientras notaba como el ambiente se tensaba entre los dos. Pensó en su nombre junto a los del resto de niños del Distrito, en las posibilidades que tendría de acabar en la arena y en si estaría frente a un futuro enemigo - Es... injusto - murmuré. Era algo más que injusto, era cruel. Jugar así con la vida de la gente... pero en realidad en los momentos en los que me paraba a pensar en la Cosecha, no pensaba en lo injusto que era que los obligasen a hace eso, era en esos momentos en los que me obligaba a reconocer que me daba miedo acabar allí. Estaba aterrada con la idea de ver su nombre salir elegido, no duraría ni cinco minutos allí. Si no sabía nada, las palabras y las plantas no servían contra las decisiones del Capitolio - Yo... - me quedé en silencio y cerré la boca de nuevo, al darme cuenta de que no sabía que decir.Eric K. Airëk escribió:La idea de visitar distritos nuevos pareció desvanecerse cuando la conversación se encarriló a los Juegos. Era extraño y a la vez curioso cómo dos personas puedan acabar hablando de lo mismo sin siquiera mencionarlo. Cómo el sólo hecho de saber la edad de otra persona te lleve a pensar que su nombre pueda salir en el sorteo. Aún no se había mencionado "Juegos del Hambre", ni "Cosecha", ni nada que se acerque - ni por asomo. Pero ambos sabían que estaban pensando en lo mismo, conocían la razón por la que la conversación se hubiera puesto tan tensa. Las sospechas de Eric se corroboraron cuando Freya dijo que era injusto.
Sí, era cierto. Era odioso cómo el Capitolio tenía la sangre fría de hacer pasar este horror a la gente, de no permitir que dos chavales de la edad se conocieran tan sólo porque la hora de la Cosecha estaba cerca, y estar en la Arena que durante tantos años hemos visto por la tele era más tangible que nunca. Y todavía más para nosotros, que al ser de los que más edad tienen, hay aún más papeletas con su nombre escrito en el bombo.
Eric, por pasota que fuera, no podía "pasar" de los Juegos. Ojalá. Simplemente pensarlo le aterrorizaba, y se dio cuenta de que a Freya le pasaba lo mismo por el "yo" tembloroso que murmuró.
-Allí - dijo, con la certeza de que a chica supiera a qué lugar se refería. Hablar de los Juegos explícitamente era algo así como un tabú, nadie quería mencionarlo ni oír hablar de ello - cuando estemos allí, estaremos... ¿Solos? - Dijo con miedo y picardía a la vez. Quería comprobar si Freya se daba cuenta de a lo que iba. De hecho, el estar sólo ante los 23 era lo que más miedo le daba de los juegos - después de morir, obviamente - y sabía con certeza (todo el que viera los Juegos lo sabía) que raramente sobrevive un tributo si tiene que luchar solo... desde el principio.Freya Abilgaard escribió:Me abracé a mí misma y di un paso atrás, lo justo para salir del área que mi padre alcanzaba a ver desde dentro. Era como si fuese a saber en que pensaba solo con verme, en casa todos poníamos la misma cara si alguna vez salía el tema y me esmeraba mucho en que él no tuviese que preocuparse mucho por mí. No debía de ser algo agradable ver como se juegan la vida tus hijos ¿Para qué iba a recordárselo? Paseé la mirada por la acera, el día ya no parecía tan brillante, ni tan caluroso, ni siquiera acogedor.
Suspiré desanimada, los odiaba. O mejor dicho, ocultaba mi miedo detrás de todo aquel odio. Despreciaba a todos y cada uno de ellos, a los que nos obligaban a todo eso y puede que aún más a todos los que disfrutaban viendo como unos críos se mataban entre ellos, esa gente que al día siguiente lo comentaban con sus amistades como si estuviesen intercambiando recetas en vez de vidas. Una molestia en la palma de la mano me hizo darme cuenta de que había apretado los puños y me estaba clavando las uñas en las palmas.
- ¿Solos? - pregunté confundida, ladeando la cabeza - Mira... no estaremos solos, porque, porque... no estaremos allí ¿Vale? - negué con la cabeza y alcé las manos frente a mí, dejando al descubierto las marcas que acaba de hacerme sin darme cuenta. En mi mente se ormaba la imagen que me perseguía todas las noches. El resto de enemigos frente a mí, más rápidos, más listos y mucho más letales que yo - No, no iremos - supongo que el ligero temblor de mi voz me quitó bastante credibilidad.Eric K. Airëk escribió:-No, no, claro que no iremos - dijo, intentando tranquilizarla, pero también intentando tranquilizarse él mismo. El Eric despreocupado, orgulloso y seguro de sí mismo se desvanecía cuando se trataba el tema de los Juegos. A pesar de lo orgulloso que está de su fuerza física y de que tiene claro que es hábil para muchas cosas, también es consciente de que muchos otros se preparan a conciencia día tras día. Los profesionales. Él era muy bueno pero, aunque le costase admitirlo, ellos eran mejores. Se sentía un poco más pequeño y vulnerable que ellos. Él era fuerte, pero no sabía manejar un arma. Era muy habilidoso haciendo nudos, amarres, tejiendo, y tenia nociones de herbología. Pero nunca había cazado un animal. Y muchos tributos no verían la diferencia entre dar caza a un conejo o a una persona.
Intentaba convencerse interiormente de que no iba a salir en el sorteo, aunque no podía evitar sentirse preocupado. Por otra parte, tampoco quería preocupar aún más a Freya, pero no pudo evitar decir lo siguiente.
-Pero... En el... - buscó el adjetivo apropiado - remoto caso de que sí fuéramos. Los dos. Quiero decir... ¿Estaríamos juntos? - Tan sólo necesitaba saber éso. Tener un poco más de seguridad, algo a lo que aferrarse. Un apoyo antes de entrar. Saber que no está solo. Que no van a ser 23 tributos los que intenten matarlo nada más entre, en la Cornucopia, sino 22.
Todos esos pensamientos hacían que la posibilidad de estar en la Arena esté aún más cerca. En el fondo, y aunque quisiera ser optimista, tenía asumido que tenía posibilidades de salir. Soltó un suspiro y miró hacia el escaparate de la botica. En la parte limpia, donde se había quitado el polvo, se podía distinguir perfectamente a un adulto trabajando. Probablemente, familiar de Freya.Freya Abilgaard escribió:Los dos nos estábamos engañando y probablemente ambos lo sabíamos. También era consciente que el negar la posibilidad de acabar allí lo hiciese todo aún peor cuando su nombre saliese elegido - si es que salía - pero no podía pensar a diario en que acabaría allí, solo imaginar la Cosecha conseguía que solo tuviese ganas de encerrarme en cualquier sitio y no salir hasta que pasase todo. Me merecía poder vivir tranquila antes de los Juegos, era lo único que podía pedir y hasta eso me era negado.
Medité su pregunta, mi primera respuesta era un claro "Sí", me ayudaría entrar allí sabiendo que al menos habría una persona que no intentaría darme caza como a un animal. Pero... ¿De verdad me podía fiar de alguien que acababa de conocer? Allí dentro la gente cambiaba, quizás Eric podía ser buena persona aquí, frente al escaparate de la botica y matarme en cuanto me despistase dentro de la arena. Pero eso no lo sabría hasta que estuviesen allí (que no estarían), así que preferí dejar de ser una auténtica neurótica. Por esa misma regla de tres no podría fiarme de nadie que se me acercase - Sí. En el más que remoto caso de que coincidamos, estaremos juntos - dije con una seguridad que no sabía de donde había sacado.
Le miré fijamente mientras pensaba en que lo último que hubiese dicho que iba a pasar cuando salí a la calle con el cubo en la mano sería esto, que acabaría planeando mi futuro en los Juegos. Eso lo hacía que fuesen aún más reales, como si haber hecho esa promesa me hubiese puesto un pie dentro de la arena - No te seré de mucha ayuda - dije por lo bajo ¿De qué iba a servir una "chica de las flores" que era capaz de memorizar cualquier texto? No era especial, ni fuerte, ni nada... prefería que Eric lo tuviese en cuenta ahora que aún podía echarse atrás.Eric K. Airëk escribió:A diferencia de a Freya, a Eric ni siquiera se le pasó por la cabeza la posibilidad de que las alianzas pudieran acabar en traiciones. No habría confiado en la primera persona que pasase por la calle, y anque no conociera a Freya de toda la vida, podía decir que le daba buena espina. Por otra parte, aunque Eric fuera consciente de que la gente (él incluido) cambia en la Arena, no pensaba traicionarla a primera de cambio.
Cuando escuchó la respuesta de la chica, sintió una oleada de tranquilidad, pero el joven aún conservaba su carácter orgulloso, por lo que se limitó a asentir con la cabeza en vez de dar saltitos. No quería parecer ningún desesperado. - Perfecto - dijo, intentando sonar lo más frío posible. Miró al suelo, luego al cielo, al escaparate y por último a Freya, dándose tiempo a sí mismo para asimilar la situación.
-Acabamos de aliarnos para unos Juegos en los que ni siquiera vamos a participar. - Bromeó, intentando rebajar la tensión del ambiente - sin mucho resultado. Cuando la chica murmuró que no sería de gran ayuda, Eric frunció el ceño, observándola. - No creo que no sirvas para nada. Estás en el distrito de los cerebritos - dijo con una sonrisa - apuesto a que eres inteligente. Además, trabajas en una botica, tienes que tener conocimientos en medicinas naturales y esas cosas, ¿no? - Dijo arqueando las cejas, intentándo animarla. Eric no sabía fabricar medicinas naturales, pero jamás dudaría de su potencial y sus habilidades. Era demasiado creído para permitirse infravalorarse.Freya Abilgaard escribió:Le observé aprovechando que paseaba la mirada por la calle, esperando que este nuevo giro hiciese que lo viese de otra forma. Pero no, seguía siendo el mismo que cuando se había ofrecido a echarme una mano, curioso. Esta mañana ni siquiera sabía de su existencia y ahora estaba en cierto modo poniendo mi vida en sus manos. Que dramático sonaba ¿No?
Hice una mueca, yo no lo definiría como "Perfecto" exactamente. Perfecto sería si estuviésemos hablando de ir a cualquier otro sitio, donde fuese y me hubiese ofrecido acompañarle. No a la arena. Pero supongo que dadas las situaciones un "Eh, prometo no matarte la próxima vez que te vea" era lo máximo que podía pedirle a alguien.
- Oye, cada uno gasta su tiempo libre en lo que quiere - dije agarrándome aliviada a aquella broma, necesitaba dejar de pensar en los Juegos o por lo menos hacerlo desde otro punto de vista. Por difícil que pareciese tomárselo con humor - Sí bueno, algo de plantas medicinales sí que se. Aunque algo muy básico y no me gusta agobiar a mi padre diciéndole que necesito saber por... por si acaso, ya sabes - odiaba la expresión de tristeza que se dibujaba en su cara cada vez que salía el tema, así que prefería dejarlo - Supongo que también se me dan bien los primeros auxilios, me gustaría ser médica ¿Sabes? - esbocé una sonrisa soñadora - Pero nada más. No se nada de armas, ni de trampas. Si ni siquiera se si tengo la suficiente puntería - me encogí de hombros resignada, era más que consciente de mis amplias limitaciones - Pero ¿Qué más da? No vamos a ir - sentencié dándole un codazo amistoso.Eric K. Airëk escribió:Se rió cuando siguió la broma. Media risa salió sola. La otra media, en verdad, la tuvo que forzar un poco. -Vaya, vaya, no está nada mal lo que sabes hacer, eh. Y apuntas alto con la medicina. - Alabó Eric con un guiño de ojo, decidiendo no hurgar más en el tema de pedir ayuda al padre de Freya: parecía un tema peliagudo. Al nombrar a su padre, Eric no pudo evitar echar otra ojeada a la botica. Sin duda, el señor Abilgaard debería de ser todo un experto en medicinas, y el hecho de que su hija tenga nociones de primeros auxilios podría llegar a ser realmente útil (en el hipotético caso de que vaya a la Arena, claro). Eric, por su parte, decidió no desvelar sus habilidades. En el fondo, confiaba que pudiera entrenarse para aprender algo nuevo. Cazar, o algo así.
El joven miró el reloj. No era nada lujoso, pero funcionaba, y le había costado mucho trabajo conseguirlo. Era tarde, ya se había hecho de noche. Bueno, Freya, un placer conocerte pero - comenzó a despedirse - tengo que irme: es tarde y tengo que llegar a mi distrito. Además, tienes un trabajillo a medias. - Comentó con una sonrisilla, señalando a la parte con polvo del escaparate. Seguidamente, se encogió de hombros y se dio media vuelta, abrochándose un botón más de su camisa blanca: empezaba a enfriar. Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros y comenzó a caminar en dirección a la estación.
No iban a ir a ninguna Arena - pensó Eric - pero si fueran, esperaba al menos que lo hicieran los dos.Freya Abilgaard escribió:Asentí, quizás si que apuntaba demasiado alto, su hermano le había dicho eso cuando se lo había comentado por primera vez. Todos sabían lo exigentes que eran en el Distrito respecto a los estudios, pero si me gustaba y se me daba bien ¿Por qué no intentarlo? - No está mal, pero podría mejorarse. Como todo - dije comedida. Me paré a pensar, puede que una chica más ¿Despiadada? ¿Fría? lo que fuese... fuese un mejor tributo, pero de lo que estaba segura es de que dejaría de ser yo misma. Me conformaba con mis plantas, gracias.
Por reflejo alcé la mirada al cielo cuando Eric miró el reloj, había oscurecido y aún tenía medio escaparate sucio, así que tendría que darme prisa para terminarlo pronto - Pues entonces... buen viaje. Un placer - le sonreí por última vez antes de que se diese media vuelta. Mientras se alejaba pensé en soltar un "Espero volver a verte", pero dada la situación preferí callarme. Si nos volvíamos a ver, sería muy probable que no sería en un sitio agradable.
Agité la cabeza mientras me agaché para coger el cubo y seguí con mi trabajo, se me hacía extraño seguir con algo tan común como limpiar el escaparate después de aquella conversación. Pero eh... la vida sigue y ese cristal no iba a limpiarse solo. Cuando al fin le dí el visto bueno, recogí las cosas y entré en la botica donde me recibió la típica sonrisa calurosa de mi padre y la promesa de que la cena estaría pronto en la mesa.
Eric K. Airëk- PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Re: Eric K. Airëk
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- Eric y Zelda se encuentra trabajando en los diseños para los tributos de los Juegos, charlan y bromean con ellos. Justo cuando Eric se prueba uno en broma, Octavio llega a recoger sus encargos. Enfadado porque se burlaban de sus diseños, dejó caer a Eric que a lo mejor le veía en la arena.
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- Spoiler:
- Eric K. Airëk escribió:Era por la tarde, y ese día Eric tenía que ayudar a su madre. Había más trabajo de lo normal, la Cosecha se acerca y los del Capitolio quieren vestir sus mejores trajes. La fábrica estaba llena de gente que trabajaba sin parar. Los ruidos de las máquinas de coser llegaban a ser desesperantes, y había pequeños grupos de conocidos que charlaban mientras tejían. Su madre se encontraba en uno de ellos, haciendo los últimos arreglos a un precioso y a la vez extravagante chaqué.
Él, mientras, hacía algunos remiendos y cosía los botones de las prendas que le pasaba su madre. Sin embargo, no tenía a nadie con quien hablar, pues en esos momentos no había nadie de la edad en la fábrica, y las conversaciones de los adultos no le interesaban. Se enfurecía él solo al tener que continuar con ese monótono trabajo durante tantas horas, pero todavía se tomaba peor las miraditas de comprensión que hacían algunos mayores, probablemente referentes a la Cosecha.Zelda Z. Freud escribió:Era un día como tantos otros. Monótono, repetitivo y aburrido. Una cabellera rubia se movía a toda velocidad de aquí para allá entre los adultos que trabajaban dándole forma a los trajes que los habiantes del capitolio llevarían duante las próximas festividades. Zelda prefería no pensar en lo que la llegada de la cosecha podría acarrearles. Confiaba en su suerte, siempre le había servido para evitar participar en los juegos, pero sabía qu no era infalible. Además, no temía solo por ella. Sus hermanos, sus amigos... todos ellos podían resultar elegidos. Tal vez por eso odiaba todos los uniformes y trajes que se confeccionaban en esas fechas, a pesar de su normal admiración por los diseños.
En esa ocasión sostenía entre sus brazos una brillante tela plateada que su madre había ordenado llevar a un grupo de mujeres que cosían elegantes trajes de hombre. Zelda se había ofrecido voluntaria para ese trabajo, a pesar de que no le gustaba hacer de mensajera, porque sabía que a ése grupo pertenecía la madre de su amigo Erick. Hacía siglos que no lo veía, y tal vez coincidiese con él.
Efectivamente, cuando llegó a su destino pudo divisar a su amigo cerca de la mujer a la que debía entregar la tela. Se acercó por la espalda del joven y tuvo que ponerse de puntillas para darle un beso en la mejilla, desde atrás. Ella era así, imprevisible y espontánea - Suerte que andas por aquí. Odio hacer de recadera si no me encuentro a alguien con quien hablar por el camino - rodeó a su amigo sin mirarlo, saludando con una sonrisa a la madre de éste - Tome, señora Airëk, mi madre le envía saludos - Dejó en los brazos de la mujer la tela que había llevado, antes de sentarse de un salto sobre un espacio libre en la mesa y fijar la mirada de sus ojos azules en Erick - ¿Puedo molestarte un rato? Hoy ya he discutido suficientes veces con mi madre... - se encogió de hombros a modo de disculpa fingida. No era su culpa, ¿verdad?Eric K. Airëk escribió:-¡A la mierda el botón! - Gritó furioso al chaqué que tenía enfrente y que no se dejaba coser el botón, mientras punzaba con el alfiler en cualquier parte de la prenda para desahogarse. Seguidamente se arrepintió de haber hecho tal cosa, porque acababa de estropear para siempre la prenda - nadie en el Capitolio querrá ponerse una prenda agujereada, por minúsculos que fueran los agujeros. Ante las miradas de reproche del grupo donde charlaba su madre, se defendió diciendo que daba igual, iba a resultar igual de inservible si no se dejaba coser el botón (?).
Bufó y dejó caer botón y aguja sobre la mesa justo antes de dar un respingo cuando sintió unos labios en la mejilla. Alzó la cabeza para ver pasar a su lado a Zelda, que llevaba una prenda a su madre. Se extrañó, porque casi nunca la había visto hacer de mensajera, pero no le dio más importancia. No pudo evitar sonreir cuando la chica se mostró tan educada con su madre como siempre.
-Gracias al cielo -dijo, aliviado por ver a una vieja amiga con la que poder charlar e intentando conter su enfado: no le gustaba estar borde con Zelda. - Dichosos los ojos que te ven. Anda, siéntate y moléstame todo lo que quieras - comentó con una sonrisa. -Yo también he estado discutiendo. Con este chaqué. ¿A ti qué te ha pasado? - Le interesaba que le contase novedades, hacía mucho tiempo que no la veía. Sin embargo, antes de que pudiera relajarse a charlar un rato o simplemente tomarse un tiempo para quejarse por la cantidad de trabajo, una nueva prenda apareció sobre su mesa, lista para que le colocasen unos llamativos botones verdes fosforito - el Capitolio lo llamaba moderno, Eric prefería llamarlo extravagante. La producción no paraba, y si no se daban prisa tendrían que hacer horas extras para terminar el cupo de aquel día.Zelda Z. Freud escribió:De manera distraída la joven cogió el botón y la aguja que su amigo había lanzado contra la mesa, y comenzó a jugar con ellos entre sus dedos. Un par de adultos lanzarn miradas reprobadoras a la joven que, en lugar de trabajar como todos, se dedicaba a charlar y distraer a aquellos que sí intentaban hacer algo productivo. Con un bufido de resignación, Zelda cogió el chaqué que su amigo había dejado e hizo ademán de coser el botón - Cotillas, no podrían meterse en sus asuntos - murmuró más para si misma que para él, dejando que sus manos trabajasen en modo automático. Había cosido mil botones en su vida, uno más no le haría daño.
- Al menos discutir con la ropa es menos estresante. No te puede contestar - Los labios pálios de la rubia se curvaron en una media sonrisita sarcástica - Mi madre úlimamente no para de reprocharme lo mal que lo hago todo. Úlimamente está... susceptible. No se por qué - un brillo de preocupación surcó la mirada oceánica de la joven. En realidad, sospechaba el motivo. Su madre siempre se ponía igual en esas fechas.Eric K. Airëk escribió:Eric apoyó los codos en la mesa y la cara en las palmas de sus manos, estirándose los pómulos en señal de cansancio y pereza. No quería seguir trabajando, pero sabía que era lo que tocaba así que, sin mucho entusiasmo, alargó la mano para coger un alfiler y comenzó a coser el botón, intentando no mirar mucho ya que el color de éste le llegaba a hacer daño a los ojos. Esta vez sí que pareció coserlo bien, quizá se sentía un poco menos frustrado al tener algo de compañía. Ya sabía él que solo no aguantaba.
Zelda, por su parte, masculló algo, pero Eric no pudo captar del todo lo que dijo. Aun así, tampoco pensó que fuese nada importante, los dos no paraban de quejarse entre dientes. Probablemente sería éso, otra queja. Sin embargo, sí que se preocupó cuando Zelda dijo lo de su madre. Se mordió un labio. Conocía a Zelda desde que eran pequeñitos, y en los últimos años la madre siempre parecía alterarse en época de Cosecha. El motivo era obvio, estaba preocupada porque su hija pudiera entrar a los Juegos. En el fondo, Eric sabía que Zelda conocía el motivo de su susceptibilidad, pero ninguno de los dos se atrevía a expresarlo explícitamente, era un tema que a nadie le gustaba tocar. Él mismo prefiriría evitarlo, así que se hizo el tonto.
-¿Susceptible? Vaya, no sé. A lo mejor está estresada, por la cantidad de trabajo que hay. No lo haces todo mal. - Intentó animar, pausando un momento el trabajo de coser el botón para apoyar la mano en el hombro de la chica. -Mi madre también se pone muy nerviosa. Pero es por eso, por el trabajo. Añadió, echando un vistazo a su madre, que cosía y charlaba con brío. En realidad, sí que la notaba un poco tensa, aunque no le gusta expresar sus emociones, pues no quiere preocupar a su familia.Zelda Z. Freud escribió:Ni siquiera necesitó pensar en ello para coser el botón del traje sin dificultad a esas alturas de la vida, incluso una cría de quince años cosía botones con la misma facilidad que hablaba. Y Zelda hablaba mucho y muy bien. El problema sería arreglar el minúsculo pero visible agujero que el bestia de su amigo le había hecho. Era demasiado impulsivo, pero ¿quién era ella para reprocharle algo? Zelda era, sin duda, mucho peor que él. Alzó la vista de la tela para observar a Erick cuando éste depositó una mano en su hmbro con suavidad, y volvió a sonreir, ahora sin un ápice de melancolía. Zelda quería a sus amigos, adoraba a las personas que la hacían feliz, y Erick era una de ellas - Bah, tanto tú como yo sabemos qué les pasa... pero es preocuparse en vano. No nos va a tocar - la firmeza de su voz era envidiable. Zelda confiaba en su suerte, ella siempre confiaba en todo y en todo el mundo. ¿Excesiva ingenuidad? Tal vez, pero de momento había funcionado.
Volvió a fijar la vista en el chaqué, y no tardó en hallar una solución. El desperfecto se hallaba cerca de una costura, y no seria difícil deshacerla, cortar la tela sobrante, y meterle un poco a la prenda - Voy a intentar arreglar esto que te has cargado - señaló la tela con una muecha de fingida reprobación - Y luego me deberás la vida. Aunque a su dueño le quedará un poco más pequeño que antes... - Una risia espontánea hizo desaparecer todo rastro de su fingida expresión seria. Zelda no podía ser seria, odiaba ser seria aunque fuese de mentira.Eric K. Airëk escribió:Al oír la seguridad de Zelda al afirmar que no iban a salir elegidos, alzó la vista de los botones fosforitos para mirarla a los ojos, con una expresión divertida. Ojalá pudiera pensar igual que ella y no tener tanta preocupación por la Cosecha. Envidiaba cómo la muchacha confiaba en la suerte a ciegas, como siempre. Él no tenía tanta seguridad. Al menos, no en todo lo referente a los Juegos. De sólo pensarlo, se le ponían los pelos de punta.
-Ojalá estés en lo cierto - dijo con un bufido, intentando no sonar dramático pero sin desechar la posibilidad de que nos tocase. La duda siempre estaba ahí. Intentó olvidarse del tema. No le gustaba hablar de ello, se sentía como si estuviera dando ánimos al Capitolio, como si estuviera felicitándoles porque habían conseguido su objetivo: hacer temblar de miedo a todos. Así que cerró el pico y se centró en su trabajo, comenzando hacer unos dobladillos en un pantalón y habiendo movido el chaqué verde fosforito a la pila de prendas acabadas, que luego alguien se encargaría de doblar, empaquetar y transportar al Capitolio.
-Creo que ya te debo la vida unas cuantas veces. - Comentó riéndose. En tantos años juntos, Zelda había conseguido sacarle de varios aprietos y éste sólo era uno más de ellos. Eso sí, Eric también había hecho alguna que otra cosa por su amiga. -¡Qué paciencia tienes! - - Alabó. Él no tendría ganas de hacer tantas cosas por arreglar un agujerito, pero Zelda era más paciente que él y era tal vez un poco mejor con la aguja. Eric era bueno, pero no sabía hacer tantas cosas como la chica, a pesar de tener un año más que ella.Zelda Z. Freud escribió:Sabía que a Eric no le gustaba hablar de los juegos, por eso no se molestó en insistir en el tema. En realidad, a ella tampoco le gustaba hablar de ello, pero en esa época del año era inevitable que el tema saliese en casi cualquier conversación. De todas formas, no pensaba dejar que la cercanía de la fecha estropease su excelente buen humor. No iba a dejar que el capitolio ganase esa partida.
- ¿Sabes? Estos trajes son horribles. Horteras. Cutres. No se como la gente del capitolio puede llevarlos, aunque claro, ahí todo es...diferente - la joven Zelda soñaba siempre con convertirse en una diseñadora de ropa reconocida, en poder dejar llevar su imaginación para crear prendas de ropa. Y Zela podría ser extravagante y colorista, per aquellos botones verdes que decoraban el traje que su amigo había terminado eran, cuanto menos, horrorosos - Aunque deberías probártelo, seguro que te queda bien - añadió, dirigiendo una mirada traviesa hacia la prenda que descansaba a la espera de ser empaquetada. Ella solía hacerlo mucho, probarse esas prendas lujosas con las que no podía ni soñar, e imaginar que un día las crearía ella misma.
- Si te pones ese traje de payaso elegante, arreglo la manga del que has destrozado - levantó la tela que sostenía entre sus manos, enseñándole el arreglo a medio terminar, la manga abierta y el borde deshilachado - Si consigues que me ría un poco, estaremos en paz - añadió, con una sonisa de oreja a oreja.Eric K. Airëk escribió:Cuando Zelda comenzó a despotricar contra los absurdos trajes del Capitolio, Eric no pudo hacer otra cosa que asentir lenta y pronunciadamente, como si no pudiera estar más de acuerdo con cada una de las palabras que había oído.
-¿Verdaaad? Son horribles. - Reafirmó, mirando por el rabillo del ojo lo que tejían los de la mesa de al lado, una vestido en cuyas hombreras parecían haber puesto pesas cuadradas y cuya tela del cuelo era tan ceñida que podría llegar a estrangular a una persona. Sacudió la cabeza con reprobación. Era divertido meterse con los trajes del Capitolio y se había convertido en uno de los mejores pasatiempos para los trabajadores de las fábricas.
Zelda le propuso probarse la prenda y Eric no pudo contener una carcajada acompañada de una sonrisa burlona. -¡No pienso ponerme és0! - Exclamó, sin borrar la sonrisa de la cara. -Aunque... Bueno, en el caso de que me arregles la manga... -Concedió. Obviamente, que el chaqué tuviera un agujero o no le importaba un pimiento a Eric, pero se había dispuesto a hacerlo para divertirse y poder reírse aún más de la prenda. Miró a ambos lados, para asegurarse de que nadie le estaba mirando y, con un gesto travieso, alargó la mano y cogió el chaqué. En un principio dudó cómo ponerlo, pero finalmente encontró el agujero por donde debía meter el brazo. Y así lo hizo.
-No me queda tan mal, ¿eh? -Era lo más horrible que se había puesto en toda su vida. Extendió los brazos para ver mejor la prenda, y al hacerlo una especie de pincho angulado hecho de la misma tela que todo el chaqué se estiró bajo su brazo, haciendo la apariencia de Eric más ridícula aún.Octavio D'Ginna escribió:Octavio entró en la fábrica empujando la puerta con un majestuoso gesto y haciendo todo el ruido posible, y es que toda la gente que estaba allí debería de saber que había llegado, y deberían de concentrar su atención en él. Éso, en verdad, no era muy difícil ya que destacaba entre todos con sus enormes zancos y su extravagante - pero siempre a la última - indumentaria: una fina tela negra que se le pegaba a todo el cuerpo como si se tratase de unas mallas, remarcando sus músculos y zonas de las que no se debe hablar tan explícitamente, y una capa llena de colorido que barría el suelo, se amarraba al cuello y cuyos extremos superiores se enroscaban por los brazos de Octavio como una culebra, hasta llegar a las muñecas.
Buenas tardes. - dijo claramente, pronunciando cada uno de los sonidos como aquel que pronunciase una lengua extranjera. - Espero que mis pedidos hayan sido ya completados, puesto que la hora límite era... - giró bruscamente la muñeca para mirar un reloj que servía tanto para consultar la hora como para sujetar el extremo de la capa - Ahora.
Todo el mundo había callado para observarle, y una mujer se daba prisa por terminar de coser la pieza que tenía entre las manos. Los ojos de Octavio, sin embargo, se posaron sobre dos jóvenes, uno de ellos llevando el precioso chaqué verde que Octavio requería: era una de sus prendas estrella. Se acercó con pasos lentos y resonantes y dio unos toquecitos con su dedo índice (que, extrañamente, no llevaba pintado) en el hombro del joven, para llamar su atención. Octavio no recordaba los nombres de los pequeños, pero sin duda ellos sí que sabrían el suyo (y más perteneciendo al distrito 08) porque era conocido en todo Panem como uno de los mejores estilistas de los Juegos del Hambre que tanto le gustaban.Zelda Z. Freud escribió:Tal y como esperaba, una carcajada se abrió paso entre los labios de la rubia al ver a su amigo vestido de tal guisa, al más puro estilo del capitolio. No es que el traje fuese ridículo, al menos no más que lo que solían coser allí de normal, pero puesto en el quedaba totalmente fuera de lugar - Estás sexy,sexy. No se como no tienes novia todavia, ¡así vestido tendrías que ligar más! - Dejó la prenda a medio arreglar sobre la mesa para llevarse a la boca ambas manos, en el intento fallido de contener otra carcajada demasiado escandalosa.
Todavía entre risas, se giró para observar al hombre que acababa de entrar al local. Lo conocía, claro que sí, pero él probablemente ni supiera de su existencia. Octavio D'Ginna, estilista profesional del capitolio. Toda su persona, desde el corte de pelo a la indumentaria, refozaba esa imagen de moda extravagante que debía proyectar de acuerdo a su trabajo. Zelda no acababa de verle la elegancia de esa malla ceñida que le marcaba hasta el lugar donde el abdomen perdía su casto nombre, pero no podía dejar de admirar a ese hombre que, a pesar de todo, representaba todo lo que ella quería llegar a ser algún día.
Su risa cesó de golpe cuando el tipo se acercó a ellos dos. ¿Qué podría querer el señor D'Ginna de Eric? Tragó saliva, repentinamnte seria, y alzó la vista para observar de cerca al imponente hombre que se alzaba ante ellos - ¿Qué desea, caballero? - preguntó con aparente seguridad. Zelda era así, llena de desparpajo y espontaneidad aunue estuviese muerta de nervios. Además, temía que Eric se pusiera demasiado nervioso en presencia de alguien así, y no quería que ninguno de los dos tuviera problmas. No sabía si tocarle las narices a un jefazo del capitolio podría influir en el sorteo de los juegos. Todo podía ser.Eric K. Airëk escribió:La risa de Eric se acentuó aún más al ver las carcajadas de Zelda. Siempre le había hecho especial gracia ver cómo otra gente se reía, y más Zelda, cuya risa se podría calificar como "muy contagiosa".
-Ooh, te atraigo mucho, ¿verdad? - siguió bromeando con la chica, ante los halagos de "sexy" que había recibido. Adoraba esos momentos en el trabajo, cuando podía tomarse un descanso de las agujas para pasar un rato divertido, que últimamente no frecuentaban mucho en la vida de Eric. Sin embargo, sus risas parecieron apagarse cuando Octavio entró en la fábrica. En cualquier situación normal, toparse con esa prenda tan extraña habría sido un motivo de carcajada segura, pero no tenía ninguna gracia si el que la llevaba era un miembro del Capitolio. La cháchara de la fábrica parecía haberse acabado, incluso las máquinas de coser parecían haber enmudecido.
Eric no podía soportar a Octavio. En general, no soportaba a ningún finolis del Capitolio, pero D'Ginna era la viva imagen de uno. Su comportamiento era tan exagerado que nada podría acercarse más al prototipo de persona del Capitolio. Venía a buscar sus prendas, solía encargar la mayoría de ellas a esta fábrica porque siempre acababa contento con la calidad del resultado. O, al menos, eso es lo que oía decir a los mayores. Sin embargo, cuando se acercó a él, a Eric se le hizo un nudo en la garganta. No quería ningún contacto con el Capitolio y mucho menos antes de la Cosecha. Él era de la opinión de que los sorteos estaban amañados, no podría ser casualidad de que los hijos de los supervivientes de los Juegos siempre salieran elegidos. Y, sin duda, Octavio podría mover algunos hilos para amañar el sorteo. Por eso, se tragó su orgullo como si fuera una aspirina e intentó calmarse.
-¿Sí? - Dijo lo más firme que pudo, intentando mirar a Octavio a los ojos - lo que era bastante difícil con la indumentaria que llevaba. Agradeció interiormente que Zelda se involucrara en la conversación, y aprovechó a deslizarse el chaqué verde para quitárselo, aunque era un poco tarde
Octavio D'Ginna escribió:Octavio miró con severidad al chico, su mueca no mostraba un ápice de broma o comprensión. Le parecía una auténtica falta de respeto. Una aberración en toda regla. Probarse los trajes que se utilizarán para los Juegos antes de ser estrenados oficialmente. Y lo que es aún peor, burlarse de ellos. Él, desde luego, no tenía la culpa de que unos niñatos no supieran aprecier el verdadero arte, pero se encontraba indignado con lo que acababa de ver.
-Me pregunto... - dijo, arrastrando las palabras. Hablaba claro y despacio. -...qué le encuentran de divertido al probarse este magnífico chaqué. -hablaba con la mano apoyada en el hombro de Eric, quizá apretando un poco las uñas en su clavícula. Hizo una pausa en su frase, que había tardado en decirla el triple que una persona que hablara normal. -Quíteselo. Inmediatamente. - Ordenó, alzando la voz y añadiéndola gravedad. La fábrica entera miraba la escena, como si estuvieran viendo la parte clímax de una película de terror en la que no puedes apartar los ojos de la pantalla. Incluso la señora que tenía prisa por acabar el traje que tenía había parado de coser. La situación era bastante violenta. Octavio era serio en su trabajo y no aceptaba las bromas o los chistes. Sólo aceptaba la perfección.
-Vaya, me alegra al menos hallar un poco de educación por esta zona. - Dijo, dirigiéndose esta vez a la chica, a la que clavó los ojos y dedicó una sonrisa. No fue una sonrisa completa, pero las comisuras de sus labios parecían haberse estirado algo. -Vengo en busca de mis trajes. Obviamente. - repitió, y luego echó una mirada a la sala en general, esperando a que alguien se acercase con alguno de los diseños que había encargado.Zelda Z. Freud escribió:Había diferentes maneras de fastidiar una magnífica tarde, pero sin duda ésa se había llevado el premio. La sonrisa brillante y con un deje de admiración de la joven titubeó al intuir lo que sucedía. El traje era de el hombre. Mierda. Observó a Eric quitárselo con rapidez y evidente nerviosismo, ante el evidente enfado del conocido diseñador.
Haciendo acopio de toda la valentía que poseía, se esforzó por que su voz sonase ala y clara. No estaba nerviosa solamente por mido a ese hombre, sino porque nunca antes había estado ante alguien como él - Disculpe señor D'Ginna - supuso que no le sorpredería que conocieran su nombre - No estábamos seguros de si el traje había quedado con el acabado adecuado, y mi compañero se lo probó para ver el efecto - improvisó una mentira sobre la marcha, que sin embargo resultaba bastante factible. No estaba segura de conseguir aplacar la ira del diseñador, pero ella había metido a Eric en ese lío, y ella lo sacaría - Sentimos mucho haberle molestado con nuestras risas, pero es inevitable que resulta cómico ver a mi amigo vestido así... - estaba fastidiándolo todavía más, y cierto nerviosismo cmenzaba a hacerse patente en ella, por lo que siguió hablando algo atropelladamente - quiero decir, en usted esa ropa es elegante e increíble, pero nosotros no estamos acostumbrados a prendas de este tipo - realmente, no mentía. Podía pensar que todos esos trajes eran poco más que ridículos, pero la imponente presencia de un hombre como aquel los dotaba de una vida y un estilo que ella, en su ignorante mente, admiraba. Por mucho que la malla ajustada que envolvía a ese hombre siguiese pareciéndole... excesiva.
Pensar en ella le hizo desviar la mirada unos instantes hacia la prenda, de nuevo. Mierda, mierda, mierda. esvió la mirada al suelo inmediatamente. Eric iría a los juegos del hambre por su estúpida culpa, por haberle propuesto esa tontería sin sentido. Incluso ella misma iría, y tendrían que matarse entre ellos. La sala entera se encontraba en silencio, observano la escena, a la espera - Discúlpenos, por favor - su voz era ahora un susurro apenas audible, mientras su cabello rubio cubría parcialmente su rostro. Todavía seguía con la mirada fija en algún lugar entre los pies de ambos.Eric K. Airëk escribió:Sin pensárselo dos veces, Eric se quitó el chaqué y lo dobló rápida y perfectamente - años de práctica doblando prendas habían dado sus frutos. Seguidamente, lo colcó sobre las palmas de ambas manos y extendió los brazos para que Octavio cogiera el chaqué. Azorado, apenas se atrevía a mirar a los ojos al estilista. Estar en esa situación no le gustaba en absoluto, se sentía humillado cuando normalmente quería quedar por encima de todo. Pero con alguien como Octavio, era preferible la humillación. Se mordió un labio con preocupación, no estaba seguro de qué decir, así que decidió esperar a que Zelda comenzara con la disculpa. Y, verdaderamente, se inventó una tan creíble que Eric quedó bastante sorprendido. Asintió firmemente.
Mientras Zelda seguía pidiendo perdón, alguien del grupo de su madre le dio unos toquecitos en el hombro. Eric se giró y recibió las prendas que había encargado D'Ginna. A primera vista, se atrevería a decir que eran unos 8 trajes, contando con el chaqué verde. El montón de ropa que aguantaba con los brazos era pesado, probablemente alguna de las prendas pesaba excesivamente. Además, entre el montón podía distinguir un conjunto creado a base de papel maché. Volvió a girarse hacia Octavio para entregarle su engargo y, ya de paso, añadir unas palabras.
-Es cierto, no estamos acostumbrados a prendas de este estilo. Aunque tengo que decir que me ha gustado cómo quedaba el chaqué. Es bonito. El color hace de él una prenda de lo más... - ¿estrafalaria? ¿fea? ¿antiestética? ¿estrambótica? - ...singular- se le ocurrió decir. Oye, al menos era una forma un poco menos malsonante de decir que era una prenda rara. Miró a Zelda se soslayo y vio que parecía bastante arrepentida, con la mirada fija en el suelo y todo. -Lo sentimos.- Imitó a Zelda en la disculpa, con un tono de voz también bajitoOctavio D'Ginna escribió:Octavio miró a la joven fijamente durante toda su disculpa. Oh, pobrecita, mira cómo se le ablanda el corazón a Octavio. No se lo creía. ¿Estaban probándoselo para ver el efecto? Era una excusa bastante bien confeccionada, pero nada más que éso, una excusa. No obstante, no tenía tampoco ninguna prueba de que la chica estuviera mintiendo, y ante falta de pruebas, es preferible no acusar. ¿Cuántas prendas más se habrán puesto sin que se haya enterado? El diseñador ni siquiera quería pensar en ello. Carraspeó antes de hablar.
-Disculpas aceptadas, señorita. No obstante, preferiríais no volver a hacer lo mismo de nuevo, creedme. - Hizo un gesto con la cabeza a la chica, en señal de aprobación. Valoraba los buenos modales por encima de muchas cosas, y la joven sin duda había demostrado tenerlos, además de una labia excepcional. En cuanto al chico... Se giró hacia él y recogió las prendas de sus brazos con suma delicadeza. Lo primero que hizo fue contarlas y verificar que todo estuviera correcto. Tras unos segundos, Octavio asintió con la cabeza y pareció mascullar un "bien". El resultado con los trajes le había satisfecho.
-Me alegro de que le guste, joven - dijo, y esbozando una sonrisa añadió - ya que quizá tengas que ponértelo en alguna otra ocasión, si sabes lo que quiero decir. -Guiñó un ojo al chico e hizo una pausa para que sus palabras fuesen asimiladas. - Ahora, si me disculpáis...- Octavio se dio media vuelta bruscamente, haciendo agitar la capa y volvió hacia la puerta haciendo resonar sus zancos y barriendo el suelo con la cola de la capa. Ya había obtenido lo que venía buscando, sus encargos, y no tenía nada más que hacer allí. Cerró la puerta de la fábrica, y poco a poco se volvieron a empezar a oír murmullos entre los costureros y costureras. Paulatinamente, los murmullos fueron subiendo de tono hasta alcanzar la cháchara habitual.Zelda Z. Freud escribió:No sabía si el diseñador había creído la mentirijilla piadosa que había improvisado, pero pareció que su inicial ira se aplacaba ligeramente, lo que no dejaba de ser un alivio. Volvió a alzar la mirada para enfrentar los ojos del hombre, que no había dejado de observarla fijamente - No volverá a suceder, señor D'Ginna - añadió como última respuesta. Por mucho que pudiera parecer una joven extravagante y propensa a meterse en líos, era lo suficientemente adulta como para percatarse de que a la gente del capitolio había que tratarla con el debido respeto. Mucho más si se trataba de uno de los hombres que dominaban el negocio en el que un día soñaba con triunfar, aunque lo tomase por un imposible, más después de ese desafortunado encuentro.
Justo cuando pensaba que el diseñador se marcharía con sus trajes, el hombre dirigió unas palabras a su amigo Eric que sonaron claramente a amenaza velada. Un escalofrío involuntario se deslizó por la espalda de la rubia, como una serpiente huidiza. Solo le quedaba rezar porque fuesen solamente unas palabras pensadas para asustar...
No osó decir ni una sola palabra hasta que su silueta esbelta y su cabellera dorada desaparecieron tras la puerta de la fábrica, dejando tras de si un silencio tenso que poco a poco fue diluyéndose en conversaciones susurradas. Un suspiro salió de los labios de Zelda, que no se había dado cuenta de que había estado conteniendo la respiración durante los últimos segundos. Se giró hacia Eric con la tez algo más pálida de lo normal, sin saber qué decir - Yo... lo siento - murmuró, desviando la mirada al suelo. Nunca tendría que haberle dicho que se probara ese estúpido chaqué.Eric K. Airëk escribió:Las palabras de Octavio cayeron sobre Eric como una pesada losa que se le venía encima y le aplastaba. Ya está, se había acabado. Le acababan de condenar a participar en los Juegos. Ya no tendría por qué preocuparse más por si es escogido o no en la Cosecha, ni tendría que obligarse a sí mismo a ser optimista. Octavio no podría haberlo dicho más claro, y nadie que lo hubiera oído lo podría negar. ¿En qué otro sitio iba a poder probarse de nuevo un traje que está diseñado para tributos? No había que pensar demasiado.
Desplomó los brazos sobre la mesa ahora que no tenían ropa que sujetare intentó no hundirse demasiado. Ya tendría tiempo de hacerlo en casa, ahora tendría que preocuparse por disfrutar de los apenas 10 días que le quedan. Por el rabillo del ojo vio la cara de preocupación de su madre, que parecía haberse quedado pasmada, pero no hizo nada al respecto. Eric intentó animarse.
-¿Que lo sientes? ¿Bromeas? Menos mal que pudiste disculparte en condiciones. - En el fondo lo agradecía, ya que lo que había dicho él tampoco es que hubiera calmado mucho a Octavio. Lo que sí esperaba de verdad es que no le toque lo mismo a Zelda. No podía concebir la idea de que se estén matando en la Arena. Él, al menos, sabía que si se daba aquella situación, Zelda no iba a morir a manos de él. Eso era algo que tenía claro como el agua. -¿Es que siempre tengo que estar en deuda contigo por algo? - Hizo un intento de broma, forzando una sonrisa que no quería salir debido a que el la indirecta no tan indirecta que acababa de recibir pesaba más.
Eric negó con la cabeza repetidamente.Zelda Z. Freud escribió:Por mucho que Eric pretendiese normalizar la situaciín y disimular su abatimiento, era misión imposible desde antes de comenzar. Las últimas palabras del diseñador habían caído sobre ambos como una maldición, y aunque el resto de la sala comenzase a recobrar la normalidad, los dos jóvenes seguían escuchando los ecos de la amenaza.
- Si yo no he hecho más que fastidiarlo todo, Eric... siento haberte dicho que te pusieras ese asqueroso traje - Zelda no trataba de darle pena a su amigo, ni de parecer una víctima de la situación. Sentía de verdad haber tenido la estúpida idea de proponerle ese resto. A veces, su irresponsabilidad causaba problemas, aunque nunca antes le había sucedido algo similar - Aunque... hemos tenido mala suerte, también - añadió, en un intento de sentirse algo mejor. ¿Cómo iban a sabber ellos que el señor D'Ginna iría en persona a recoger su ropa? ¿Y cómo saber que ése traje era uno de sus diseños?
Se acercó a su amigo con un par de pasos breves, y sin previo aviso lo abrazó poniéndose de puntillas y pasando ambos brazos por su cuello. No quería ni imaginarse que fuese él el elegido para la Arena. Ni siquiera había pensado en la posibilidad de estar ella misma incluída en el sorteo, realmente eso le preocupaba menos - No estás en deuda conmigo, tonto. Y no te preocupes, seguro que lo decía de broma - añadió, imprimiendo en su voz una nota de falsa seguridad. La gente del capitolio no solía bromear respecto a esos temas, pero a Zelda le costaba comprender que existiese alguien tan sumamente malvado como para fastidiarlos por semejante nimiedad.
-Escucha, la culpa no es de nadie. Ha sido todo mala suerte y, como dices tú, una broma. - ¡Claro! Ellos no conocían a Octavio, a lo mejor bajo esa fachada de pomposidad y desdén se encontraba una persona de lo más bromista que lo que quiere es... Ugh. ¿A quién quería engañar?
Tomó una gran bocanada de aire y la expulsó en un suspiro. No le apetecía seguir allí, hablando y cosiendo. Necesitaba ir a casa a tumbarse en la cama para organizar los pensamientos y tranquilizarse, ya que notaba un pequeño tembleque en la pierna, que intentó disimular lo mejor que pudo.
Rodeó a Zelda por la cintura con sus brazos, en un abrazo cálido y sentido. Hacía siglos que no abrazaba a alguien de esa manera. -Gracias... Me voy a casa, ¿vale? - Se despidió de ella, y se obligó a sí mismo a no mirar a su madre, prefería no saber lo que estaba sintiendo en aquel momento. -Te quiero - Dijo a Zelda, ablandándose por completo, todo su carácter apático parecía derretirse. Era improbable, pero podría ser la última vez que la viera, y si era así quería acabar todo bien con ella. Le dio un beso en la mejilla, sonrió levemente y salió de la fábrica con pasos lentos, sin decir una palabra más.Zelda Z. Freud escribió:Por mucho que intentaran convencerse, ambos sabían que lo tenían complicado. Si el señor diseñador quería fastidiarlos, lo haría. No le costaría en absoluto adivinar sus nombres e influir en la elección del sorteo, o cualquier otra atrocidad similar. Y confiar en la bondad de un hombre del capitolio era algo que carecía de sentido para la gente de los distritos como ellos. En pocas palabras, estaban jodidos.
Abrazó a su amigo durante unos segundos sin decir nada, intentando transmitirle con ese simple gesto todo lo que no parecía suficiente con palabras. Que lo sentía, que todo saldría bien, y que no se preocupara - Hasta luego... - murmuró, separándose de él - Ya sabes que si necesitas lo que sea, yo estaré aquí - Sonrió haciendo acopio de fuerzas, y le dió otro beso en la mejilla como respuesta al suyo - Yo también te quiero... cuídate - solamente esperaba que esa vez no fuese la última que lo veía.
Segundos después, ella misma se alejó de la mesa maldita. Ya no le quedaba nada que hacer allí, por lo que se marchó en busca de su madre otra vez. Caminaba arrastrando los pies, con la mirada fija en el suelo, y por primera vez en mucho tiempo sin ganas de charlar con nadie o sonreir. Había cumplido el encargo, pero tal vez había pagado un precio demasiado alto.
Eric K. Airëk- PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Re: Eric K. Airëk
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- "Qué bien, ahora el castillo ya no va a parecer una torre semidestruida."
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- Eric pasea por la playa cuando tiene un pequeño roce de caracteres con Delian. Con la llegada de Itzel, Eric decide sorprender a Delian ligándosela en un intento fallido. A pesar del trato frío que hay entre ellos, especialmente por parte de Eric, construyen un castillo de arena con el que Eric se tropieza "accidentalmente" antes de salir.
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- Spoiler:
- Eric K. Airëk escribió:Eric había dormido bien, tranquilo y sosegado, y se había despertado con un mejor humor que el que traía consigo aquellos últimos días. Suponía que el motivo era la alianza que había pactado la noche anterior. No obstante, había vuelto a ser el chico brusco y antipático de siempre. Suponía que lo del día anterior había sido... Una excepción, por decirlo así. Ganarse algún que otro amigo no estaba tan mal, ¿no?
En su viaje por los distintos distritos, había decidido que su próxima parada sería el 04. No por nada, sino porque era el distrito famoso por el mar. Eric nunca había visto el mar. Sabía de la existencia de lagos y riachuelos, pero no del mar. Lo había visto por la tele alguna vez, tan vasto y tan... Azul. Sin duda le había atraído bastante y estaba decidido a pasar por allí antes de que comenzase la Cosecha - por si las moscas .
Cuando llegó cerca de una playa arenosa, se quitó el calzado - las comodísimas y preciosas botas que llevaba puestas - y se subió el bajo de los vaqueros, para no mancharlos. Seguidamente, comenzó a andar por la arena.Delian Bardlen escribió:El distrito 04 era conocido por tener la única zona costera, recordaba que una vez hacia ya tiempo mi padre nos había llevado a toda la familia a conocer el mar, pero eso ya había quedado en el pasado cuando todavía éramos felices y la familia no se venía abajo. Esta era la primera vez que salía de mi distrito solo, pero necesitaba hacerlo, desde que comencé a buscar a mi hermano en el pasado había sentido que visitar cada uno de los lugares en los que estuvo tratando de sentirlo saberme a su lado… no lo había conseguido hasta el momento. Mi padre estaba muy ocupado en el spa que teníamos como para notar mi ausencia, además de que estaba nervioso porque la cosecha se acercaba y él estaba pensando en meter mi nombre aparte de la obligatoria una vez pues las cosas se estaban poniendo difíciles para él… cobarde.
Al llegar a la playa sentí la brisa recorrer mi cuerpo como bailando, podía ver como movía mi camisa de un lado a otro, mientras revolvía mi cabello y mis pantalones de mezclilla seguían el mismo rumbo, solté un pequeño suspiro pues no podía evitarlo sentir la brisa del mar era relajante. Mientras escuchaba el mar moverse y provocando ligeras olas me quité mis zapatos deportivos, ya sabía cuánto detestaba mi padre que trajera ropa poco elegante pero en realidad para dar un paseo de ese tipo era preferible estar cómodo que presentable. Sentí la arena debajo de mis pies y no pude reprimir una pequeña sonrisa en mis labios por el cosquilleo que sentía. A lo lejos (en realidad no tan lejos) pude ver a un chico caminando por la costa, no tenía nada más interesante que hacer por lo que simplemente lo miré caminar hasta que me cansé y me senté cerca del agua pero no lo suficiente como para que esta me mojara.Eric K. Airëk escribió:La arena estaba fresca y algo dura. Menuda decepción. Estaba bien que estuviese fresca, pero él se esperaba que fuese sedosa al tacto, que caminases y se te metiera entre los dedos de los pies, que dieras un paso y te hundieras en ella. Esbozó una mueca de asco. "Menuda mierda" - pensó. Se acercó cada vez más a la playa y, para su mayor decepción, la arena se volvía cada vez más fresca y más dura (por efecto de el agua que se quedaba en la arena con la marea alta). Cuando vio que alguien más se acercaba - debía de ser una zona turística o algo (?) - lo primero que hizo fue recoger las botas del suelo para llevarlas con él en la mano. El mundo estaba lleno de ladrones, estas botas eran caras y a ese chaval seguro que le valdrían
Aparté la mirada de él y continué andando hacia el agua sin mirarle, aunque notaba sus ojos clavados en mí mientras paseaba. Me giré hacia él lentamente, parando de andar y poniendo el brazo izquierdo en jarras.
-¿Quieres una foto? - Le gritó sarcástico, no muy fuerte pero lo suficiente para que lo oyera. No le gustaba que se le quedasen mirando, le ponía de mala leche. En el fondo, se alegró de haber recuperado el espíritu Airëk que había perdido el día anterior. Luego, se dio media vuelta, volviendo a mirar al mar, sacudiendo la cabeza con desaprobación.Delian Bardlen escribió:Estuve a nada de soltar una gran carcajada cuando escuché la voz de aquel chico, no sabía si sus palabras eran en broma o estaba enojado y sinceramente me venía dando igual. Al reprimir la carcajada lo único que hice fue sonreír de oreja a oreja volteando a ver al chico nuevamente, posiblemente cualquier cosa que saliera de mi boca lo haría enojar pero como antes me daba igual. Lo miré durante unos segundos y luego volví a dirigir mi mirada al mar.
Ni que estuvieras tan bueno – dije lo suficientemente alto como para que me escuchara pero no enojado, mi tono salía tranquilo. Si el chico reaccionaba de una manera u otra era su problema, pues ya tendría dos problemas: enojarse y en contentarse. Mientras esperaba la reacción del chico (que seguro la tenía) miraba el agua ir y venir de una forma tan especial, podía ver la primera vez que había venido, a mi hermano corriendo a mi lado para meternos en el agua. Ahora no tenía ganas de entrar en el agua seguramente estaría fría aunque eso no importaba mucho puesto que la arena no estaba caliente y era soportable. Con mis manos comencé a tomar la arena para luego dejarla escurrir entre mis dedos, podía sentir dura la arena esto se debía a que la playa apenas se había formado hacia relativamente poco y según lo que me habían enseñado las playas para que su arena sea suave necesita muchos millones de años de formación, así el agua va moldeando la arena a su gusto. Que sabia es la naturaleza.Itzel Niphews escribió:¿Distrito cuatro? ¿Que se suponía que estaba haciendo en el distrito cuatro?. La pregunta rezonaba en mi cabeza concorde caminaba por la orilla de la playa.
Hacia dos días había llegado aquí, desde el once hasta el cuatro, largo viaje ¿A que no?, Estaba tratando de huir lo mas posible de mi casa, de mi familia...de mi hogar.
La cosecha se aproximaba lo que me ponía los pelos de punta. Afortunadamente tenia unos conocidos de mi padre acá en este distrito, lo cual me servia de un hogar temporal, pero no lo suficiente como yo quería.
Tome quite mis zapatos sosteniéndola en una mano y disfrutando de la sensación que deja la arena en mis pies descalzos, sintiendo la brisa golpeando mi cara, alborotando mi cabello.
Oí voces mas halla, de simple curiosidad gire la vista conforme al sonido, un chico gritaba algo de una foto. Solte una leve risilla mientras me acomodaba en la arena disfrutando del sol.Eric K. Airëk escribió:Eric se rió. Desde siempre le había gustado la gente irónica, la gente como él. Sí, el mundo sería un lugar mejor si todo el mundo fuera así (?). Además, había que reconocer que la respuesta del chico había tenido gracia. Se la apuntaba aunque, eso sí, sabía que estaba bueno, y no le importaba lo que pensase un niñato gallito de su edad. El chaval, por las pintas que tenía, debía de ser de uno de los distritos altos, probablemente de cualquiera de los 3 primeros, aunque no se atrevía a decir cuál.
En el momento en que la espumilla marina empezó a cosquillear sus pies, Eric se giró hacia el chico de nuevo, preparado para devolverle la contestación, pero una chica entró en escena. Parecía que por aquella playa pasaba mucha gente, y si había una chica, ésta robaba toda la importancia que tenía el pique. La miró descaradamente, de arriba a abajo, asintiendo casi imperceptiblemente con la cabeza. Estaba bastante bien, no se podía negar. Luego, volvió la vista hacia el chaval. Observa. - le susurró, de forma que él pudiera oirlo pero la chica no. Bien, ahora le iba a hacer una demostración de cómo ligar, veamos ahora quién está bueno y quién no
Se giró hacia la chica y comenzó a andar hacia ella despacio, con una sonrisilla de ángel. Al tiempo, se desató los dos primeros botones de su camisa, dejando al descubierto parte del pecho, bastante fibrado. Era una playa, la gente se quitaba la ropa, ¿no?
-Buenas tardes - Dijo a la chica, sin borrar la sonrisa. Ahora sólo faltaba que le correspondiera el ligoteo, si no quedaría bastante malDelian Bardlen escribió:Escuché la risa del chico y al fin pude decir que no tendría que entrar en una pelea, de momento. Sea como fuere pude ver de reojo como el chico se giraba seguramente para contestar lo que yo le había dicho, en ese momento yo también giré mi cabeza observándolo directamente a los ojos esperando su contestación. De pronto los pasos de alguien llamaron un poco mi atención y tuve que levantarme de mi cómodo asiento y girarme para darme cuenta que era una chica. Observé su cara un momento para luego girar a ver la del chico que parecía estarla desnudándola con la mirada, una tremenda carcajada salió de mi boca al ver al chico así, luego simplemente me tapé la boca y esperé a ver lo que él se proponía a hacer luego de que me dijera “observa”.
Su mal humor había cambiado completamente al ver a la chica, ahora podía estar seguro de era esa clase de chico que se la pasan tratando de conseguir chicas – ridículo – las palabras salieron solas de mi boca, posiblemente lo suficientemente alto como para que me escuchara antes de su llegada con la chica pero no tanto como para que la chica me escuchara. Pensé en acercarme también pero posiblemente la chica se sentiría hostigada por lo que simplemente dejé que las cosas siguieran su rumbo, esperando claro que la chica lo mandara a volar para poder reírme otro tanto.Itzel Niphews escribió:Seguía con la mirada fija en el horizonte, solo disfrutando de la brisa, los sonidos del mar, las aves y ....¿Pasos?. Ladee la cabeza, y vi al chico que creo que fue el que había dicho algo de la foto. Caminaba hacia mi, o eso es lo que creía, alce una ceja mirándolo mientras se acercaba. Observe que se desabotono la camisa, resisiti la tentación de rodear los ojos, pero solo le seguí la mirada fija.
-Buenas tardes- Respondí por cortesía una ves que se acerco, no era demasiado la distancia, y al verlo desde mi posición tuve que taparme la cara con una mano tratando inútilmente de tapar el sol. No alcanzaba a ver bien su rostro, pero lo que si era verdad es que era alto, y bien de contextura atlética, tal ves pertenecía a este distrito después de todo.Eric K. Airëk escribió:¿Ridículo? ¿RIDÍCULO? Ya le iba a dar a él ridículo. Decidió ignorarle, sabiendo que empezar a discutir en ese mismo momento no tendría mucho sentido. No apartó los ojos de los ojos de la chica, sabía que no sería de muy buena educación volver a hacerle un escáner de arriba a abajo. Al escuchar la respuesta de la chica, se dio cuenta de que no parecía muy receptiva, pero tampoco se había cerrado en banda. Oye, algo era algo.
Se sentó al lado de ella, lo suficientemente cerca como para que los brazos y las caderas de ambos se rozasen. Dejó las botas a un lado, y se preocupó de desatarse dos botones más, descubriendo los dos primeros cuadraditos de su tableta, que no estaba extremadamente marcada pero oye, ahí estaba. Le gustaban sus abdominales.
-¿No tomas el sol? - Preguntó, traduciendo en su cabeza la pregunta como un "¿no te vas a quitar la ropa?" Vamos, no sé para qué a venido a la playa entonces. - Soy Eric, por cierto - se presentó, con una sonrisa.Delian Bardlen escribió:Los contemplé por un momento hasta tomar la desición de dejar que el chico siguiera intentando lo que quisiera con aquella desconocida, por mi como si se lo montaban ahí mismo, claro que si comenzaban a hacerlo tendría que irme de ahí… no me gustan mucho las demostraciones de amor se nota ¿No? Sea como fuera simplemente me volví a sentar. Me comenzaba a aburrir y estaba seguro de que observar sus métodos de seducción no iba a des aburrirme por lo que dibujé en la arena un pequeño cuadro con el dedo. En él pensaba hacer lo que me había enseñado mi hermano: un castillo de aren. Por lo que comencé a amontonar la arena en el lugar, luego se me vino a la mente una pequeña idea, me giré para ver nuevamente al par y con una sonrisa amigable les hablé.
¿No quieren hacer un castillo de arena? – les pregunté divertido y a la vez queriendo probar a la chica ¿Prefería ligar o divertirse un poco con la arena? Era decisión de ella pero esto seguramente le costaría al chico un poco de su ego. Luego sin esperar respuesta continué amontonando la arena en el cuadrado dibujado, tratando de que tomara una forma cuadrada.Itzel Niphews escribió:Bien se notaba que no era de tener trato con hombres, en absoluto, mas que con mis hermanos, pero eso no significaba que me pusiera incomoda, sabia sobrellevarlo.
Gire mi mirada hacia el en cuanto se sentó, contemple mi ropa -Unos pantalocillos cortos con una fina remera- Estaba bien para estar en la playa al menos. Medite su pregunta ¿Tomar sol? Bien si lo que pretendía decir era "No vas a quitarte la ropa aquí", pues me encontraba a gusto así.
- No traje ropa de baño- Comente haciendo una mueca. -Ni siquiera tenia planeado venir a la playa- Concluí a la final.
-Un gusto Eric, soy Itzel- Extendí mi mano hacia el, bueno lo que cabía de extender al tenerlo tan cerca.
La otra voz del chico me sobresalto, estirando mi cuello por encima de Eric ¿Por que no un castillo? Entre estar sentada sin nada que hacer, bien no parecía mala idea. -¿Que dices? Algo de arena no esta nada mal- Reí por lo bajo mirándolo, mientras me levantaba y sacudía la arena de mi cuerpo.Eric K. Airëk escribió:Ah, entonces la chica no se iba a quitar la ropa. Pues vaya, mucha molestia para nada. Y además, extendió la mano para presentarse. Eric arrugó un poco los labios y estrechó la mano de la chica. ¿Qué pasa, es que en otros distritos no tenían la costumbre de saludarse con dos besos? El interés por la chica iba descendiendo a ritmo que la chica no correspondía lo bien que él deseaba. Eso significaba que tenía novio, de otra forma se habría tenido que interesar en él. A la fuerza. Se convenció a él mismo de que la chica estaba ocupada, llegando incluso a creérselo, y se encogió de hombros. No tenía nada que hacer, no iba a perder el tiempo.
-Encantado- dijo él también, esbozando una sonrisa un pelín forzada. Cuando el otro chico se mete en nuestra profunda conversación, no me importa para nada. Es más, prefería ir a hacer un castillo de arena, por infantil que sonase para sus altivos oídos, que perder el tiempo con una chica ocupada . -Oh, claro, claro, me parece bien. Ve yendo mientras me quito la camiseta - lo que se podía traducir como un "vete tirando para que pueda mirarte el culo". Desabrochó los últimos botones de la camiseta y se la quitó, impresionándose de nuevo a él mismo por el maravilloso cuerpo que tenía Dejó la camiseta encima de las botas y se levantó, esperando a que la chica comenzase a andar. Quién sabe, a lo mejor ahora se comportaba un poco mejor con el chico. Tampoco parecía antipático y aunque no le fuera a tratar como si fuera su mejor amigo, tampoco iba a estar demasiado borde con él. Al menos no al principio. [/i]Delian Bardlen escribió:No sabía lo que estaba ocurriendo tan lejos de mí y no me importaba demasiado lo que estuviera pasando por lo que simplemente seguía amontonando la tierra en torno al cuadrado, no era demasiado bueno en eso, mi hermano siempre había terminado haciendo en castillo mientras yo jugaba a que llegaba una bomba y destruía parte del castillo. Una sonrisa floreció nuevamente de mi boca, el recordar el enfado de mi hermano siempre era agradable, me había marcado la vida y ahora no sabía cómo dejarlo pasar. Desvié la mirada nuevamente a los dos que estaban un poco más lejos y pude ver como la chica se acercaba a mi lo cual me complacía un poco puesto que ella no había cedido ante los encantos de seducción del chico. Le dediqué una sonrisa amistosa mientras se acercaba a mí, viendo de reojo como el chico que quitaba su playera tenía buen cuerpo pero un carácter que no llamaba mucho la atención… ¿De verdad conseguía ligar siendo de esa manera? Tal vez, las chicas son rara al igual que los chicos aunque he de admitir que esto de ligar nunca fue mi fuerte.
Qué bien, ahora el castillo ya no va a parecer una torre semidestruida – le diría a la chica cuando llegara haciendo alusión a mi castillo construido un poquito mal.Itzel Niphews escribió:Me encogí de hombros al notar que el se quedaba un tanto atrás, tome mi calzado, y me dirigí hasta el otro chico a paso tranquilo observando a medida que me acercaba su castillo de arena, o bueno intento de el.
Voltee mi vista nuevamente atrás y vi que Eric se había quitado la playera, bien lo admito tenia buen cuerpo como lo suponía, voltee rápidamente mi mirada al frente nuevamente antes de que mi mandíbula cayera.
-¿Que se supone que es?- Dije divertida, viendo el cuadrado de arena, pose una mano en mi cadera observando al otro chico, y esperando que al fin y al cabo Eric se nos uniera.
Aunque nunca había intentado armar uno, la simple idea de hacerlo me entusiasmaba, por mas que fuera- y lo suponía- un completo desastre en ello.Eric K. Airëk escribió:Cuando la chica comienza a andar, Eric la sigue detrás, a un metro de ella, observándola de arriba a abajo y de abajo a arriba mientras hacía muecas obscenas con la cara y la lengua y un leve movimiento de cadera. Mientras ella estaba de espaldas y no podía ver, claro. Que lo viera el chico le daba igual. Justo un momento antes de que la chica se sentara y entrara en su campo de visión, Eric paró con las muecas y se rascó disimuladamente la nariz.
-Bonita colina - Halagó, refiriéndose al supuesto castillo de arena. Aun recordaba cómo el chico decía "qué bien, ahora el castillo ya no va a parecer una torre semidestruida" y Eric repetía la frase en su cabeza con voz de pito y carácter burlón. Era una frase bastante patética, para empezar. Luego, se sentó en la arena, al lado de la chica pero esta vez manteniendo más las distancias. Se paró un momento a observar el panorama, para ver lo que iban a hacer con la "torre", si seguir construyéndola o aceptar que era una completa mierda y tirarla Desde luego, él no pensaba poner el siguiente puñado de arena. -¿Y bieeen?- Dijo expectante.Delian Bardlen escribió:Al ver las caras que el chico estaba haciendo no puedo evitar que mis ojos rueden con desdén, la verdad es que empezaba a tener una conducta poco grata a mi parecer y simplemente porque no había logrado su tonto objetivo de cortejar a la señorita que tenía enfrente. Mientras se acercaban no le dije nada a la chica la verdad es que ella no tenía por qué saber nada de lo que hacía el otro chico y así parecía más contenta. Le sonrío a la chica cuando hace su pequeño comentario, luego llega el chico que al parecer no se encuentra a gusto más que tratando de encontrar con quién… bueno eso ya lo decidiría él.
¡Oh! Lo se, mi torre es perfecta – le digo al chico con un tono muy dramático llevándome una mano al corazón y con un gesto de cabeza en el que parecía como si estuviera enamorado del montón de tierra. Luego miro a la chica y comienzo a reír, era lo mejor que podía hacer. Después de detenida mi risa comienzo a poner más arena sobre el pequeño montículo y tratando de que tomara una forma lo más cúbica posible, ahora miro a la chica y le dedico unas palabras – verás que ahora quedará mejor, siempre acabados se ven más bonitos que a medio comenzar.Itzel Niphews escribió:Reí al oír los comentarios de ambos chicos, mirando aun el supuesto castillo, bien estábamos los tres para tontear en este proyecto.
Tome el borde de mi remera subiéndola un poco y haciéndole un nudo para que se quedara en el lugar, no quería que se llenase de tierra, el pantalones me daba igual de todas maneras. Me arrodille tomando un poco de arena y tratando de ayudar al chico.
-Soy Itzel- Le comente al chico que aun no sabia su nombre, mientras ponía un poco de arena sobre el montículo que había formado. -Oh vamos- Murmure frustrada viendo que no lograba apilarla. -Soy un completo desastre en esto- me apoye sobre mis piernas, pasando mi mano por mi cabello corriéndolo de mi cara mientras suspiraba, no me daría por vencida, pero creí que tendría mas habilidad para esto.Eric K. Airëk escribió:-Sí, perfecta. - Masculló Eric entre dientes, y arrugó la nariz cuando el chico hizo un gesto dramático. Vaya, sí que era un poco raro el hombre. La verdad es que en ese momento se sentía un poco extraño, en un distrito que no era el suyo, con un chaval que era más bien rarito y una chica que no estaba disponible. Y estaban todos haciendo un castillo de arena. Eric pensó que podría tener cosas mejores que hacer, tenía un buen pilón de ropa a la que coser los botones, pero estaba allí de cháchara. En el fondo, se preguntó si se lo pasaría mejor cosiendo que haciendo castillitos. Se encogió de hombros, pensando que al menos podría tomar el sol un rato y dejar que le diese la brisa marina. Decidió quedarse un poco más.
-Yo Eric - se presentó un poco a regañadientes, como si alguien le hubiera puesto una pistola en la cabeza para que dijera su nombre. Miró por el rabillo del ojo a la chica cuando se remangó la camiseta y la hizo un nudo, y se contentó pensando que quedarse allí un rato más no le iba a hacer daño
-¿Os queda mucho? - Dijo con una sonrisilla y sin la más mínima intención de ayudar a poner un puñado de arena. Era más divertido ver los patéticos intentos de la chica que se había presentado como Itzel.Delian Bardlen escribió:Simplemente ya no respondí las palabras de aquel chico y aunque notaba que no le era muy de su agrado este lugar ninguno de los dos le reteníamos para quedarse aquí… si estaba aquí es porque algo estaba buscando ¿no? Bueno tal vez, sea como fuere la chica se arrodilló para ayudarme con el castillo, sonreír al ver que tomaba un puño y decía su nombre, la chica se llamaba Itzel. Mientras el otro decía que se llamara Eric, yo la igual que itzel tomé un puño de arena un poco mojada y lo puse sobre el castillo apretando ligeramente para que se que quedara quieta y no cayera como la arena que había puesto la chica.
Me llamo Delian – les dije y luego paré de amontonar arena mirando a la chica, extendiendo mi mano para estrechársela y luego decir "mucho gusto”. Por obvias razones no hice el mismo gesto con Eric, así que simplemente volví a poner arena sobre nuestro castillo. Todo iba bien hasta que a Eric se le ocurrió hacer un comentario sobre el tiempo que nos estábamos tardando – pues seguramente estemos aquí hasta el anochecer (?) Puedes irte si te aburres de no hacer nada.
Si, había exagerado y un montón pero parecía que el chico no estaba dispuesto a no hacer nada y en realidad era lo que estaba haciendo. Posiblemente hacer el castillo no nos llevara más de una hora a lo sumo, media si lo hacíamos rápido pero tal vez estábamos consumiendo el tiempo de ese chico muy rápido. No era problema mío, si no quería estar bien podía irse y si quería hacer alguna otra cosa podía proponerla.Itzel Niphews escribió:-Sonreí a amos chicos en cuanto se presentaron -Un gusto conoceros chicos- Murmure aun concentrada en lo que hacia.
Estudie con la mirada a ambos chicos, eran tan parecidos y tan distintos a la ves, una extraña mezcla de distintos lugares. Me preguntaba de que distritos eran, y la curiosidad era mas fuerte. -¿De que distritos son?- No se porque tenia la sospecha que ninguno pertenecía aquí, pero tal ves yo me equivocaba.
Me levante rápidamente al oír a Eric mirándolo fijo de una forma dulce por así decirlo. -Bien, podrías ayudar, o no se si te la pasas mejor ahí parado de mirón, dudo que sea algo productivo- Respondí deliberadamente, tirando de mi cabello hacia atrás.-Aunque me pregunto que si es tan aburrido para ti.... Bueno es cosa tuya -Me encogí de hombros-.Eric K. Airëk escribió:Eric no podía parar de sonreír cuando vio que el chaval no le extendía la mano. La indiferencia le hacía mucha gracia, al contrario que otra gente, a la que le daba rabia.
-Yo también estoy encantado, Delian - Dijo con sorna, mirando al chico y sin borrar la sonrisa de su cara. La situación le divertía. -¿Hasta el anochecer? - - Preguntó, y miró el reloj pensativo, como si estuviera haciendo cálculos mentales que incluyeran complejas ecuaciones, integrales y una amplia gama de funciones (?). -Pues más vale que os déis prisa o se os va a pasar la hora. - Contestó. Seguidamente, miró a ambos lados, como para darse cuenta de que no pintaba mucho allí. De hecho, el mismo prefería irse. Además, estaba empezando a enfriar y tenía que volver a casa a cenar, o a ayudar con el trabajo. Así que dándose una palmadita en el muslo, se levantó y se sacudio la arena. Miró a Itzel mientras se pasaba una mano por el pelo.
-Distrito 08. Y ahora, si me disculpáis... - Dijo. Era un chico que tendía a tomar los consejos de otra gente, y si le aconsejaban salir, pues oye, él lo hacía (??). No, en realidad le apetecía marcharse y hacerles una pequeña putadita de regalo. Para ir a buscar sus cosas, dio un rodeo por el que tuvo que pasar peligrosamente cerca del castillo, y accidentalmente lo golpeó con un pie, haciendo desmoronar la arena de lo que sería una fachada del castillo. -¡Ups! ¡Lo siento! - Se disculpó falsamente, aún con la sonrisa en la boca. Y como había venido, se fue. Primero se puso la camisa de nuevo, seguidamente se ató las botas, y finalmente echó a andar hacia la estación de trenes que le llevarían a su distrito, echando a mitad de camino una mirada fugaz a los dos jóvenes que dejaba atrás. ¿Se los encontraría en alguna otra ocasión?Delian Bardlen escribió:Sabes, no puedo evitar no sentirme complacido de tu saludo – le digo al chico como si nada, no creo que ya pasara nada de todas formas y si pasaba ¿Qué más daría? Mientras a la chica no le tocara ningún golpe… pero al parecer simplemente todo estaría bien puesto que el chico se dispuso a levantarse. Por las palabras de Iztel ella también comenzaba a exasperarle el chico como era normal, esa clase de chico siempre terminan chocando con el carácter de la mayoría de las personas.
Bueno, creo que vamos a comenzar a ir más aprisa de ahora en adelante – le digo a la chica… pero mis palabras quedan borradas al ver el pie de Eric sobre la fachada de nuestro edificio, no me creía nada que hubiera sido por accidente y aunque no lo conocía bien podría decir que lo había planeado. Mi cara se puso roja del coraje en el que había entrado y por unos momentos estuve en blanco sin nada en la mente, para seguido de esto soltar una palabra altisonante y darme cuenta que el chico se había ido. Me giro hacia Itzel para mostrar una cara de resignación – bueno y se ha ido el cabrón… siento mis palabras tan groseras. Creo que eso ya no se puede arreglar y por alguna extraña razón tengo ganas de dar una vuelta por la ciudad.
Si, tenía ganas de dar una vuelta por la ciudad pero no era por una extraña razón. Aquel chico me había hecho enojar y se había largado sin más, no quería que se fuera sin almenos escuchar que era un idiota sin cerebro ególatra aunque estaba claro que con mi poco conocimiento de este distrito lo más seguro es que terminara perdido y pidiendo indicaciones luego de algunas horas de caminata. Me levanté de mi lugar para luego quitarme la arena de los pies, estiré una mano para ayudar a Itzel a levantarse.
Sabes, la parte más divertida es cuando los creadores destruyen su castillo – le dije antes de irme invitándola a que junto conmigo pateara el castillo asiendo saltar la arena hacia el mar. Supongo que ambos lo haríamos y seguido de esto me despediría de la chica chocando su mano y me iría del lugar.
Eric K. Airëk- PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Re: Eric K. Airëk
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- Eric pretende ser un chico malote que rompe las reglas y se encuentra con Alice, una agente de paz. Juguetean bajo el rol policía-detenido hasta que ambos sucumben a la atracción del otro y se enrollan en medio de la calle.
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- Eric K. Airëk escribió:Alguien se podría preguntar, ¿qué coño pinta Eric en la puerta de una escuela, en un distrito que no conoce pero cree saber que es el 03 a esas horas de la noche? Para ser completamente honestos, ni siquiera el mismo Eric lo sabía. Esa noche había decidido hacer otro paseillo por otro distrito, ya había visitado el 07 y el 04, ahora le tocaba el 03. No estaba mal, pero a Eric no le gustaría vivir allí porque era difícil respirar, había demasiado humo y contaminación y las calles cercanas a las fábricas apestaban. Por suerte, la oscura calle en la que se encontraba ahora no olía mal y parecía bastante tranquila. Era la calle donde se situaba el colegio del distrito aunque, obviamente, se encontraba cerrado a esas horas, así que Eric se conformó con apoyarse en la fachada exterior del edificio, con una planta de la bota tocando la pared.
Se frotó un momento la cara y se palpó los bolsillos para comprobar si llevaba algo encima con lo que pudiera entretenerse, pero no pareció encontrar nada. Suspiró y se relajó unos minutos, dejando que el aire nocturno - y aun así contaminado - del distrito le soplara en la cara. Con las manos metidas en los bolsillos, sopesó la posibilidad de volver a casa, no parecía haber nada importante en aquel distrito. Había sido una pérdida de tiempo ir hasta allí. sin embargo, se quedó un ratito más, apoyado en la pared.Alice L. Bonne escribió:No era una de las mejores noches para pasear, y menos con lo friolera que era. La despedida del sol dejaba un frío intenso en el ambiente, que era difícil de apalear con un simple abrigo. Igualmente me encontraba dando todavía tumbos por el distrito 3, atendiendo a mis recados y dando alguna que otra vuelta para hacer tiempo, sin embargo... Hoy se me había hecho verdaderamente tarde.
Caminé alrededor de la escuela, ahora oscura y algo solitaria. Cuando fui capaz de apreciar una silueta que con la poca luz que había en las farolas se me hacía algo reconocible.
- Eric...- Pensé para mis adentros. ¿Qué podría hacer a estas horas por este lugar? Nada bueno... Estaba claro, y mucho menos en un distrito al que no pertenecía.
Me acerqué a él lentamente, como si fuera una enorme casualidad que acudiera a su encuentro. Claro está que me acerqué para saber que narices estaba haciendo.
- ¿Qué haces aquí? A estas horas deberías estar en casita. - Dije con una sonrisa falsa en mis labios, sin quitarle el ojo de encima ni a él ni a sus manos metidas en los bolsillos. Aquí algo me olía mal... O Eric estaba haciendo algo malo o era una completa paranoica.Eric K. Airëk escribió:Eric seguía apoyado en la pared, girando la cabeza hacia un lado y hacia otro para ver si veía algo interesante, mientras en su cabeza canturreaba una melodía que se le había pegado de oírla en la tele (?). Cuando vio una silueta acercarse a él desde la penumbra, la observó con interés. Sólo reconoció a Alice cuando estaba apenas a un metro de él y la luz de una farola había alumbrado por casualidad sus rasgos faciales. Ante la pregunta, Eric esbozó una sonrisa con un tinte de autoconfianza.
-Bueno... -Dijo en un susurro, con una voz más grave de lo que se esperaba - A lo mejor estoy haciendo cositas que... No sería muy lícito que las hiciera en casa, si sabes lo que quiero decir. - Eric se sorprendió a sí mismo. La verdad, no sabía lo que acababa de decir ni sabía por qué lo había dicho, ya que no estaba haciendo nada malo. Sin embargo, los agentes de la paz siempre le habían dado mucho morbo y en esos momentos estaba a falto de algo de diversión. A lo mejor Alice podría entretenerlo un rato, quién sabe. Desde luego, iba a alargar un ratito más su estancia en el distrito 03.
Seguidamente, se le ocurrió remover las manos en los bolsillos, como para hacer creer que llevaba algo en ellos que tenía que esconder. Nada más lejos de la realidad, pues estaban completamente vacíos. Tampoco sabía por qué acababa de hacer eso, pero le molaba el jugueteo. Miró a la agente de a los ojos, sin borrar su sonrisilla.Alice L. Bonne escribió:Era un crío, y se le estaba ocurriendo jugar conmigo diciéndome a la cara que no estaba haciendo algo lícito, no le tenía miedo, ya que con un par de golpes podría quitarle esa cara de engreído rápidamente.
Me quedé observando al muchacho, intentando no ser demasiado dura con él, aún sabiendo que se estaba quedando conmigo, ya que sería absurdo admitir que estaba haciendo algo, y menos a alguien que está a cargo del distrito 3... O me estaba vacilando o era idiota.
- Vacía tus bolsillos, porfavor... - Dije mientras alargaba una mano de forma amable y me colocaba el pelo que el poco aire que había en el ambiente decidió descolocar.
Mientras tanto me quedaba mirando su sonrisa, su engreída sonrisa, que sin embargo resultaba atractiva y se me hacía difícil apartar la mirada. Era un crío comparado conmigo, lo sabía. Pero el joven era atractivo, todo hay que decirlo...
- No es buena hora para pasear por aquí, Eric... - Dije, intentando transmitir una falsa preocupación que estaba claro que no venía a cuento. Pero siendo sincera, estaba demasiado lejos de casa, y la mayoría de los distritos no eran muy agradables a estar horas, a decir verdad...Eric K. Airëk escribió:Bueno, bueno, bueno, Eric se estaba poniendo como una moto. La chica se estaba poniendo dura con él y éso le gustaba. Por una parte le hacía gracia y por otra le proporcionaba el morbo necesario para tener que quedarse allí y seguir comportándose como un chico malo que era, al fin y al cabo, lo que le molaba. En medio de su estupidez mental, decidió que podría ser todavía más malo si se hacía pasar por borracho. Hacía semanas que no bebía ni gota, pero podría fingir que había bebido así que, con un torpe inclinamiento hacia delante, acercó su rostro al de la chica dejando una separación de apenas tres dedos entre ellos, como si estuviera a punto de contarle algún secreto.
-Pero ¿y si me vacío los bolsillos... - Pausa para hacerse el interesante - ... y no te gusta lo que ves? - Dijo, arqueando las cejas en señal de "tengo cosas malas, muy malas guardadas en los bolsillos. Muahahahahaha (?)".
-Bueno, bueno, poli, no te me pongas así que tú también estabas paseando por aquí - dijo, pero no a malas ni en tono antipático, sino más bien en tono juguetón. Volvió a inclinarse hacia atrás, apoyándose de nuevo en la pared, y dibujó otra sonrisa, esta vez traviesa. Por su cabeza no pudo evitar que se pasasen obscenidades con Alice, en una gran variedad de sitios, situaciones y formas. Desde luego, si alguien estuviera leyendo la mente de Eric pensaría que un chaval de 16 años no podía pensar en esas cosas pero, por desgracia o por fortuna, sí que podía.Alice L. Bonne escribió:El muchacho me había cabreado, le había dado la oportunidad de hacerlo por las buenas, pero parecía que no le interesaba de ese modo... Me estaba pidiendo a gritos algo de violencia desmedida, y yo estaba dispuesta a aportarla.
Le cogí del cuello con violencia, empujándolo con la pared, con la suficiente fuerza como para dejarle una buena marca en el el cuello.
- No juegues conmigo... ¿Vale? - Dije, sin levantar el tono ni sentirme enfadada, puesto que no era mi estilo... Y no tenía muchas ganas de alterarme.
He de admitir que en ningún momento pensé en que el muchacho pudiera ponerse violento. Tenía una complexión fuerte, y podría hacerme daño... Pero no era muy aconsejable porque podría pudrirse en el distrito 13 de hacerlo.
- No tengo suficientes razones como para que te pudras en una celda, pero siempre he sido muy imaginativa... - Dije, amenazando, no iba a dejar que un niñato me tocara la moral, y mucho menos a estas horas de la mañana.
Intenté controlarme, reduciendo la presión de mis manos, ya que podría hacerle daño. Y posiblemente me había alterado demasiado. Me fijé en el olor a perfume que desprendía Eric. Me encantaba la colonia de hombre, era precisamente mi debilidad. Sin embargo pestañee un par de veces y no me dejé llevar por aquellas tonterías. Al fin y al cabo... Era demasiado fácil para mí el distraerme.Eric K. Airëk escribió:Eric mentiría si dijera que cuando le cogió con violencia por el cuello no se sobresaltó. No se esperaba esa reacción tan fuerte y no pudo evitar que se le pusieran los ojos como platos. La chica tenía fuerza en las manos, había que admitirlo, pero en cuanto Eric asimiló la situación, la sorpresa se esfumó para dejar salir una risotada cortada con lo que le quedaba de garganta.
Eric intentó responder cuándo le fue advertido de que no jugara con ella, pero la presión en el cuello no le dejaba pronunciar en condiciones una palabra, así que no pudo contener un pequeño gemido, como si se atragantara. Sin embargo, no borró la sonrisa. En acto reflejo, sacó ambas manos de los bolsillos y las apoyó contra la pared, prefería tenerlas alerta por si Alice se pasaba y tuviera que quitarle las manos del cuello él mismo. En el fondo, sabría que si usase un poco de violencia podría deshacerse del enganche, pero incluso él tenía sus límites con los agentes de la paz. Además, en el fondo no le disgustaba del todo, le añadía bastante interés a la situación este jueguecillo de dominio-sumisión (?).
Sólo cuando Alice redujo la presión de sus manos pudo Eric pronunciar algo coherente. O, al menos, relativamente coherente.
-¿Ah sí? ¿Y qué piensas hacerme entonces, poli? - Sí, le molaba llamarla "poli", quizá para subrayar su posición social. Ella, una trabajadora del capitolio; él, un joven que tiene los días contados hasta entrar en los Juegos del Hambre. Seguidamente, se mordió un labio sensualmente mientras miraba a Alice a los ojos, travieso.Alice L. Bonne escribió:Recordaba el carácter de Eric, a mis ojos era un chico que adoraba llamar la atención. La fugaz estancia en el distrito 8 solo se centró en tener a raya a Eric. Sin embargo su comportamiento a menudo resultaba divertido y ayudaba a distraerte de las penurias de Panem.
Sin embargo, ya me estaba empezando a molestar su comportamiento, y no me gustaría ponerme demasiado seria con él, aunque supongo que ya era un poco tarde.
Sus palabras y sus travesuras despedían picardía, y mentiría si dijera que aunque aquel muchacho tuviera 16 años no despertara cierta atracción en mí. Claro que no la suficiente como para dejarme llevar, ya que se convertiría en una gran perdida de profesionalidad.
- Eric, ya tienes las cosas bastante difíciles... Queda poco para los juegos del hambre, y es posible que te conviertas en un payaso para divertirme a mí y unos pocos más, si tu vida ya vale poco... No hagas que valga menos. - Dije, intentando provocarle. Él había hecho alusión a mí posición social. Y si la mía le resultaba graciosa, más gracia me hacía a mí su posición de peón. Una mera ficha de sacrificio para mantener la paz y promover algo de diversión para el capitolio. Una verdadera delicia para mis ojos.
Mis palabras acompañadas con algo más de presión alrededor de su cuello debían ser suficiente para provocarle, y darme algún simple motivo para detenerlo. Aunque la verdad, no me hacía falta ningún motivo, ya que nadie se enteraría... Era solo un "juego" para calmar mi conciencia, que en cierto modo se preocupa con Eric, pero levemente.Eric K. Airëk escribió:-Creo que eso ya lo tengo bastante asumido. - Dijo con la voz que podía salir de aquella garganta oprimida. No es que lo hubiera asimilado del todo, sino que ya era la segunda vez que una persona importante le amenazaba con meterle a los Juegos, como si todo el sorteo de la cosecha estuviese amañado. Aún recordaba a Octavio con su "quizá tenga que probarse este traje de nuevo, si sabes lo que quiero decir" y guiñar un ojo. Por tanto, las palabras de Alice no provocaron tanto miedo en Eric. ¿Ya había asimilado que iba a morir? No estaba del todo seguro.
A Eric le entraron unas ganas terribles de provocar más a Alice, pero en el fondo de su cerebrito algo le decía que no se pasase de la raya. Pensó en escupirla en plan porno, pero era demasiado guarro, así que se decantó por algo más suavecillo.
-No te resistas, poli, sabes que lo estás deseando.- Tentó, y se humedeció los labios lentamente, de casualidad (?). Hizo algo de fuerza con su cuerpo para acercar su cabeza a la de la agente y así provocarla aún más, pero como parecía que Alice estaba determinada a ahogarlo, no hizo mucha fuerza. Para ser honesto, ya le empezaba a doler algunos músculos del cuello, o será que la chica había presionado justo la zona débil, la que más duele. Y entonces se acordó de que tenía las manos libres, así que las llevó hacia las manos de Alice y acarició sus muñecas, con una sonrisa pervertida.Alice L. Bonne escribió:En serio... Qué aguante tenía estos críos, parecía que el ambiente de Panem les iba enfermando poco a poco. Sería difícil encontrar a algún muchacho de la edad de Eric todavía con "algo" de inocencia. Eso era algo que me horrorizaba. No quería hacer daño a Eric, pero sin embargo él estaba jugando conmigo, y eso no me agradaba del todo. Su gesto de humedecerse los labios y acercarse a mí me dejaron extrañada. ¿Qué tipo de pensamientos podían pasar por la mente de aquel joven? Tampoco quería saberlo.
Al notar el tacto de las manos de Eric sobre las mías un escalofrío me recorrió la espalda, y estaba claro que la sonrisa lasciva que él emitía no ayudaba mucho a calmar esa sensación
- ¿Qué haces? - Dije mientras le soltaba suavemente del cuello, intentado que Eric dejara de crear en mí esa sensación de... ¿miedo? No, más bien atracción, aunque tampoco sabría expresarlo muy bien...
- Oh... No tienes nada en los bolsillos. ¿Cierto? - Dije con cierta mirada de desaprobación. Se me había olvidado hacer ahínco en lo que le gustaba a Eric llamar la atención, lo tenía que haber tenido en cuenta mucho más.
Solté a Eric del cuello, dejando una leve marca roja, estaba claro que le había hecho algo de daño, pero no me preocupaba del todo... Me interesaba muchísimo más saber que pretendía y que hacía allí a esas horas, cosa que todavía no sabía.Eric K. Airëk escribió:Sí, esto era sin dudas el llamado caso de tensión sexual no resuelta. Éso lo tenía Eric bien claro. A Eric indudablemente le atraía Alice, y su oficio la hacía inmediatamente 10 veces más atractiva. Por otra parte, en el fondo Eric sabía que la atracción era mutua. Si bien es cierto que Alice no lo había expresado claramente (?), podría haber atajado la situación desde un principio en vez de dejarse llevar un poco, en vez de, de alguna manera, seguir a Eric el juego. Éso alentaba a Eric, le daba esperanzas de que se resolviese aquella tensión sexual o, al menos, disminuyese (?).
-Nada, no hago nada - Dijo Eric sin borrar la sonrisa. Intuía que se estaba empezando a poner nerviosilla con sus movimientos. Meneó levemente los hombros hacia los lados. No supo muy bien por qué hizo eso (?). Cuando le soltó el cuello, Eric sintió alivio, se había liberado de una presión que sin duda le estaba haciendo daño. Sintió cómo la zona empezaba a recuperarse, aunque todavía estaba dolorida. Sin embargo, no hizo ninguna muestra de dolor. Eso le había dejado marca fijo.
-Compruébalo tú misma. - Tentó Eric, haciendo alusión a sus bolsillos vacíos. Dejó de tocar las manos de Alice, de forma que se sintieran libres para palpar cualquier objeto sospechoso que hubiera en los bolsillos. Esperó con una sonrisilla a que le cacheara, que le tocase el pantalón para ver si llevaba algo o no.Alice L. Bonne escribió:Cuando Eric emitía aquellas sonrisas, era difícil evitar que se te contagiara esa tontería de la que él hacía gala. De modo que ya me sentía algo menos frustrada e incluso me relajé. Tenía claro que no era un sujeto peligroso, tal vez un poco raro. Divina juventud...
Sus palabras me obligaron a arquear una ceja. ¿Acaso pretendía que metiera las manos en sus bolsillos? Y más sabiendo lo que le gustaban aquellos "jueguecitos".
- No voy a tocarte los bolsillos, te he pedido que lo hagas tú... - Declaré, como si de repente le hubiera pedido un favor y no lo hubiera interpretado como una orden clara. No pude evitar volver a colocarme el pelo mientras emitía una sonrisa tonta, como si toda la violencia hubiera desaparecido por completo, de forma absurda.
Estaba claro que Eric pretendía meterme en una situación comprometida o "picante", pero no le iba a ser tan fácil. No me dejaba llevar tan rápidamente por unos deseos tan bajos. No era un cría, no del todo...
Suspiré, sacando un cigarro y encendiéndolo intentando disimular la vergüenza que de un modo un otro sentía con esta situación.Eric K. Airëk escribió:Se lo estaba poniendo difícil. Cada vez parecía que era más complicado llegar a seducir a Alice aunque hubo un momento en el que estuvo a punto. O al menos, eso creía Eric. Suspiró. Tenía que reconocerlo, no esperaba que se resistiera tanto. No se había rendido del todo, pero sí, quizá había perdido un poco la esperanza. Sin embargo, siguió intentándolo, por supuesto.
-No, no, yo no voy a tocarme nada, si queres saberlo ése será tu trabajo - Bien, ésa sería su última oportunidad de meter mano, y si no pasaríamos al plan B: violación (?). O, bueno, más bien, si ella no decide tocarle, será él quien empiece a tocarla. Al menos intentará seguir con el juego hasta que le metiera un bofetón o algo. Sólo entonces decidiría irse de allí.
Estuvo tentado por un momento de apoyar sus manos en los hombros de Alice, pero desechó la posibilidad. Preferiría guardarse sus cartas para más adelante.
Observó sonriente cómo se sacaba un cigarro y empezaba a fumarlo. Alargó su sonrisa aún más, ya que si necesitaba fumar en ese mismo instante, por algo sería. - ¿Y ese cigarro? ¿Qué pasa? ¿Acaso necesitas calmarte un poco? - Hombre, hombre, tenía que estar ya alterada y excitada perdidamente, como lo estaba él (?).Alice L. Bonne escribió:Suspiré, dando una calada más a aquel cigarro. Eric estaba en lo cierto, estaba alterada, y él lo sabía. No me importaba admitirlo, todavía no conozco las razones por las que no le había dado ya un par de puñetazos y me lo había llevado por la fuerza a una alcantarilla...
- Sí, me estresas, creo que no te sorprende - Dije, intentando aparentar cansancio por la situación.
Me acerqué a él, inspeccionando sus bolsillos sin necesidad de agacharme, sin embargo me daba bastante vergüenza ver que pese a la diferencia de edad, nuestra altura era más o menos la misma. Intentaba evitar el contacto de forma inútil, y esto a él se le hacía divertido. ¿Y por qué no admitirlo? A mí también. ¿Que colonia usaba Eric? No lo sabía... Pero era agradable al olfato hasta el punto que no te permitía oler otras cosas y se te quedaba pegado ese aroma en la nariz. A ciertas personas les parece molesto, a mí, sin embargo... Me encanta.
Como suponía, en los bolsillos no había nada, lo que me llevó a volver a suspirar. Y no pude contener una ligera carcajada.Eric K. Airëk escribió:-¿Te estreso? - Preguntó Eric arqueando las cejas, como si Alice hubiera dicho una mentira como la copa de un pino. -Más bien, yo diría que te excito. - Y es que Eric ya tenía ganas de ir al grano, que esos preliminares se estaban alargando demasiado y no podía ser una buena señal. Tal y como había pensado antes, levantó sus brazos y apoyó sus codos en los hombros de Alice, obligando de alguna manera a que le mirase a los ojos. Al estar tan cerca, Eric se estaba tragando todo el humo del cigarro. No le gustaba especialmente, pero tampoco le disgustaba. Además, aportaba a la escena un toque más sensual, aunque camuflara un poco el seductor olor de su colonia, que se la compraba porque era la que más feromonas desprendía.
Eric, al igual que Alice, soltó una risotada que no pudo reprimir cuando le metió mano por los bolsillos. No sabía si estaba en lo cierto o no, pero Eric intuía que la agente ya sabía que tenía los bolsillos vacíos. No hacía falta ser muy listo, ya que no había ningún bulto.
-¿No vas a comprobar si lo llevo escondido en alguna otra parte? - Preguntó ladeando la cabeza ligeramente. Había dicho "si LO llevo escondido" como si escondiera algo de verdad, aunque lo cierto es que todo su cuerpo se encontraba tan vacío como sus bolsillos.Alice L. Bonne escribió:Eric no tenía nada, de eso estaba claramente segura. Todo había sido fruto de una invención suya para divertirse, y como no, divertirme a mí. ¿Para qué negarlo?
Esbocé una sonrisa al ver como se acercaba a mí y sus palabras tan egocéntricas. Ya no me incomodaba, sabía perfectamente lo que pretendía. Desde el primer momento había formado parte de su entretenimiento.
Terminé el cigarro y lo tiré de forma despreocupada. La ausencia del humo hizo que esa condenada colonia, que no me iba a ir sin preguntar la marca (?) volviera a crear ese efecto casi hormonal en mí.
- Bueno, no hablemos de quien excita más a quien ni quien a dado más indicios de ello... - Dije mientras reía, medio divirtiéndome.
Seamos claros, a nadie le disgusta sentirse deseado. Y por alguna extraña razón me atraía la forma tan canalla de actuar de Eric. Seguro que es debido a algún trauma en la infancia (?)
- Creo que lo único que llevas ahora mismo encima es mucha autoconfianza - Dije mientras violaba aquel espacio personal suyo, convirtiendo la distancia entre nuestro labios en milímetros casi inapreciables.Eric K. Airëk escribió:Eric empezaba a descontrolarse un poco, ya que toda la sangre que regaba su cerebro empezaba a bajarse a otras partes y no podía pensar con claridad. La sonrisa de Alice le provocaba, para qué negarlo. Cuando terminó el cigarro, respiró con algo más de tranquilidad y empezó a oler su aliento, ya que se encontraba muy cerca de ella. No pudo evitar sonreir con lascivia cuando la distancia entre los rostros de ambos se acorto a más no poder. Ya no sólo olía El aliento de Alice, sino que lo sentía respirar en su boca
-Tienes razón, no hablemos de éso. - Vaya, era la primera vez en toda la noche en la que estaba de acuerdo con Alice en algo - De hecho, ¿quién necesita hablar? - Era cierto, en esos momentos los labios tenían cometidos mucho más importantes que la simpleza de pronunciar palabras.
Se mordió el labio cuando la agente mencionó su gran nivel de autoconfianza. Era cierto. En todos los temas - excepto los Juegos - Eric tenía la autoestima por las nubes. Le alegraba que se lo hubieran reconocido y decidió seguir a su rollo. Una vez hubo parado de morderse su labio, acortó la distancia entre sus bocas - que se encontraban prácticamente a la misma altura - y enganchó el labio inferior de Alice entre sus dientes. No lo hizo como si fuera a despedazar un trozo de carne, pero sí lo suficientemente fuerte como para que no pudiera salir del enganche tan fácilmente.Alice L. Bonne escribió:Eric se había adelantado aprisionando mis labios a él, sin embargo aquella tensión aún permanecía, indeleble. Sin embargo el tacto de su boca sobre mis labios me hizo perder parte del control que creía tener en aquella situación. Joder con el crío...
Me estremecí levemente, lo suficiente para que él lo haya notado.
Coloqué mis brazos alrededor de su cuello. Él había decidido aprisionarme mordiendo mis labios como si fueran suyos para no dejarme escapar, y yo no iba a ser menos.
Avancé mis labios, convirtiendo aquella mordida en un definido beso. Acerqué mi cuerpo aún más a él, aumentando lo picante de la situación. Eric me tenía embaucada, de manera que llegué a un momento en el que estaba dispuesta a corresponder sus exigencias y sus besos.
En ningún momento pensé que pasaría si este tipo de cosas fueran sabidas por el capitolio, ya que no se me permitía "confraternizar" de este modo con los posibles tributos. Sin embargo... Eric no pertenecía a mi distrito, lo que convertía todo en algo más "fácil"Eric K. Airëk escribió:Parece ser que Alice tomó su sabio consejo, ¿quién necesitaba hablar? Cuando la chica se estremeció, Eric no pudo contener una pequeña risotada de suficiencia, aquel estremecimiento era como el mejor de los halagos, ya que significaba que la atracción que llegaba a producir sobre ella era mucha. Hay que decir también, sin embargo, que esta atracción era mutua puesto que Eric se había olvidado por completo del lugar en el que estaba, de que se le hacía tarde para volver a casa y de que enrollarse con un agente de la paz en plena calle justo unos días antes de la cosecha no era algo que se considerase completamente lícito.
"¿Qué más da?" Se dijo Eric a sí mismo. Se iba a morir (?) y no le vendría mal un poco de disfrute, ¿no? Soltó el labio inferior de Alice para que ella misma pudiera lanzarse a un beso en condiciones. Eric correspondió, dejándose llevar y, quitando sus codos de los hombros de la chica, apoyó una mano en la cadera de Alice y la otra la deslizó lentamente por su espina, desde el cuello hacia abajo.
Notaba su cuerpo pegado al suyo, lo que hizo que se descontrolase aún más. Cuando su mano acabó el recorrido y llegó hasta la zona de la cadera, volvió a hacer el mismo recorrido pero a la inversa, desde abajo hacia arriba. Y esta vez, para variar, lo hizo bajo la camiseta del uniforme de Alice, de forma que pudo sentir su piel, su espalda con las manos.Alice L. Bonne escribió:Ambos estábamos dejándonos llevar por nuestros deseos más bajos de un modo un poco precipitado, cosa que podría ponernos en peligro a ambos. La diferencia entre ambos era abismal, tanto de edad como de escala social. Sin embargo en ese momento parecía no importarnos.
El tacto de Eric era suave y reconfortante, y el tacto de sus dedos en mi espalda hizo que se me pusiera la piel de gallina al instante. Era como si aquel crío supiera mis puntos débiles. Aunque "débiles" no sería la mejor forma de llamarlos, ya que no hicieron tranquilizarme ni recuperar nada de frialdad.
Intenté acercarme aún más a él, cosa absurda, ya que resultaba imposible una mayor cercanía. Sin embargo, esa intención aún permanecía constante. Me acerqué a su oído mientras mis manos rozaban su delgada y estilizada cintura.
- No te soporto... - Susurré, intentando quitar significado a aquella situación. Inmediatamente, mordí el lóbulo de su oreja.
Estábamos cometiendo una soberana imprudencia que podría llevarnos a la perdición, pero mi deseo latente en ese momento no me dejaba pensar con frialdad, prefería dejarme llevar aunque sea por una vez, ya habría tiempo para arrepentimientos.Eric K. Airëk escribió:Alice cada vez se acercaba más a él. En un principio parecía imposible, ya que llevaban un buen rato pegados, pero los acercamientos sí se hacían más tangibles teniendo en cuenta que a veces uno no podía evitar dar un pequeño paso hacia atrás por el empuje que el otro ejercía sobre él. Eric sentía su cintura, su curvada y delgada cintura, entre sus manos y la acariciaba lentamente, para sentir cada milímetro de su piel. Sin embargo, lo que más le gustaba fue el roce del cuerpo de Alice contra el suyo, abdomen con abdomen, pecho con pecho. Ventajas de tener una estatura similar.
Cuando la chica confesó que no le soportaba, Eric soltó una débil risa socarrona, que se transformó en un tenue gemido justo cuando Alice le mordió el lóbulo de la oreja. Se derretía. Una de sus rodillas estuvo a punto de fallarle, y la chica le encandilaba hasta tal punto que no le permitía mostrarse seco y brusco con ella. Al menos no mientras estuviera jugueteando con el punto de placer de su oreja.
Sus pensamientos se le nublaron, y ya podía estar paseando por la calle la mismísima presidenta Winter que a él le iba a importar un pimiento. Lo único que quería era seguir disfrutando a ese ritmo. Cuando sus manos se cansaron de sentir su cintura, sus ágiles dedos las llevaron hasta el pantalón, concretamente hasta el lugar donde se encontraba el botón para desabrocharlo. Carentes de torpeza, sus manos desabrocharon el botón, y los ojos de Eric buscaron los de Alice. Esperaba una señal que le indicase "adelante", o bien un tortazo que lo mandase de vuelta al Distrito 08, aunque ésto último lo veía menos probable. Si bien es cierto, que podría haberlo preguntado verbalmente, confiaba en que una mirada cómplice como la que estaba dirigiendo en ese momento tenía mucha más validez y le ayudaba a expresarse mil veces mejor.Alice L. Bonne escribió:Eric había perdido su típica risita, esa que me embaucaba repentinamente, sin oportunidad de escapar. Pero eso no implica que me gustara menos. El deseo seguía en el ambiente, y parecía no tener fin. Era como si aquella noche se fuera a eternizar hasta que nos pillaran, sin embargo... Ya no temía esa posibilidad.
Vi la sonrisilla de Eric, ahora algo cambiada, y el contacto visual hizo el resto. Parecía que nuestras intenciones se drenaban a través de nuestro ojos, sin ningún tipo de filtro...
- Eric... Podrían vernos... No... - Dije, sin mucha confianza en mis propias palabras.
La proposición de Eric me pareció precipitada... Aquí, en medio de la calle. Sin embargo, mientras la razón no me permitía cometer semejante acto, mi cuerpo lo deseaba. No me podía resistir, y ahora me sentía como una niña pequeña, incapaz de controlar mis propios impulsos.
Cogí a Eric del cuello de la camiseta, tirando de él hacia mí, mientras me giraba para quedarme de espaldas a la pared. Le había transmitido una verdadera contradicción, mientras mis palabras decían no, mis actos demostraban lo contrario.
Quería que Eric arrancara mi ropa, quería que lo hiciera él. Por lo que me relajé en la pared, intentando transmitir que en ese preciso momento era suya. No me importaba que tuviera que volver a casa con la ropa desgarrada, definitivamente, me daba igual todo...Eric K. Airëk escribió:-¿Y qué si nos ven? - Dijo con una sonrisa lasciva. La inseguridad que cargaban las palabras de Alice contradecían a las mismas, y a Eric no le hicieron falta actos para darse cuenta de que el deseo era mutuo. No opuso resistencia cuando le cogió de los cuellos y lo hizo girar. Es más, éso hizo que soltara una risilla de suficiencia. Nada mejor que el hecho de que le deseen podía servir para inyectar a Eric una dosis de orgullo, que ya tenía bastante alto de por sí.
A diferencia de Alice, cuya razón le recordaba que lo que estaba haciendo no era bueno, Eric había perdido todo el sentido de la razón. En ese momento, su cuerpo mandaba así que no dudó ni un segundo en dar una pequeña embestida a Alice con el abdomen hasta empotrarla contra la pared. Se colocó enfrente suyo, aunque casi se podía decir que estaba encima de ella. El beso desenfrenado continuaba con la misma pasión del principio, y las lenguas de ambos no paraban de enredarse.
Alice se encontraba acorralada contra la pared y las manos de Eric bajaron la cremallera del pantalón de la chica con un ruidito que rompió el silencio de la noche. Bajó el pantalón con rudeza, como sabía que le gustaba a Alice - había quedado más que claro que a la agente le molaba duro y le gustaban los malotes como Eric (?). Mientras una mano de Eric se entretenía subiendo y bajando por el costado de Alice, la otra se dedicó a inspeccionar sus piernas, acariciando primero sus zonas exteriores para luego seguir con las interiores en un sin duda estimulante cosquilleo. Con la mano todavía por encima de la ropa interior de Alice, sus dedos comenzaron a hacer unos movimientos lentos pero intensos en la entrepierna de la chica y sus ojos contemplaron, orgullosos, el rostro de la agente, atentos a cualquier mueca de placer que se pudiera dibujar.
EDITO: Seguidamente, se apartó de ella con firmeza, se llevó los dedos que habían hurgado la entrepierna de Alice hacia la nariz, y olisqueó con sorna. Luego, lanzó un beso a la agente, se dio media vuelta y se fue, sin dar una explicación. El motivo por el que se iba era porque necesitaba ver a su madre para que le terminara de coser una cosa (?). Y, por otra parte, le molaba dejar a la gente con la miel en los labios. Se sentía guay.
Off: No puedo seguir roleando aquí ya que tengo que ir a los Juegos e____e
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Re: Eric K. Airëk
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Jude Kyriakov O'Dahm
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- Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Puso las llaves en la oxidada y antigua llanura de la puerta y la abrió, sin hacer apenas ruido, y cerrándola intentando evitar el típico chirrido que siempre emitía. No escuchó nada, pesé a que paró atención. La casa estaba vacía, y olía a humo y a fábrica con tanta intensidad como en cualquier hogar de gente humilde en ese distrito. Dejó las llaves en el cuenco de madera, al lado de la puerta, y atravesó el salón con un par de pasos, pues no era muy amplio. Subió las escaleras y se encerró en su cuarto, sentándose en la cama. Era una habitación pequeña de paredes con papel pintado color carne, con estampado a rayas. Una ventana abierta, grande, daba a la parte trasera de la casa, al pequeño patio exterior que daba a la calle trasera, y por la cual se podía entrar gracias a una enredadera que Jude había decidido no matar. Poca gente sabía dónde pisar, solo a quien ella se lo había confiado.
Esperaba que Eric llegara pronto, pues habían quedado dos minutos antes de su llegada, y había temido encontrarlo ya dentro, pero no fue así. Puede que llegara por la ventana, pero el chico tenía por costumbre usar sus modales y llamar a la puerta, cosa que alertaba a su familia de que había alguien más. Pocas veces había ido a su casa, ni tampoco ella a la de él, pues ya tenían suficiente como ir al distrito siete a verse de vez en cuando. Solo en el extraño período que les daba el capitolio para campar libremente podían permitirse ese tipo de visitar. Echaba de menos a su amigo. A él se lo contaba todo, y ya hacía un par de semanas que no se veían. Seguro que le venía con batallitas de nuevas conquistas, como siempre, cosa que la chica entendía. Eric era muy guapo, las chicas se lo quedaban mirando siempre que pasaba.
Se acercó a la mesilla de noche y cogió un libro, una historia interesante sobre dragones que había rescatado de la biblioteca del distrito antes de que el gobierno pasara a hacer una inspección y quitara todos los libros y los sustituyera por ejemplares de la Historia de Panem u otros libros que bien podrían estar titulados como “El Capitolio es el mejor” o “La presidenta Winter mola”. Una mierda con portada que nunca traería a casa. Se tumbó en la cama, antigua y con un colchón tan duro que hacía daño, y abrió el ejemplar por la página con un dobladillo en la esquina.Eric K. Airëk escribió:Calle Delwarte, número 17. Eric se había esforzado por aprenderse la dirección de Jude, cosa que no le había resultado excesivamente complicada. Sin embargo, el verdadero reto era encontrar la calle en un Distrito que no conocía. Había venido algunas veces a casa de Jude, pero siempre se hacía un jaleo en uno de los cruces del Distrito y acababa en una calle un tanto alejada. Aquella vez no fue menos, aunque consiguió dar con el camino correcto gracias a las indicaciones de una anciana que paseaba por ahí. Eric tendía a ser puntual en lo referente a quedadas y siempre llegaba a tiempo cuando decidían encontrarse en el bosque, pues el camino se lo sabía de memoria. Sin embargo, el haberse perdido durante un momento por el distrito hizo que llegara unos minutos tarde a casa de Jude.
Cuando estuvo en frente de su puerta, tuvo la misma duda de siempre. Podría entrar por el patio trasero y entrar por la enredadera. Aunque había que tener cuidado con dónde pisar, hasta el momento nunca había tenido muchos problemas. La otra opción era llamar a la puerta, lo que le parecía una elección mucho más civilizada, a pesar de que pudiera molestar a la familia Kyriakov. Ser educado ganó finalmente el pulso, y Eric golpeó la puerta tres veces con los nudillos.
Confiaba plenamente en su amiga Jude, sabía que podía contarle todo lo que le sucediese y que ella iba a escuchar, antenta. Él también se esforzaba por escuchar los problemas de la chica. Era una especie de confidente, alguien en quien se podía refugiar cuando tenía que contar algo que no todo el mundo puede saber. A pesar de que, además, se conocían desde pequeños, Eric todavía no tenía la suficiente confianza como para irrumpir en casa de Jude cuando quisiera, por lo que prefería llamar a la puerta y que fuera ella la que le invitase a pasar.
-¿Jude? - -Preguntó para asegurarse, lo suficientemente alto para que lo oyera cualquiera que estuviera en la casa.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Tardó unos instantes en darse cuenta de que estaban llamando a la puerta, pues el ruido quedaba apaciguado por una leve lluvia que acababa de empezar a caer, leve pero continua, la típica lluvia otoñal o también veraniega, que abundaba en el distrito nueve, y servía para hacer caer del cielo todos los gases contaminantes de las fábricas en forma de gotas de lluvia posiblemente contaminantes. La historia era envolvente, y apenas se había sumergido en ella cuando el ruido y la voz confiada y conocida de Eric la despertó de su ensimismamiento. Se incorporó y dejó el libro a un lado, doblando el borde de la página para marcar el punto donde se había quedado. Salió por la puerta de su habitación y cerró, bajando con rapidez por las escaleras llenas de libros a ambos lados, que separaba el primer piso de la planta baja.
- Enseguida llego.- gritó, parándose un momento para dejar en su sitio un cuento que su hermana había dejado tirado. Némesis, tan inocente y mona, y recién entrada en la Cosecha. En los anteriores Juegos Jude se sintió bastante identificada con Katniss Everdeen, la chica que sustituyó a su hermanita pequeña. Realmente no sabía que haría si a ella le pasaba algo, aunque siempre estaba su hermano mellizo para ayudar a cuidarla. Si no hubieran sido familia numerosa no se les hubiera asignado una casa tan grande, normalita tirando a pequeña si era para todos ellos, pero suficiente. No le importaba compartir habitación con la pequeña.
Llegó a bajo y abrió la puerta deprisa, viendo a Eric que empezaba a mojarse. Lo empujó dentro y cerró la puerta detrás de él. Se quedaron uno en frente del otro y Jude le abrazó, no muy acostumbrada, pero cómoda con ello. Pero la situación era un poco... emotiva para su gusto, de hecho ella evitaba esas situaciones.
- ¿Cómo estás, mujeriego del distrito ocho? – preguntó separándose de él y evitando una risotada y empezando a subir de nuevo las escaleras hacia su habitación, apartando cosas que no estaban en su sitio con el pie, y esperando que el chico subiera tras ella, como ya habían hecho alguna vez. Se sentó en la cama, detortolandose encima, despreocupadamente, sabiendo que él ocuparía el lugar a su lado.Eric K. Airëk escribió:Eric notó unas gotitas en el cuello y en la cabeza, y miró al cielo para corroborar lo que era obvio. Estaba empezando a llover. No estaba muy seguro de si en el Distrito 09 estas lluvias eran corrientes o no, aunque suponía que eran casuales y pasajeras, tal y como en el Distrito 08, pues ambos lugares se encontraban pegados. Volvió a mirar a la puerta, impaciente por entrar en la casa, ya que no quería pillar una caladura. Escuchó la voz de Jude y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Hacía mucho que no la veía y echaba de menos todas aquellas quedadas en el bosque en las que se contaban las novedades. Eric, para ser sincero, no llevaba encima muchas noticias - quizá un pequeño rollo que había tenido con una agente de la paz, pero no mucho más - ya que en los últimos días la Cosecha había estado repicando en su cabeza como una maza. Si de algo estaba seguro era de que no iba a sacar el tema de los Juegos en aquel momento, no con Jude, pues sabía que el nombre de su adorable hermana Némesis ya pertenecía al sorteo. La misma Jude tampoco se libraba, aún no había superado la mayoría de edad. No quería amargar el día sacando esos temas.
Jude abrió la puerta y él entró en la casa rápidamente, lo que era de agradecer si no quería mojarse más. Acogió a la chica en un cálido abrazo, que a los dos les hacía falta.
-Bien, bien, estoy todo lo bien que puedo estar ¿Y tú? - Contestó con una gran sonrisa. Aún le hacía gracia que le llamase mujeriego, y no podía esperar a contarle el último rollete que había tenido.
Antes de subir las escaleras tras Jude, se permitió unos segundos para observar la casa. Estaba un poco desordenada, es cierto, y olía a fábrica: olor característico del distrito 09. Sin embargo, Eric no se cansaba de envidiar lo grande que era la casa. Era una familia grande, claro, lo que les daba una ventaja en las dimensiones del hogar. No pudo evitar acordarse de su casita. Pequeña y humilde, pero más que suficiente para dar cobijo a una familia de 3 personas. Además, le gustaba la decoración ya que su madre no sólo era capaz de tejer telas para los vestidos, sino también recubrimientos de muebles, cortinas y demás.
Ya en la habitación de Jude, ocupó su sitio de siempre, en un lateral de la cama, y se sentó cómodamente. Lo primero que vio fue los libros. A Jude le gustaba leer, sólo había que entrar en su habitación para darse cuenta de éso. A él, sin embargo, la lectura nunca había sido algo que le llamase especialmente la lección. Una rápida ojeada a la portada del libro que estaba sobre la mesa para saber de qué se trataba.
-¿Dragones? Por favor, Jude, deberías de estar leyendo "Historia del Distrito 13", creo que ha salido una nueva edición (?). - Comentó con sorna, pues tanto a Jude como a él le repateaban los intentos del Capitolio por restregar su poder en la cara de los habitantes de los distritos y la absurda manía de recordarles un pasado que no quieren que se repita.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Vio que su amigo de pelo oscuro se había mojado un poco durante el corto rato en el que ella recogía algunas cosas tiradas por el suelo antes de abrir, por lo que le pasó una mano por el pelo, mojándose, sin importarle. Luego agarró una toalla y se la tiró, tapándole la vista y sonriendo levemente. Los ojos de Eric apagaron la luz que en ellos brillaba, la energía que poseían, durante un instante, en el cual pareció ensombrecerse toda su persona. No hicieron falta palabras para que Jude se diera cuenta qué pasaba por su mente, era algo muy común, y mucho más estando en el plazo. Se había imaginado en ocasiones salir elegida, pero nunca se había preocupado por Eric, pues no había pedido teselas en toda su vida. Por un momento se le pasó por la cabeza la descabellada idea de que los dos salieran elegidos, y estuvo segura de que se le paró un momento el corazón. No podría matarlo, ¿Él podría? Sacudió la cabezota, intentado despejar así su mente de esos horripilantes pensamientos.
Sonrió un poco al oír que todo iba bien, algo que la tranquilizó.
- ¿Entonces quién es la conquista de la semana? - preguntó, en tono de burla, ya acostumbrada a los corrientes rolletes de su apuesto amigo, aunque a Jude tampoco le gustaban del todo… - Bueno, yo bien. Conseguí esto.- dijo, sacándo de debajo de la mesa una caja llena de jabones de buena calidad, champú, gel, de todo. Algo poco común en el nueve, y posiblemente también en el ocho. – Me costó bastante conseguirlos, la verdad.- comento haciendo una mueca como si se hiciera la dura, fingiendo ignorar por completo el hecho de que consiguiera la mercancía por medios que serían más propios de su amigo.
Le tiró una zapatilla a la cabeza a Eric cuando dijo lo de los dragones, sabiendo perfectamente su poco gusto hacia la lectura, pues prefería darle a la lengua.
– Cierto, o Panem y los Días Ocuros, septuagésimo octava edición, me he olvidado de comprarlo, es que creo que en la librería de aquí al lado se ha agotado ya, del éxito que tiene.- se mofó. Ambos sentían un odio irrefutable hacia el capitolio, el gran tirano del País. No hablaban mucho de ello, pues podían haber cámaras en cualquier sitio, pero a veces tocaban el tema, y sus inclinaciones eran idénticas e igual de rebeldes anarquistas.Eric K. Airëk escribió:El fallo de reflejos de Eric hizo que la toalla se le estampase en la cara en vez de cogerla al vuelo. Había sido bastante patético por su parte, aunque ya no le importaba del todo que Jude le viera hacer el ridículo, así que se limitó a coger la toalla y quitarse las gotas de la cara, para después pasársela 2 ó 3 veces por el pelo. Tampoco necesitaba mucho más para secarse, la suerte del que tenía el pelo cortito. Cuando dejó la toalla a un lado, hecha un rollito, observó la cara de Jude, que parecía sumida en sus pensamientos con un matiz de preocupación. La vio sacudir la cabeza, como si quisiera aclararse la mente u olvidarse de algo. La vida de Jude era sin duda dura y podría numerar cientos de cosas que se le estuvieran pasando por la cabeza, aunque intuía que en ese caso, las preocupaciones de ambos eran iguales. Eric también apartó su desazón de la mente, aunque sin sacudir la cabeza, esforzándose por ser inexpresivo para que Jude no pudiera leer sus pensamientos, los que en muchas ocasiones solía adivinar como si se tratase de un libro abierto. No sabía si era una especial empatía por parte de Jude o una clara expresividad por su parte, pero nunca le gustó del todo que supiera la mayoría de cosas que pensaba, aunque también fuese una muestra de varios años conociéndose. Él era un poco más torpe para ver lo que sentía otra gente tan sólo basándose en la expresión de su cara.
-Bueeeeeno, tanto como conquista... - dijo con mueca burlona y una voz un tanto estúpida, como para añadirle interés al tema - No sé si contará el rollete con una agente de paz, del Distrito 03. - No pudo evitar que se le extendiera una sonrisa de oreja a oreja. Jude sabía perfectamente que tenía debilidad por la gente importante, por los polis, y haber conseguido aquello era sin duda una hazaña para él. Luego, se inclinó para observar con atención la caja que le mostraba Jude, viendo una colección de jabones que parecían tener tan buena calidad de ser dignos de miembros del Capitolio. Cuando hizo énfasis en todo lo difícil que le había sido a ella conseguirlos, escudriñó su rostro en busca y captura (?) de alguna señal que le indicase cómo los había conseguido, aunque se topó de lleno con una muralla que le impedía ver sus pensamientos. No podía confiar en su empatía, por lo que preguntar era la opción que le quedaba.
-¿Y eso? ¿Cómo los conseguistes? - Dejó caer la pregunta como aquel que preguntase por el tiempo, aunque interiormente estuviese bastante interesado. A pesar de que a Jude le costase conseguir un trozo de pan, le extrañaba que hubiera enfatizado cómo los consiguió, era una chica fuerte que no solía quejarse de los problemas que tenía.
Entonces, los reflejos de Eric fallaron de nuevo y se llevó un zapatillazo en la cabeza. No pudo evitar reírse, y se mofó aún más con el comentario de Jude. En el fondo no era de su agrado lo que hacía el Capitolio, obviamente, pero a esas alturas había quedado demostrado que era mucho mejor reírse de lo que sucedía que apenarse o indignarse por ello.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Se encontró mirando a Eric atentamente, que escudriñaba el rostro de la chica con una expresión de esfuerzo notable, aunque seguramente él no se daba cuenta. Eso la hizo sonreír. El cejo fruncido, al igual que los labios, y una intensa y penetrante mirada declaraban que el muchacho estaba intentando averiguar qué pasaba por la mente de la chica en esos momentos. A Eric siempre le había costado adivinar qué pensaba la gente, como a la muchacha, pero al final habían desarrollado un alto nivel de comprensión y empatía el uno con el otro. Sinceramente, le daba la sensación de que llevaba escrito en la frente “ESTOY PREOCUPADA POR LOS JUEGOS DEL HAMBRE”, cartel que si realmente llevara puesto la gente no se quedaría mirando, pues en esos días, preocuparse por los Juegos era de lo más normal, y más en esos distritos alejados del Capitolio, porque los niños tenían que pedir teselas y había muchas probabilidades de que los pobres saliesen elegidos. Envidiaba a Eric, pero también admiraba la forma de subsistir de sus padres, que no eran ricos pero se las apañaban bien, trabajando mucho.
- ¡Así que un Agente de la Paz eh! – Exclamó sorprendida, no por el hecho de que la conquista fuera alguien importante, ya que siempre lo eran, sino porque tenía entendido que los de esa clase eran… poco accesibles, por así decirlo.-. Tendrás que contarme algún día cómo lo haces-. Comentó distraída, agarrando un jabón y dándoselo. Seguro que no les faltaba, pero lo que le ofrecía era mercancía que de no haber sido cogida por ella habría terminado en el Capitolio, por lo tanto de muy buena calidad. Esa vez Eric no pudo penetrar en su cabeza y averiguar qué pasaba por ella, pues Jude había levantado un grueso muro que no tenía intención de romper. Estaba realmente avergonzada por el modo en el que había obtenido todos esos jabones, poco digno de ella, aunque le diera tan poca importancia al sexo como Eric. – Mi irresistible encanto femenino.- dijo, y escondió una risita recordando cómo había dejado encerrado a Drew en la escena del crimen, para dejarle claro que lo había utilizado.
Rió con el respecto a lo del capitolio. Nunca se cansarían de meterse con ellos, que servía tan poco como cuchichear a escondidas y contar barbaries en el mercado intentando que no se enteraran los Agentes de la Paz.
- Por cierto, a ver si consigues influencias de esa Agente de la Paz y consigues enchufe.- Alzó las cejas y las bajó repetidamente, mofándose, y fingiendo completa indiferencia por el tema, aunque no terminaba de darle igual. - Si te libras de la Cosecha este año confiaré para siempre en tus encantos masculinos.- bromeó.Eric K. Airëk escribió:Rió ante la exclamación de Jude y asintió con la cabeza orgulloso, como un niño pequeño al que halagan por haberse atado los cordones solo por primera vez.
-Oh, bueno, en realidad no es tanto, supongo que es por mi actitud de malote. - Comentó medio en broma, imitando la voz de falsa modestia que ponían los del Capitolio cuando se les echaba flores por cualquier chorrada. Nada más decirlo, se sorprendió a sí mismo al darse cuenta de que en todos esos años, rara vez había mostrado a Jude la postira antipática, el rol de niño malo, aunque fuese así como se comportase con la mayoría de la gente. Suponía que era porque la conocía desde que era pequeño, cuando todavía era un angelito de chaval. A partir de ahí - y sobre todo a partir de los 11 años, cuando entró en el la cosecha - fue forjando un carácter más apático, egocéntrico y borde, aunque se siguió comportando bien con sus amigos de toda la vida - Zelda y Jude. A ellas rara vez les respondía mal; las apreciaba mucho ya que eran las únicas personas que podía considerar buenas amigas, y dudaba sinceramente que pudiera forjar una amistad similar con alguien nuevo, comenzando desde cero. Eric no quería pensar cómo sería todo si no estuvieran, y un pequeño escalofrío le recorrió la espina al darse cuenta de que las 2 pertenecían a la Cosecha. Si alguna de ellas entraba, esperaba que saliera de allí. Entonces se dio cuenta de que su rostro se había ensombrecido de nuevo, era inevitable. Mierda - pensó, apostaba que Jude le había vuelto a pillar. Tardó unos segundos en acordarse de lo que estaban hablando, y volvió a recuperar la sonrisa como pudo. Luego, se inclinó hacia Jude como si le fuera a confesar un secreto nunca revelado (?) - En realidad, creo que es por la colonia. Contiene feromonas (?).
¿El encanto femenino de Jude? Espera, espera, eso sí que le había hecho gracia. La miró con una sonrisilla. Sin duda, Jude era una chica más que atractiva, pero Eric no se había fijado en ella ya que la consideraba algo así como su hermana. Muchas chicas de la calle más feas que Jude habían conseguido atraer su atención, pero su amiga - exceptuando alguna que otra ocasión en la que había bebido más de la cuenta - sólo le despertaba amistad y afecto. La chica, además, tampoco daba mucha importancia al sexo. Eric lo sabía, por lo que le sorprendía lo que acababa de oír. Su intuición no le fallaba y ya sabía los métodos que había usado Jude para conseguir los jabones. Lo que sí se le pasó por alto fue que en el fondo Jude se avergonzaba de haberlos conseguido así. Eric trataba con normalidad el sexo y ni se le pasó por la cabeza que alguien pudiera avergonzarse por eso.
[i]-Bueno, bueno, con que esas tenemos... ¿Y quién ha sido el afortunado? - [i]Comentó con una risa, rechazando el jabón que le ofrecía su amiga sin darle importancia. Al ser de tan buena calidad, prefería que se quedase ella con todos, no quería abusar (?).
-No, este año no me libro de la cosecha, créeme.- Dijo secamente y sin dar mucha más información, aunque por su cabeza vio pasar una imagen de Octavio, el "fabuloso" estilista de los Juegos que lo había, por decirlo de alguna manera, condenado a participar.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Soltó una risita melancólica, recordando lo encantador que le había parecido Eric cuando se habían conocido de pequeños, y todos los años que él le había gustado, aunque su relación se había consolidado como una amistad real y duradera, inquebrantable. Era cierto que Eric era arrogante y pasota con la mayoría de la gente, pero con Jude siempre se había mostrado burlón y bastante amable, teniendo en cuenta que los dos se molestaban entre si, era casi un deporte que llevaban practicando desde una edad muy temprana.
- Es verdad, a veces se me olvida tu irresistible carácter rebelde, vuelve locas a las nenas. Tsé, si yo no fuera tan marimacho me lanzaría como una desesperada a tus brazos.- se mofó con una sonrisa traviesa, sabiendo que no se lo tomaría apecho. Nunca tenía miedo de bromear al lado de Eric, porque generalmente no se tomaba las cosas en serio, y nunca se enfadaban porque ambos tenían en cuenta de que nada de lo que se decían era con mala intención. Si no fuera así ya no serían amigos, pero se habían peleado pocas veces, y siempre se reconciliaban con rapidez, como si tuvieran mucho miedo a perder al otro.
El rostro de su amigo se ensombreció de nuevo, y con la cabeza baja, en su mundo alternativo, Eric parecía haber perdido toda esperanza. Jude confiaba en que en dos segundos se le pasara, pero al alargarse un poco más la pausa de su compañero se preocupó. Con el dedo índice le alzó la cabeza y le rodeó la cara con ambas manos, obligándole a mirarla, para que prestara atención y saliera de esa pesadilla que regnaba en su cabeza.
- ¿Estás bien? Vamos Eric, no pienses en eso ahora.- insistió, sabiendo cuál era el tema de su preocupación. Casi sin darse cuenta volvía a ser el de siempre, que le rebelaba el secreto de sus innumerables conquistas en la oreja, con un tono que parecía que les estuviera contando el significado de la vida.- Hhmmn… feromonas ¿Eh? Suena demasiado caro para mí.- añadió encogiéndose de hombros y guardando el jabón que acababa de rechazar, por educación, pero la muchacha sabía que tenían de sobra en casa, así que no insistió demasiado. Negó con la cabeza, quitándole importancia a lo el "afortunado", según él.- Un idiota que trabajaba en las fábricas, Drew nosequé. Aunque yo no lo llamaría suerte, porque lo dejé encerrado en el despacho del director antes de irme.- Le contó encogiéndose de hombros, como si fuera lo más normla del mundo, pero sabiendo que si a ella se lo hubieran hecho le habría molestado muchísimo.
La certeza con la que Eric le dijo que saldría elegido en los Juegos fue aplastante, de modo que casi se le encogió el corazón y se le cortó la respiración. Alzó una ceja, esperando encontrar una sonrisa socarrona en la cara del muchacho, como contando que todo había sido una broma, pero se decepcionó al ver que no era así. No entendía qué podía haber pasado. ¿Un encuentro con la presidenta Winter, quizás? ¿O algún rollete fallido con algún Agente de la Paz?
- Explícame eso, ahora .- exigió en tono imperativo.Eric K. Airëk escribió:-Aaay, Jude, Jude, qué lástima que no te vaya mi rollito macarra. - siguió con la broma, acompañada de una risa. Jude marimacho, ¿a quién se le ocurriría? A lo mejor Eric debería de replantearse su orientación sexual al sentir tan poca atracción cuando estaba con Jude. A pesar de todo, a pesar de que después de tantos años estuviera tan claro que no iba a surgir nada más entre ellos (al menos por el momento e_e), siempre les gustaba bromear con la idea de acabar juntos. Suponía que era lo normal al ser buenos amigos del sexo opuesto, aunque pensó en que Zelda y él no solían tocar ese tema, tal vez porque si Jude ya estaba desinteresada en el sexo, Zelda la superaba con creces. De hecho, a veces veía a Zelda como una niña pequeña e inocentona, mientras que Jude ya había vivido más la vida loca (?).
Hizo un gesto de despreocupación con la mano, para indicar a Jude de que ya se había olvidado del tema de los Juegos y de las probabilidades que tenía de encontrarse a alguna de sus amigas en los Juegos. Su cerebro decidió controlar los pensamientos y logró no profundizar en el tema de los Juegos de nuevo, así que centró toda su atención en el tema de las feromonas, un tema interesante sin duda, maravillas de la naturaleza (?).
-Sí, sí, ¿no las hueles? - Preguntó, inclinándose hacia Jude y abanicándose el cuello con la camisa para que se extendiera el olor de la colonia, la cual siempre se aplicaba sobre la yugular. En el fondo no estaba seguro de si las feromonas se olían, se sentían o siquiera existían, pero le gustaba pensar que desprendía sustancias químicas que atraían a las chicas. Además, sonaba muy bien. Sin embargo, cuando Jude añadió que ese tipo de colonia no estaba al alcance de su bolsillo, a Eric le dio un pinchazo en el estómago. A veces se sentía mal por Jude, porque la situación económica de la chica era peor que la suya - y eso que los Airëk tampoco eran especialmente ricos. De hecho, el bote de colonia había sido un regalo especial que le habían dado en su anterior cumpleaños, por eso Eric intentaba dosificarse el líquido para que no se le acabase a los dos días. De momento le seguía durando. A veces, Eric regalaba algo de ropa a Jude, quizás un vestido o una camisa bonita, y hechas con la calidad de telas que tenían en el Distrito 08. No era muy difícil conseguir una prenda de esas si alegabas que tenía alguna parte defectuosa, aunque fuese mentira. Además, se fabricaba ropa como churros, una prenda menos nunca se notaba. Sin embargo, tampoco le regalaba cosas todos los días, ya que podía dar la impresión de que sentía lástima por ella, y a nadie le gusta pensar que está dando lástima a los demás. De hecho, no era lástima en sí lo que sentía por la situación de Jude, simplemente quería ayudar algo en lo que podía. Total, de otra manera el vestido acabaría en manos de una pija del Capitolio que se lo pondrá una vez en su vida y luego lo tirará, para no repetir modelito.
-¿Le dejaste encerrado? Cualquiera se mete contigo, no te andas con tonterías, no. - Bromeó, en el fondo admiraba a Jude por tener el coraje de hacer eso. Aunque, por supuesto, sabía que haría éso y más por sacar adelante a su familia. Luego hizo un repaso mental para ver si conocía al tal Drew, pero al no dar con ninguna persona de ese nombre y que trabajase en las fábricas, se encogió de hombros.
Ante la reacción de Jude, Eric se mordió un labio con preocupación. No era plato de buen gusto tener que recordar lo que había pasado, pero finalmente tendría que contárselo, y la exigencia de Jude para que lo explicase parecía demasiado seria, así que no se hizo de rogar. Tras suspirar, comenzó a contar la historia de la forma más resumida que pudo.
-Estaba en la fábrica, con Zelda, cosiendo botones a los diseños que van a llevar los tributos de ese año, y nos estábamos riendo de un chaqué verde fosforito, que era horrible. Me lo probé para ver cómo quedaba cuando entró Octavio - no tuvo que explicar quién era, todo Panem conocía a uno de los estilistas más ricos e importantes de Los Juegos del Hambre - y me dijo que me iba a tener que poner ese traje en otra ocasión. En los Juegos. - Observó la cara de Jude para ver como reaccionaba ante la información, mientras que él intentaba no poner ninguna cara.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Soltó una carcajada, divertida por el tono melancólico y fantasioso tan bien fingido de Eric al hablar de su indiscutible arte para ser un macarrilla, que no todo el mundo era capaz de admirar. Había bastantes chicos que utilizaban ese rol en el distrito nueve, el típico machote duro, pero ninguno le caía a Jude tan bien como el chico que tenía delante. Si se hubieran conocido de más mayores puede que no se hubieran llevado bien, o igual su relación habría tirado para una rama un tanto más amorosa, pero ahora, de momento, ninguno se planteaba esa última cuestión en serio, pues vivían en una monotonía que les impedía imaginarse las cosas de otro modo.
- Tu rollito macarra es encantador, pero me he enamorado del libro de dragones. Cuando cortemos te aviso.- Guiñó un ojo, sin dejar de bromear. ¡De qué manera más absurda se comportaban cuando hablaban de ese tema! La chica suspiró flojito, de un modo casi inaudible, aliviada al ver que Eric dejaba de pensar en todas las posibilidades de que se encontraran en los Juegos. Jude, Eric, incluso Zelda. Habían sido amigos desde pequeños, los tres, aunque ese día la rubia no había podido venir porque tenía doble turno en la fábrica. Era imposible que se encontraran todos, y era frustrante pensar que si alguno de ellos salía elegido sería inútil hacer algo, porque era de otro distrito, y nunca podría presentarse voluntaria en su lugar. Jude se dio cuenta en ese momento que quería a más gente de la que penssaba, y que todos corrían peligro. Mantuvo su rostro impasible pensando en todo aquello, y volvió a la realidad al oler la colonia de Eric. Era especial, no podía negarse, y aunque no sabía del todo cómo funcionaban las feromonas, pues en la escuela enseñaban "Historia de Panem" y "Funcionamiento de una fábrica", un poco de mates y cuatro chorradas, nada extenso y detallado, nada culto e informativo. - Sí que huele bien, sí. ¿Así lo haces para ligarte a tantas chicas? Te acercas y les dices: Mira, mira, feromonas. Entonces las intoxicas, se quedan inconscientes y las violas salvagemente ¿No? - preguntó, con una expresión socarrona en el rostro, burlándose de él con cariño.- Suerte que yo soy inmune. Ahora que he descubierto tu secreto tendrás que matarme, me temo. - anunció con teatralidad, apartándose un poco de él, ya que estaban sorprendentemente cerca entre tanto tontería, haciendo ver que estaba asustada de Eric, ese supuesto asesino despiadado que se la iba a cargar sangrientamente.
- Claro que lo encerré, no se le fuera a olvidar que solo quería aprovecharme de sus jabones.- Dijo con completa naturalidad, como si aquello se hiciera cada día. Pocas chicas la hubieran entendido, pues Drew era muy guapo, y también llevaba ese rollo de macarra y pasota que volvía locas a las niñas, pero era diferente a Eric en muchas cosas. No repetiría ese error, pero si tenía que conseguir más mercancía y se lo encontraba de nuevo tendría que admitir que encerrar al muchacho no había sido una buena idea, porque si se topaba con él la delataría en menos que canta un gallo, y tendría que correr como si su vida dependiera de ello.
Vió a su mejor amigo morderse el labio con preocupación, e inconscientemente ella imitó el gesto, tan preocupada o más que él. No discutió ni intentó esconderle lo que pasaba, porque se dio cuenta de la severa expresión de su amiga, que no admitía réplica alguna. Pero las frases que salieron de la boca de Eric no la aliviaron, pero quiso parecer tranquila para animarlo.
- Oh, Eric, no , no pasa nada. Ese tío está perdiendo poder en el Capitolio, lo he oído en el mercado. No vas a ir a ls Juegos ¿Me oyes? No vas a ir. Solo quería asustarte. Es el idiota de un estilista, no puede elegir quién sale en el sorteo.- insistió, poco segura de sus palabras, intentando demostrar una determinación que no sentía, cosa que salió a la luz con facilidad. - ¿Y a Zelda le dijo algo? - preguntó finalmente, deseando una negativa, e intentando convencerse a si misma de que no pasaba nada. Intentando creerse sus propias palabras. Apretó su mano, que se había agarrado a la de Eric sin nisiquiera darse cuenta, mostrándole apoyo.
FDR: Seguro que te sorprendes con lode Zelda, pero ya que tu la conoces de toda la vida hablé con ella por MP y podemos ser los 3 amigos desde siempre. Cuando salgamos todos en los Juegos va a ser un BOOOM!. XDDDD
CONTINÚA EN EL SIGUIENTE POST.
Eric K. Airëk- PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Re: Eric K. Airëk
- Spoiler:
- Eric K. Airëk escribió:-Ooooh, ¡qué descaro! (?) ¡Así que prefieres a un dragón antes que a mí!- Se indignó con teatralidad, inclinándose hacia atrás y poniendo una mano sobre el pecho, como si le acabasen de dar una puñalada en el corazón. Luego, lanzó una mirada envenenada al libro de dragones, dejando bien claro que tendría que llevarse su odio si quería también el amor de Jude. Luego, hubo unos instantes en los que su amiga se quedó pasmada, pensando en vete tú a saber qué. Eric, al menos, no pudo descifrar sus pensamientos así que se tuvo que conformar con esperar a que volviera a la Tierra. A lo mejor se había quedado absorta por la colonia. Quién sabe, a lo mejor tiene efectos secundarios que desconoce, como dejar pasmada a la gente que lo huele. Nunca antes le había pasado, pero Jude era algo especial, pobrecita. Incluso se le ocurrió que el olor de la colonia podía tener distintos efectos al mezclarse con el aire del Distrito 09, que desprende un insoportable olor a fábrica al que uno se acaba acostumbrando. Desde su nulo conocimiento en química, dio por válida la hipótesis de la colonia como provocadora del empane, y sonrió para sus adentros, orgulloso de sí mismo por ser tan inteligente - o, mejor dicho, por tener tanta imaginación.
-Exacto, así es exactamente como me las ligo a todas. - Confesó con una sonrisa y un marcado asentimiento de cabeza. Lo dijo con toda normalidad, y sacó la lengua a la chica para devolverle la burla. - Deberías de verles la cara cuando se despiertan y se dan cuenta de que algo las está violando. - Añadió poniendo los ojos en blanco, como aquel que recordara aquellos viejos y buenos tiempos, y se meció levemente hacia alante y hacia atrás. - Pero vamos, tú no te preocupes, eh, J, que yo no tengo ningún problema en profanar tu cadáver - Dijo con toda naturalidad, aunque con una sonrisa socarrona y lasciva. Así podría darla más miedo y ella tendría más razones para hacer el teatr. No sabía por qué acababa de llamar a Jude por su apodo, J. Hacía mucho tiempo que la llamaba así.
Seguidamente, Eric se rió al escuchar a Jude hablar de esa manera sobre lo que había hecho al tal Drew. Negó con la cabeza indicando que no tenía remedio, aunque en el fondo admiraba su comportamiento. Hay qué ver cómo es esta chica, y parecía tonta cuando la compraron (?).
Jude se mordió el labio al mismo tiempo que él. En cualquier otra ocasión, el gesto de ambos había resultado una insinuación cochina en toda regla, pero en aquellos momentos denotaba más bien preocupación.
-Tienes razón, Jude, los del Capitolio ya no saben ni lo que hacer para asustar a la gente. Además, es un sorteo, es al azar.- Dijo no muy convencido, pues a él no le parecía una casualidad que los hijos de los ganadores en los Juegos SIEMPRE salgan escogidos en el sorteo. Era de los que pensaba que todo estaba amañado para hacer las cosas lo más crueles posible - como si no tuvieran bastante con ver a jóvenes mutilados en la arena. Casi sin darse cuenta, él ya había apretado la mano de Jude, como para darse seguridad a sí mismo. Como sigan hablando un poco más del tema, no era de extrañar que Jude acabase con un dedo roto de la presión de las manos de Eric. - Zelda... - dijo, pero la voz le tembló un poco. En cualquier otra ocasión le habría hecho gracia que su amiga estuviese haciendo doble turno en la fábrica, pero en ese momento desearía que estuviera allí, con los dos, como siempre. - Que yo recuerde, nada. De hecho, aprobó su educación, ya sabes lo educada que es con la gente mayor (?).
Qué geniaaal xDDD. Por cierto, me he mofado con lo del doble turno de Zelda xDDDD.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:- Bueno Eric, debes empezar a aceptar tus errores. Hay cosas que él tiene que no puedes ofrecerme. Tiene escamas, por lo cual es más duro que tú, me lleva hasta las nubes porque puede volar y es más fogoso, escupe llamas. No tienes nada que hacer contra él. – Le contó, poniendo los ojos en blanco, como si sintiera lástima por su pobre amigo, que nunca llegaría a estar a la altura, porque nunca llegaría a ser un dragón. – Si algún día nos apetece un trío no dudes que te llamo a ti el primero eh, en eso no te preocupes. – añadió, siguiendo con la teatralidad, y luego no pudo evitar ponerse a reír descontroladamente. Eso le encantaba de cuando quedaban, que durante unos instantes, por pequeños que pudieran llegar a ser se evadían de la realidad en sus incansables tonterías y se olvidaban de todos los problemas que pudieran circular por sus cabezas. Se lo quedó mirando de nuevo, sorprendiendose de que fuera tan guapo, pues pocas veces se percataba de eso, porque solo lo veía como un amigo, o porque solo quería verlo de ese modo, porque todo era más fácil así. Tras salir de su empane vio a Eric con una cara de satisfacción y orgullo digna de la mismísima presidenta Winter. Jude alzó una ceja, intentando averiguar en qué pensaba, pero a veces el chico era tan impredecible que no se mató mucho en averiguar el motivo de su felicidad, se limitó a pasarlo por alto, alegrándose de que al menos pudiera estar contento por algo (?).
Puso cara de psiquiatra que evaluaba a sus pacientes delante de la absurda confesión sobre las innumerables conquistas del muchacho. Puso su dedo índice y corzón en su barbilla y frunció el ceño, cruzando también las piernas y apuntando cosas en una libreta imaginaria, con una preocupación por el paciente muy creíble.
- Ahá, así que confiesa haber cometido dicho crímen. Se ve que se regodea de ello y todo, y confiesa que han sido más de uno. Interesante, simplemente muy curioso. - murmuró, siguiendo con la broma y apuntando escribiendo cosas como loca en el aire, que debía estar mareado ya. - Es un criminal peculiar. Está orgulloso de las muertes que ha cometido, y se siente atraído por la necrofilia. Definitivamente hay que encerrarlo, pero antes le recetaré unos cuantos analgésicos y otras pastillas.- Le extendió una imaginaria receta para ir a la farmacia e intercambiarla por medicamentos.- Consisten en una dosis de inhabilitadores sexuales, para reducir su necesidad de relaciones, y unos cuantos antidepresivos, ya que rellena sus carencias emocionales con violanciones, y eso no es para nada saludable, Señor Airëk.- finalizó, sonriendo tímidamente, pensando en como había echado de menos que la llamara de ese modo. Él era E, Zelda era Z y Jude J, muy simple, pero muy ... suyo.
Fue incapaz de evadirse de la realidad durante mucho más rato, porque el tema de Octavio D'Ginna, el estilista del Capitolio, estaba muy presente. La chica quería gritar que no era cierto, que Eric no iba a salir en los Juegos, pero sabía que sería muy poco creíble, porque después de esa amenaza era demasiado probable que su amigo estuviese en peligro. Al menos Zelda se había salvado, aunque si había estado allí, también corría peligro.
- No va a pasar nada. En serio, confía en mí.- se esforzó en parecer segura, apretando su mano. - Claro que es al azar, además tu no tienes teselas, no vas a salir elegido, no hay posibilidades. - Cerró los ojos con fuerza, reprimiendo una absurda lágrima, no servía de nada llorar, y menos delante de Eric. En la oscuridad solo veía a Eric y Zelda mutilados en la Arena, teniendo que luchar el uno contra el otro, con armas y los ojos desorbitados, completamente locos, y ella sentada en el sofá de su casa, incapaz de hacer nada. - Mira, este tío es idiota. Solo tengo un deseo, que si salgo de tributo no me vista él, por dios. Se le da taaan mal ser estilista. - soltó una risita, intentando animar a Eric. Allí podían reírse de él, que no se podía enterar de ningún modo.Eric K. Airëk escribió:Eric puso cara de circunstancias.
-Pero... Hay algo que no tiene. - Dijo lentamente, con una voz enigmática de esas que salen en las pelis. Sin embargo, se sorprendió al darse cuenta de que un dragón lo tenía todo ó.o. Frunció el ceño y arrugó los labios, era una buena estrategia para pensar mejor. Los dragones no tenían pelo, pero tampoco servía de mucho. Por lo demás, no les faltaba nada. Pasó más de un minuto pensativo. Qué fuerte, los dragones molaban más que él. Pero entonces, algo obvio le vino a la mente. Extendió los brazos con las palmas hacia arriba, como si lo que fuera a decir fuese tan lógico que se le hubiera ocurrido a cualquiera. - ¡Pero Jude! ¡¿No ves que con lo grandes que son te reventarían?! - Dijo con una voz más aguda de lo normal. No sintió la necesidad de explicar nada, daba por hecho que ambos sabían la parte que le podría reventar un dragón. Recogió los brazos para apoyar las manos sobre sus propios muslos, con una palmadita, y escuchó atentamente el discurso de la Dra. Kyriakov.
Asintió a cada palabra de la doctora con mucha atención y asentiendo repetidamente con la cabeza, como si hubiera ido de verdad a un psiquiatra porque necesitaba ayuda.
-El verdadero problema, doctora, es que es como droga. Lo haces una vez y sientes la necesidad de repetirlo. ¡Y cada vez tienes que hacerlo más veces para conseguir el mismo placer! No es que esté orgulloso de los daños que he provocado a niñitas inocentes - dijo, añadiendo un problema de pederastia a su enfermedad d descontrol sexual - pero es que cuando lo haces... Sienta tan bien. - Confesó. Se había metido en el papel de un demente violador arrepentido, y en ese momento apretaba el puño con fuerza. Sin embargo, se sobresaltó al oír lo de ser encerrado.
-¡¿ENCERRARME?! - Gritó, pero en ese momento se acordó de algo que él podría aprovechar para mofarse de ella, de paso. - ¿Y dónde piensas encerrarme, Doctora? ¿En el despacho del director? - Se rió con sorna, y luego cogió despistadamente el prospecto invisible de las medicinas. Lo leyó con atención, asintiendo firmemente, y luego levantó la cabeza para mirar a la cara a Jude con cara de extreñido. En realidad, su verdadera intención fue poner cara de estar llorando de la emoción, completamente agradecido por el tratamiento de inhibidores (¿inhabilitadores? xDDDDDD) sexuales, pero no era muy buen actor. Después de un suspiro, soltó - ¡Gracias, Doctora! - Y se abalanzó hacia ella. No para violarla, no, sino para darle un agradecido y caluroso abrazo, muestra de gratitud por haberle ayudado a superar su enfermedad.
No obstante, se podría decir que aquel achuchón tenía doble fondo. Bajo la armadura de abrazar a la Doctora Kyriakov se escondía un Eric que tenía ganas de abrazar a su amiga J. El tema de los Juegos ya había vuelto a salir - era inevitable en esas fechas - y ya empezaba a estar triste.
-Jude, no te mueras.- Pidió. Ya sabía que estaban hablando de sus posibilidades de entrar, pero él de alguna forma ya había asumido eso. Por supuesto, no quería y deseaba con todas sus fuerzas que todo hubiera sido una broma. Sin embargo, si Zelda o Jude muriesen allí... A él no le quedaría nadie más que su madre y su padre. Además, Jude tenía 17 años y creía recordar que sí había pedido teselas en alguna ocasión. Se negaba a que tuviera que entrar en la arena, pero si además tuviera que enfrentarse allí con alguna de sus amigas... Sería horrible. Por eso le pidió que no se muriera. La expresión de Eric denotaba tristeza total, aunque no se le habían empañado los ojos. Eric no recordaba haber llorado nunca. Seguramente de pequeño sí, pero desde que tenía uso de la conciencia - 6 ó 7 años - no había llorado jamás. No conocía esa sensación. Quizá porque nunca había tenido que enfrentarse a desgracias en su vida, o quizá por su carácter fuerte y duro y su autocontrol. No pudo evitar soltar una pequeña risa cuando dijo lo feos que eran los diseños de Octavio. La verdad es que eran realmente feos, recordaba aquel horrible chaqué verde fosforito. Sin embargo, aquella broma no pudo animarle del todo, pues Los Juegos del Hambre y todo lo referente a ellos aplastaban a Eric como si éste fuera una hormiguita indefensa.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Alzó las cejas, en una cómica expresión, ante un tono tan enigmático como el que acababa de usar Eric.
- Pues decidme, todopoderoso genio de la lámpara ¿Qué es lo que no tiene un dragón? – preguntó, esperando obtener una respuesta tan absurda como la mismísima pregunta. De hecho, para su sorpresa, cuando le había replicado a su amigo que tenía mucho que envidiarle a un dragón se había quedado completamente perpleja al darse cuenta de que era un animal imaginario genial, pero, como ya había dicho, era IMAGINARIO, no real, que no existe. Mierda. Vio casi en la cara de Eric como se replanteaba toda su existencia, pensando en lo horrible que era ser un simple ser humano, hasta que se iluminó su rostro y extendió los brazos con las palmas hacia arriba, con pinta de mesías predicador. - ¿Reventar? ¿Yo? – se carcajeó, como si estuviera diciendo que era posible crear una casa con materiales completamente radioactivos y quedar sano y sin tumores. - ¿Desde cuándo que algo sea grande ha sido un problema? - cuestionó moviendo las cejas de arriba para abajo, en un tono lascivo que sabía que no traumatizaría al chico. – No te preocupes por mí, que de momento no me ha reventado.- bromeó, y luego le dio un besito en la mejilla, como consuelo de que los dragones molaran tanto, y diciéndole de ese modo que aunque fuera un simple humano sin caparazón, ni fuego y ni alas, le seguía queriendo mucho (?), y seguía siendo el mejor amigo del mundo.
Volvió a ponerse en plan doctora profesional, algo que para actuar se le daba bastante bien, observando como su paciente de extremidades facultades psicológicas asentía como un estúpido a todo lo que ella le contaba. ¿Y si no le estaba escuchando del todo? Su título universitario estaba en juego, toda su reputación y la de las innumerables tésis médicas que había creado con tanta maestría y facilidad.
- Yo también sé qué es el sexo, señor Airëk, y estoy de acuerdo, es placentero y adictivo, pero nunca debes dejar que algo así se apodere de tu ser. Tú eres más que eso, debes demostrarlo dejando aparte tu adicción. - Anunció con una profesionalidad fingida pero bastante creíble. Apuntó en su libreta la palabra "pederastia" y unas cuantas frases más entre las cuales se encontraba " miente, finge estar arrepentido". Se tiró hacia atrás delante del grito del chico, sorprendido y enfadado por tener que encerrarse. - No, no, no. Voy a encerrarte en el centro de salud mental de mi propia creación.- le dijoe n tono misterioso, como si hubiera estado experimentando y tuviera una sala enorme llena de mostruos como Frankenstein versión moderna.- El centro de desintoxicación Kyriakov. Tu cuarto será mi habitación y recibirás una terapia especial para este caso .- Informó, acercándose a la oreja de Eric para desvelarle el gran secreto sobre el tratamiento que iba a recibir, supuestamente, claro.- Vas a superar la ninfomanía con sobredosis. Vas a acabar harto. - le susurró al oído, con una sonrisa traviesa, completamente en su papel. Seguro que se quedaría un poco flipando, aunque esas bromas fueran tan frecuentes entre ellos. Para romper el hielo le mordió la mejilla.
Lo abrazó durante largo rato, recordado cuánto había echado de menos esos encuentros con él. No era todo un agradecimiento por la broma de la doctora, solo necesitaba un abrazo, fuerte y seguro, para recomponerse. Jude necesitaba ese contacto tanto como él, empezando a asumir que tendría que ver a su amigo morir en la Arena aquél año, pues la había cagado metiéndose con alguien de poder. ¿Por qué era tan estúpido de reírse de eso? Tenía ganas de no soltarlo y de darle una bofetada a la vez, por ser tan inútil, por meterse en problemas como esos.
- No me voy a morir Eric, nunca, siempre estaré aquí.- dijo, casi en un susurro, pero con voz bastante más segura de si misma. Aguantó el rostro del chico entre sus manos e intentó sonreír, sin mucho éxito, porque parecía que le estuvieran restregando un gato muerto por la espalda por la mueca que hacía. Desde lejos cualquier ser con uso de razón habría malpensado completamente, no parecían solo dos amigos charlando. Pero no podía pasar nada más, no debía pasar nada más. Un intento de parecer feliz cuando tenía ganas de gritar y llorar a la vez. Se le empañaron un poco los ojos, pero no pestañeó hasta que las lágrimas volvieron a dentro, no quería derramar ni una sola lágrima. - Mira, si salgo elegida te juro que voy a ganar, pero júramelo tu también ¿Vale? - le pidió, soltando una risita nerviosa.Eric K. Airëk escribió:La contestación de Jude funcionó como el mejor de los contraataques.
-Pues nada. En el caso de que no te reviente las entrañas (?), supongo que ellos ganan. - Estaba sentado en la cama con la espalda corvada y los brazos muertos sobre sus piernas. Era como si hubiera sido un gran globo al que acabaran de pinchar y ahora se encontrába flácido y mustio. Y es que no era para menos, ya que perder una pelea con un dragón que no existe no es ninguna broma. Miró a los ojos a Jude, encogió los hombros y puso una cara de conformidad. - Supongo que me conformaré con ser el todopoderoso genio de la lámpara.- En realidad, pensó para sí mismo que se conformaba con el besito de Jude, que fue uno de esos con un tacto tan inocentón que no podías evitar que se te extendieran las comisuras de los labios.
Volviendo a la consulta psiquiátrica, se sorprendió de lo profesional que llegaba a ser Jude. Desde luego, la habían entrenado bien. Él era un actor patético, y ya lo había demostrado varias veces con su fabulosa cara extreñida que pretendía ser otra cosa. Asintió con la cabeza al igual que antes. A lo mejor debería de tomar apuntes de cómo funcionaba su tratamiento, como los universitarios que copian como locos las explicaciones, pero pensó que con la libreta de la Dra. Kyriakov sería más que suficiente para acordarse de las cosas. Además, era invisible, pero eso es un problema menor.
-Centro de desintoxicación Kyriakov - repitió. Sonaba jodidamente bien. -Sesiones diarias, ¿no? Espero por tu bien que tengas aguante, porque lo vas a necesitar. - Sí, sí, sí, sonaba confiado y socarrón, pero en el fondo se había asustado un poco con la respuesta de Jude. Quizá asustado no fuera la palabra, sino más bien atónito. Y cuando le mordió la mejilla, aún más. Soltó una risotada de incredulidad y miró a los ojos a Jude, negando con la cabeza y sin borrar la sonrisilla. En verdad, eso le había dejado sin palabras, y admiró a Jude por haberlo conseguido, ya que Eric solía tener respuesta para todo. Cómo le gustaba ese jugueteo que tenía con ella, ese tira y afloja, aunque sabía que no iba a acabar en nada, que sólo era eso, un tira y afloja.
¿O no?
El abrazo de Jude era cálido, y sus palabras reconfortantes. Cuando prometió que siempre iba a estar con él, su sonrisa verdadera se alargó por el rostro. Aunque era posible que lo que acababa de decir era sólo eso, palabras vacías de cualquier veracidad, la confianza que depositó Jude en sus palabras consiguió que Eric se las creyera. Tonta y estúpidamente, se sintió mucho mejor. Su amiga J no se iba a morir. No podía hacerlo. Le había dado su palabra y tenía que cumplirla. Cuando su cara se encontró entre las manos de la chica, las manos de Eric se apoyaron el el dorso de las manos de Jude. Notaba, podía ver cómo se le empañaban los ojos a su amiga, pero no derramó ni una lágrima. Él tampoco lo hizo. Se mantuvieron fuertes, aunque Eric no pudo reprimir una pequeña convulsión debida a los nervios, o quizá a la tristeza. Cuando juró que iba a ganar, Eric asintió con la cabeza repetida y rápidamente - sí, era un hombre al que le gustaba mucho asentir, ¿no se nota?
-Así me gusta, Jude, pero... - Se detuvo un momento antes de hacer la promesa de que iba a ganar, simplemente porque no le gustaba jurar cosas tan a la ligera, y la posibilidad volvió a cruzar su mente, obligándole a que preguntara, con una voz temblorosa: -¿Y si sólo puede quedar uno?Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Soltó una limpia carcajada, divertida por todas las bromas que podía compartir con Eric. ¿Por qué era tan fácil hablar con él, reírse y sentirse bien? No podía evitar estar confusa muchas veces que estaba a su lado. Sentada con la espalda en la pared y las rodillas cercanas a su jóven cuerpo, se encontraba en paz consigo misma. Habían estado bromeando de las cosas más absurdas que podían habersele ocurrido, psiqueátras, ninfomanía, pederastia, dragones, de todo, en una sola conversación. Realmente cuando hablaban las conversaciones siempre terminaban degradándose en cosas como de las que acababa de nombrar internamente. Apoyó su cabeza en el hombro de Eric, quedándose un rato pensativa, alejándose ya de todas las bromas que ya le parecían antiguas. Pensó en muchas cosas, pero sobretodo en el tiempo que conocía a su mejores amigos, y lo reconfortante que había sido no sentirse sola de tan pequeña. Recordó momentos de la niñez, nunca había olvidado el día que conoció a Eric y a Zelda. Estaba en el bosque del distrito siete, perdida, porque buscaba frutas y plantas comestibles, y se había ido demasiado lejos de los límites de su distrito. Estaba muy asustada por aquél entonces, pues era muy pequeña y no había ido a la escuela, y justo cuando llegaba a la conclusión de que no sabía volver a casa algo se movió entre los arbustos. La pequeña Jude se había escondido detrás de un árbol, temiendo encontrar agentes de la paz o algún animal salvaje, y se había encontrado con dos niños de su edad que llevaban un calcetín de navidad y se reían descontroladamente. Nunca olvidaría la primera vez que los vió, pero la conversación que mantuvieron después se le emborronaba en la mente, solo tenía claro que desde ese día se habían ido viendo y chica y chico del distrito ocho se habían hecho buenos amigos.
Se encontró mirando atentamente el papel de pared de su habitación, tan conocido y antiguo como siempre, de ese color crema y con esas rayas que le daban un aspecto bastante retro. Habían cuadros colgados, de colores suaves y algún rojo granatoso, pintados por ella y su hermana, juntas, haciendo un poco el idiota. Su madre también pintaba, y a ella se le daba bien de verdad, no como a Jude, que chapuceaba. Volvía a empanarse, esos días le pasaba eso con más regularida que durante el resto del año. Su mente se colapsaba de preocupaciones, pesadillas, hipótesis y situaciones realmente sanguinarias donde figuraban sus seres queridos. Tardó en separarse de Drew, necesitando ese contacto como nunca jamás lo había necesitado hasta entonces. Acarició su rostro, con la mano apoyada en su mejilla, esbozando una ligera sonrisita, no porque esa situación la diviertiese, sinó porque estar así... le parecía raro, pero a la vez le gustaba.
- Si sales elegido, cosa que no va a pasar, vas a ganar. Júramelo.- insistió. Eric era un poco gañán y pasota cuando quería, pero no era un asesino. Sin embargo Jude necesitaba que lo fuera y que si salía elegido hiciese cualquier cosa para ganar, porque si realmente meterse con Octavio D'Ginna era algo tan temerario no podría sufrir ver a su amigo morir en pantalla, importente, sin poder evitarlo. Se quedó con cara de pasmada ante lo último que dijo.- No te permito que digas eso. NUNCA, NUNCA, vamos a salir los dos en los Juegos, jamás ¿Lo has entendido? .- se quejó hablando fuerte, reprimiendo un sollozo. Rió, porque todo aquello era estúpido. Rió con nerviosismo, porque no sabía como afrontarlo, porque en ese momento se sentía muy débil por lo que podía pasar pero a la vez muy fuerte por estar así con Eric. Frotó su nariz contra la del chico, sin separarse.- Todo va a ir bien, todo va a ir bien.- se repitió, intentando convencerse de ello.Eric K. Airëk escribió:Off: ¿Tardó en separarse de Drew? Ya te voy a dar yo Drew, ya xDDDDD.
Con la última carcajada de Jude, las bromas se disolvieron en el aire, dejando paso a un silencio que ambos temían que llegase, pero era inevitable que sucediera. Se maldijo a sí mismo por haber vuelto a llegar a este punto en la conversación, en el que a ambos parecían haberles chupado la energía y se recordó a sí mismo hace unas horas, llamando a la puerta de Jude mientras se prometía a sí mismo que de ninguna manera iban a acabar hablando de los Juegos, que no se habían ido a ver para estar tristes. Y éso era justo lo que había conseguido. Se preguntó en qué momento la conversación se había degradado hasta tal punto, pero no consiguió recordar un momento exacto.
Acarició el pelo de Jude, suave y sedoso al tacto, mientras ella apoyaba su cabeza en el hombro del chico. Él observaba a la ventana, mirando a la débil llovizna que estaba cayendo, poco a poco se iba deteniendo y luego volvía a empezar, como unas diminutas tormentas traviesas que alternaban lluvia y sol a placer. Volvió a maldecirse a sí mismo, esta vez no por haber dejado que la conversación se desviase hacia un tema triste, sino por ser tan débil. "Joder, Eric, tú eres fuerte, eres pasota, ¡y mírate! Observando una llovizna en silencio al lado de una chica y en su propia habitación. Lo propio en ti sería trajinártela ahí mismo." Es cierto, no era normal en él ser tan vulnerable, pero el pensamiento de los Juegos le atacaba sin piedad. Además, estaba con Jude, no tenía miedo ni vergüenza a que viera lo que sentía. Ella ya le conocía lo suficiente, con ella no tenía que dar ninguna falsa impresión.
-Te juro que voy a ganar. - Dijo firme y seguro como nunca lo había estado. Devolviendo una sonrisilla cómplice a Jude, diciéndole con ella que todo iba a ir bien. No sólo acababa de prometer a su amiga que iba a ganar, se lo acababa de prometer a sí mismo. Y él no rompía promesas. - Cuando entre allí, haré lo que sea por poder salir y verte de nuevo. Y tú vas a hacer lo mismo. - Dijo, y asintió con fuerza al hecho de que no iban a salir juntos en los Juegos. Sinceramente, era realmente improbable. Por un momento se imaginó ganando los juegos de verdad, haciéndose famoso y tan rico que su familia no tendría que trabajar más... Y Jude tendría que dejar de robar para poder subsistir. La promesa le había infundido ánimos, aunque éstos no eran realmente útiles dentro de la Arena. En ese momento se acordó de Zelda, y la echó de menos. Ojalá pudiera estar allí, con sus amigos, con su inocencia y su sonrisa de niña buena de siempre. Suspiró. -¿Y Zelda? - No era realmente una pregunta, sino que más bien fue un comentario para que los dos se acordaran de la amiga que hacía falta allí, entre ellos, en ese momento.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Asintió, alegrándose de que su amigo no se diera por vencido delante de una situación que realmente era muy peligrosa para él. Realmente las ganas de pegarle un par de hostias bien dadas por su atrevimiento no habían desaparecido, había sido un completo inconsciente, y se jugaba la vida. ¿Cómo es que no lo tenía presente? Ella siempre lo tenía en la cabeza. Puede que la razón es que él nunca sufrió las dificultades que soportó la chica, y que como él podía comer siempre, no le parecía un riesgo tan grande desafiar al Capitolio, ¿Qué podía pasar? Eso le habría servido de lección, pero no valía la pena... podía salir elegido de verdad. Jude tenía menos posibilidades de salir escogida ese año que Eric, y mira que tenía muchas más papeletas con su nombre en el sorteo. Las teselas, un gran invento para joder a la población, sí señor. Debían tener unos cuantos masters en sadismo y gilipollez los jefes del Capitolio para comportarse de esa manera, y una gran capacidad para ser tan apáticos. Se merecían casi un premio, en honor a lo mala gente que podían llegar así. Con los extravagantes inventos que se hacían en el Capitolio no le extrañaría que algún día existiese un programa llamado "Miss Crueldad" o algo por el esitlo, seguro que la presidenta Winter lo ganaba.
- Así me gusta. ¿Desde cuándo nos rendimos? Si alguno de los tres sale elegido ganará, lo sé seguro. Somos unos supervivientes.- comentó, convencida y un poco más tranquila, porque pensando en toda la gente que había en los distritos que salieran ellos era tan… improbable que la cifra la tranquilizó. Nunca había dudado que lucharía hasta el final si se encontraba en la Arena, era una certeza que la había acompañado desde pequeña, y ahora que se había recuperado un poco del bajón, se sentía bastante idiota por haberse mostrado tan… niña y necesitada de amor, estúpida y casi llorosa. No se hubiera permitido derramar una simple lagrimucha, era deshidratarse para nada (?). Suerte que Eric estaba a su lado, ya que el sufrimiento en soledad es mucho peor, ya lo había comprovado anteriormente. No dejó de apoyar la cabeza en el hombro del chico, pues allí se estaba bien, cómodamente y con cierta tranquilidad. Era raro que su familia no hubiera llegado, o puede que simplemente no hubiesen querido interrumpir, era una cosa que ya habían hecho otras veces. Cuando estaba con Zelda, Eric o ambos, su habitación y el tiempo que pasaba con ellos era sagrado.
- Oye, esos de las feromonas mola eh. Si no fueras mi amigo te violaba aquí mismo, hueles super bien.- añadió, casi sin darse cuenta de que estaba bomeando otra vez. Parecían bipolares cambiando tan velozmente el giro de los acontecimientos. Se rascó el ojo y se quitó una legaña que la perseguía desde la mañana. No había dormido muy bien, entre el calor, los ruidos y el humo que entraba por la ventana abierta, era un desastre todo. Cerró los ojos y se puso a canturrear para si misma "Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña". Era una burrada, completamente, pero siempre le cantaba esa cancioncita a Némesis porque la hacía reír, y contagiosamente la muchacha también sonreía cuando su hermanita pequeña lo hacía. Era tan adorable que era imposible odiarla.Eric K. Airëk escribió:Por un momento se sintió tentado a contestar a la pregunta de desde cuándo nos rendíamos" e incluso alzó levemente la barbilla y puso los ojos en blanco para recordar alguna situación en la que alguna vez, alguno de los tres se hubiera rendido. Vale, no era propio en ellos, pero alguna vez sí que les había pasado. A lo mejor las situaciones no tenían la misma magnitud que jugarte tu propia vida en la arena, pero sí eran pequeñas cosas en las que tirabas la toalla. Y se le acababa de venir una a la cabeza, aunque cuando se lo comentó a Jude lo hizo como si se tratase de una broma y no de algo por lo que preocuparse hasta el punto de no poder dormir esa noche.
-Bueeeeeno, de heeecho sí que me he rendido alguna vez - Mecía un poco la mano derecha, que la tenía hecha un puño pero con el dedo índice levantado, señalando hacia el techo, y adoptó un tono de voz más agudo, que resultaba más ridículo en las situaciones en las que bromeaba - Por ejemplo, hace poco estaba con Zelda, cosiendo un botón. Pero el botón se resistía a ser cosido a la chaqueta, así que me puse nervioso y sí, me rendí, tiré la toalla y dejé de coser el botón. Oh, y luego agujereé el traje con el alfiler porque me daba rabia - Tenía la escena fresca en la mente, por lo que ni siquiera le hacía falta hacer memoria. Recordaba cómo luego Zelda intentó arreglar el estropicio que había hecho, él le dijo que estaba en deuda con ella por sacarlo de apuros y ella dijo que podría saldar la deuda si me probaba cierto chaqué verde fosforito para hacerla reír. Entonces se lo puso, llegó Octavio y blablabla. Esbozó una mueca de estar pensativo al darse cuenta de que si salía escogido en la cosecha era todo por culpa de un botón que no quería dejarse coser. Eric no se daba cuenta, pero poco a poco su cabeza parecía tranquilizarse y dar un poco menos de protagonismo a los Juegos para dar paso a pensamientos menos tensos y más bromistas. - En cualquier caso, sí, claro que somos supervivientes.- Sobre todo, para qué negarlo, Jude. Del grupo de los tres amigos, la chica del distrito 09 era con diferencia la que más dificultades tenía para seguir adelante, y aunque a veces Eric se quejase de que trabajaba demasiado en la fábrica, tenía la certeza de que lo que necesitaba hacer Jude por sacar adelante a su familia era mucho peor que coser botones. Sabía de primera mano que no sólo trabajaba en la refinería de plásticos, no sólo tenía que estudiar, sino que también necesitaba robar algo de comida en el mercado y, recientemente, se había modernizado en las técnicas de obtención de bienes de manera ilícita consiguiendo lo que necesitaba mediante el sexo. Por no hablar de que su familia era más grande que la de Eric. Estaba Némesis y también Rurik. Incluso la familia de Zelda tenía un miembro más que los Airëk, Allie. Suponía que ser hijo único no era malo del todo en los temas económicos. En cualquier caso, lo que había hecho Jude toda su vida no era trabajar, como él, sino sobrevivir en un pútrido distrito donde apenas tenía nada.
-Pues claro que mola, hombre, aunque a saber qué cosas desprenderán esos productos que has conseguido. Tú no necesitas feromonas para que me entren ganas de violarte ¿Sabías que esto de los follamigos está muy de moda en el Capitolio?- Bromeó con ella. Se lo acababa de inventar, él qué sabía de modas del Capitolio. Aunque con lo modernos que se creen, fijo que ya lo hacen. Eric mismo debería de haber violado ya a Jude. Es lo que tiene la amistad, te quita del alcance de las amigas, oye. Por eso es mejor no entablar amistad con nadie, así te la puedes tirar y hasta la próxima. Mientras él fantaseaba con todas estas cosas de trajinarse a las mejores amigas, escuchó un débil canturreo de Jude, que parecía que sólo cantaba para que lo oyera ella misma. Tardó un poco en reconocer la canción, pero en cuanto lo hizo dejó escapar una risotada. -Vaya, vaya, mi querida J, creo que hay alguien más en esta sala que debería ir a la psiquiatra Kyriakov, ¿no? - La gente cuerda no se ponía a cantar esas cosas así por así. Entonces, Eric creó en su mente la estúpida imagen de Jude cantando con la Dra. Kyriakov al lado, tomando notas como una posesa. Sí, una escena un tanto extraña.Jude Kyriakov O'Dahm escribió:Le dió una colleja cuando habló de rendirse. Mira que podía llegar a ser tonto cuando quería, pero que se comportara de ese modo la hacía sonreír sin sentido alguno. Llamaba rendirse a dejar un botón que no se dejaba coser. Realmente quería preocuparla o hacer que se volviera loca, ambas opciones eran muy probables.
- Hm... y yo me rendí el otro día cuando intentaba que fueras un poco más listo.- se burló de él, con cariño, sacando la lengua, y guardando esos momentos para la posteridad. No parecía que hubiera cosecha en el horizonte ni tampoco unos Juegos, solo un poco de hambre en su vida, y lo resto era normal, e incluso ... bueno. Sonrió con sinceridad cuando por fin dijo algo que no era digno de un niño de cinco años. Claro que eran supervivientes, de pequeños jugaban a vivir en el bosque, aunque fuera por unas absurdas horas, en las cuales sus padres se preocupaban y los buscaban por todos sitios sin saber lo lejos que estaban sus primogénitos. Pasaron por su cabeza muchos buenos momentos que nunca quiso olvidar, y que nunca olvidó.
No le había soltado la mano a Eric después de la conversación peliaguda sobre sus vidas y la posibilidad de que acabaran pronto, y no pensaba hacerlo de momento, no porque se lo propusiera, sino porque estaba cómoda con ello. Jugaba con los dedos de su amigo casi sin darse cuenta, mientras canturreaba. Se sonrojó un poco cuando la pillaron en plena audición musical, pues no le gustaba que la oyeran, consideraba que tenía una voz espantosa y horrible. Le había contado muchas veces al muchacho la historia de esa canción y el cariño que le tenía pero estaban chinchándose, no importaba que fuera un tema sentimental o radioactivo.
- Es la canción de Némesis, doctor Airëk. - se justificó, y empezó a fingir tics, como mover los pies continuamente, tocarse el pelo y cosas por el estilo que la hacían parecer una completa loca. Actuaban bien, lo suficiente como para que el otro se creyera los cuentos de su amigo, o hiciera ver que se los creía. Fuera sonaron unas campanadas, marcaban que eran las doce menos cuarto. Tenían que irse, con un poco de suerte llegarían al fin del doble de turno de Zelda. Parecían un poco endormiscados, acurrucados uno junto al otro en la cama diciendo estupideces, pero una amiga es una amiga. - ¡Tú! Señor sex symbol de las feromonas. - le susurró al oído. Gritarle a su amigo no servía de nada, pero susurrarle sensualmete cosas siempre funcionaba, lo que lo despertaba no era el volúmen, demasiados años de intentar sacarlo de sus ensimismamientos. Jude se levantó de un salto y empujó a Eric fuera de la habitación.- Zelda, Zelda, Zelda. Vamos a llegar tarde.- repitió, angustiada. No quería llegar tarde. Bajaron corriendo las escaleras y cerraron la puerta tras de si dando un portazo involuntario.
Eric K. Airëk- PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Re: Eric K. Airëk
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- "Los tributos del Distrito 08 son: Zelda Z. Freud y Eric K. Airëk."
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- En la Cosecha de los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre, los amigos Eric y Zelda - a pesar de los intentos de Allie de sustituirla - son escogidos y se ven obligados a despedirse de las familias para montarse en el tren y marchar.
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- Spoiler:
- Rhuran M. Duspriski escribió:DISTRITO O8.
Zelda Z. Freud 15 años.
Eric K. Airëk 16 años.
Eric K. Airëk escribió:"Bueno, no pasa nada, me lo esperaba, Octavio lo había dejado caer". Mentiras todo. En el fondo, fondo, fondo, Eric tenía un destellito de esperanza de que todo hubiera sido mentira, de que no iba a salir en los Juegos por narices, por lo que cuando oyó su nombre pronunciado en la boca de Rhuran, se le cayó el alma al suelo. El Capitolio acababa de aplastarle toda la esperanza que le quedaba y Eric empezó a sentir un punzante dolor en el pecho, como si el corazón le estuviera bombardeando por dentro. Se le revolvió el estómago y se quedó pasmado durante unos segundos.
Sólo pudo dar un paso cuando vio a toda la gente del pueblo, todos sus vecinos del Distrito 08 que lo miraban fijamente, con una mueca de horror porque otro de los jóvenes del Distrito se iba a la Arena y probablemente no le volverían a ver de nuevo. Distinguió sin embargo algunas otras caras aliviadas porque no había salido su hijo. Era normal. No se atrevió a mirar a la cara a sus padres, que estaban un poco alejados de él. Con pasos temblorosos, salió del círculo donde se encontraban el resto de chicos que estaban en la cosecha, y sintió que uno de ellos le daba una disimulada palmada en el hombro. Subió unos escalones que le conducían al lugar donde se encontraba la gente importante del Capitolio que iba a presenciar la Cosecha. Sus piernas parecían de gelatina, sabía que en esos momentos le estaba enfocando una cámara que luego vería todo Panem. Empezó a ahogarse levemente, aunque lo consiguió disimular bien.
Una vez haber subido las escaleras, estrechó la mano de Rhuran, el jefe de los agentes, y se giró, para mirar a los rostros de sus compañeros, un tanto acongojados. Captó rápidamente la mirada de Zelda y Allie, y los labios empezaron a temblar descontroladamente al pensar que probablemente no las volvería a ver de nuevo. Hizo de tripas corazón y se mantuvo fuerte y firme, intentando no exteriorizar sus emociones, aunque su muro casi se derrumba cuando escuchó un sollozo ahogado pero fuerte. No le hizo falta mirar. Era su madre. Por el rabillo del ojo vio cómo se sujetaba a su marido, sin fuerzas, y por el rostro del padre de Eric corrió una lágrima silenciosa que se esforzó por ocultar. No había visto llorar a su padre jamás, al igual que tampoco se recordaba a él mismo llorando. No, ni una lagrima se había deslizado por la mejilla de Eric desde que tenía uso de la razón - unos 6 ó 7 años. Y en ese momento tampoco lloró. Podría estar temblando, con punzadas en el pecho y en el estómago, su cabeza le podía estar dando vueltas y notaba que se quedaba frío, pero no lloró. Y entonces, vio a Rhuran sacar otro papelito, leerlo, y anunciar en alto:
-Zelda Z. Freud.Zelda Z. Freud escribió:Había llegado el día de la cosecha. Por mucho que todos y cada uno de los habitantes de los distritos hubiesen hecho toda la fuerza del mundo para detener el tiempo, éste había avanzado implacable hasta la fecha señalada. Zelda y toda su familia se encontraban reunidos junto a todos los demás habitantes del distrito. Padres, hermanos, primos, amigos. Se cogían de las manos, se abrazaban, y rezaban a cualquier ente abstracto para que su gente no resultase elegida. Las cabelleras rubia de los Freud destacaban entre la multitud, así como el vestido colorido de Zelda. Incluso para el día más triste del mes, la joven vestía colorida. Un vestido largo a franjas horizontales, anchas y de los colores del arcoíris. Un lazo recogiendo su melena del color del cielo, enorme y a juego con sus zapatos. Ella misma diseñaba su ropa. Y no parecía que fuese a presenciar la sentencia de muerte de dos jóvenes, entre los que incluso podría estar ella misma.
Escuchó el discurso sin prestar demasiada atención, jugando con el polvo acumulado a sus pies, haciendo siluetas en el suelo. Era la misma historia asquerosa de siempre. Sin embargo, alzó la mirada del suelo cuando el representante del capitolio estaba a punto de nombrar a los elegidos. Sabía quién tenía muchas papeletas de salir. Llevó la mano izquierda a la pulsesa de cordones que siempre llevaba puesta en la derecha, de mil y un colores. Su madre se la había hecho con retales de vestidos años atrás, decía que era su amuleto de la suerte. Siempre le pedía que su nombre no saliese elegido, pero ese año era distinto. Sus labios comenzaron a moverse a la velocidad de la luz, murmurando en un susurro apenas audible. "Eric no, Eric no, Eric no, Eric no, Eric no". La voz del tipo del capitolio casi pareció una burla cuando dijo el voz alta el mismo nombre. Al mismo tiempo. Los labios de la rubia quedaron paralizados en medio de una frase. Su garganta se cerró de repente. Era su culpa. Buscó su mirada entre la multitud, todavía con la boca entreabierta en una súplica que nadie había escuchado. Eric tembaba, intentando aparentar entereza ante la multitud. Escuchó el sollozo de la señora Airëk, lo que no hizo más que acentuar su culpa. Maldito estilista...
Ni siquiera fue consciente de que alguien la llamara. Necesitó que el silencio invadiera el lugar y que todo el mundo girase sus rostros para buscarlas para darse cuenta de que algo sucedía. Tardó unos instantes en comprender, aturdida todavía y sin separar su mirada horrorizada de la figura de su amigo. Su mano seguía posada en su amuleto de la suerte. Pero no había pedido suerte para ella... y no la había conseguido. Tragó saliva. Más bien lo intentó. Se alisó el vestido. Dio un par de pasos. Y sonrió. Como si le hubiese tocado un billete al país más brillante e ideal del mundo. Esas sonrisas de niña pequeña, ilusionadas y alegres. Más falsa que un estilista amable. Tan irreal como la riqueza del capitolio. Pero ¿qué mas daba? Zelda era así, estúpida incluso en esa situación. Siempre había sabido que si su suerte la abandonaba, moriría. Y siempre había tenído claro que al menos disfrutaría del poco tiempo que le quedaba. Visitaría el capitolio, conocería a los grandes diseñadores, viviría por unso días en su mundo de fantasía.
¿A quién intentaba engañar? A nadie. A sí misma. A la audiencia que la observaba en todo panem. Era su única baza, ser la muñequita colorida e indefensa. Y aunque sabía que no tenía oportunidades, él sí. Y si conseguía ayuda para su distrito, Eric podría ganar y sobrevivir. Su mente maquinaba planes a toda velocidad mientras se reunía con su compañero. Pensaba más en el futuro de él que en el suyo propio, por lo que intentó no mirar a su familia. Mantenía su sonrisa, incluso dio un saltito al llegar al lado de Eric. Parecía tan feliz. Era tan estúpida. Pero tenía que caer bien. Era su culpa que su mejor amigo estuviese ahí, e iba a salvarle la vida - Ganarás - murmuró en voz lo suficientemente alta como para que solamente él la oyese - Lo siento - Y acto seguido, miró fijamente a la cámara que en ese momento la debía estar enfocando en primer plano. Guiñó un ojo e hizo una pequeña reverencia. Como una actriz ante su enfervecido público. Habían empezado los septuagésimocuartos juegos del hambre.Allie L. Freud escribió:La pequeña apenas había dormido.Su madre la había ido a buscar pronto y le habia recogido el pelo con un lazo azul cielo,del mismo color que su vestido mas elegante.Había ido de la mano de Zelda todo el camino.Esperaba lo peor.Allie se agarró a su hermano esperando a que dijeran los nombres.El discurso era largo y aburrido,jamás lo había escuchado.Cuando el vigilante jefe pronunció el nombre del chico,se alegró.,no era su hermano.Eso fué claro,hasta que se dio cuenta de que era Eric.La joven Allie empezo a llorar enterrando la cabeza en el hombro de su hermano,que al ser muy alto la había cojido en brazos.Escucho una voz fría,que podría congelar a cualquiera."Zelda Z. Freud"
Allie bajó de los brazos de su hermano y corrió llorando y gritando como nunca lo había hecho,hasta su prima Zelda,a la que consideraba como su hermana.Corrió como nunca,iba tan veloz que la cinta del cabello se escurrió,y su liso y dorado pelo se ondeó al aire.Sus alegre ojos azules,ya no eran alegres,estaban anegados de lágrimas.A pesar de que muchoos interaron detenerla ella subió a la plataforma y se abrazó a Zelda llorando -Yo iré,no importa.Casi tengo once,yo la sustituiré-dijo mas bajito de lo que le habría gustado hacerlo.Eric K. Airëk escribió:Los momentos en los que las miradas de horror de Zelda y Eric se cruzaron fueron espantosos.Si a Zelda le llevó un rato asimilar que ella era el otro tributo del Distrito 08, a Eric le costó aún más. Se había quedado completamente helado y mientras Zelda avanzaba hasta su lado, el único movimiento que consiguió realizar fue un patético tembleque de la pierna. Los Juegos del Hambre, la única cosa que espantaba a Eric, lo único de lo que no podía pasar. Él era un tributo, iba a ir a la arena y probablemente moriría allí de la manera más cruel y dolorosa que se podía uno imaginar.
Para su sorpresa, Zelda demostró mucha más endereza que él, aunque Eric sabía (después de tantos años conociéndola) que bajo esa sonrisilla de niña buena se ocultaba una persona que estaba horrorizada por ir a los Juegos. Al menos no temblaba como un flan, como le pasaba a Eric en esos momentos. Evitó mirarla a la cara mientras subía hasta donde se encontraba él, simplemente porque no soportaba la situación. Zelda, una de sus mejores amigas, y él. Tributos. Sólo uno podía salir vivo, y si puede. Aprovecho que las cámaras están fijas en Zelda para intentar relajar la cara y no quedar como un enclenque delante de todo Panem. En verdad no era ningún enclenque, pero en esos momentos sí que lo parecía. Se acordó de Jude, la que antes le había asegurado de que de ninguna manera iban a ir juntos ninguno del trío. Qué genial, se imaginaba a Jude en esos momentos, viéndonos por el televisor, conmocionada y acongojada.
Escuchó lo que le acababa de susurrar Zelda y negó con la cabeza de una manera casi imperceptible. Intentó mirar al frente, al resto de compañeros de Distrito o a las cámaras, pero no a Zelda. Vio cómo Allie corría hasta su amiga e insistía en presentarse como voluntaria. Eric no se movió del sitio, enseguida Rhuran o la misma Zelda la apartarían del lugar porque no tenía la edad para presentarse como voluntaria. Sin embargo, ese gesto sí que le habría hecho que se le encogiera el corazón a todo Panem, Eric incluido.
A pesar de que el tiempo parecía haberse detenido para él, el protocolo debía continuar y sólo cuando Rhuran mandó que los dos tributos debían de darse la mano se atrevió a girarse y mirar a Zelda a los ojos. -No digas tonterías.- Murmuró en bajo, en respuesta a lo que le había dicho anteriormente. Seguidamente, estiró la mano, ya más firme, para que Zelda pudiera estrecharla. Sin embargo, en esos momentos de lo que tenía ganas era de espachurrar a su amiga como si no hubiese mañana y de demostrarla por última vez todo lo que la quería. Pero no. Tenía que conformarse con tocarla la mano. Protocolo del Capitolio.Zelda Z. Freud escribió:La aparente entereza de Zelda amenazó seriamente con derrumbarse cuando una figura menuda, muy similar a la suya, echó a correr hacia el lugar donde Eric y ella se hayaban reunidos con los representantes del capitolio. Los ojos llorrosos de Allie desataron en la elegida un cúmulo de emociones que hasta el momento había logrado retener. Se agachó para rodear con sus brazos el cuerpo casi escuálido de su prima, mientras una lágrima cristalina resbalaba por su propia mejilla. Por ese mismo motivo no había querido mirar a ningún miembro de su familia. Podía aguantar su dolor, su miedo, pero no podía con el de todos ellos.
- Shhh, no digas tonterías - susurró al oído de la pequeña, apretándola con fuerza contra sí misma. Suponía que sus palabras no serían tomadas en serio, puesto que no tenía la edad necesaria para participar como tributo, pero no quería arriesgarse. Sentía algo parecido a un vacío absorbente en algún lugar de su estómago, agrandándose cada vez más con los sollozos de la pequeña - Ve con tus padres y con los tíos, o la gente mala del capitolio nos castigará - añadió, intentando apartar a su prima del enfoque de las cámaras. No quería que la pequeña atrajese la atención de nadie, no quería ponerla en peligro por cualquier estúpido motivo.
Se puso en pie, aunque tomando de la mano a la pequeña, cuando llegó el momento de saludar a su compañero de distrito. Seguía sin poder asumir que Eric estaba ahí, condenado a una muerte casi segura por su estúpida culpa. Las normas del capitolio le daban igual. Todavía sin liberar la mano de su prima, quien a pesar de que no debería estar allí resultaba un gran apoyo para ella, se lanzó sobre su amigo para abrazarlo. Por lo que a ella respectaba, el protocolo podía irse a la mierda. Enterró la cara en el hombro de su amigo, ahora sí llorando a mares. En ese momento, por increíble que pudiera parecer, odiaba al mundo entero.Eric K. Airëk escribió:Como él se imaginaba, fue la misma Zelda la que intentó apartar a Allie y ponerla en un sitio a salvo de las cámaras, aunque todos sabían que la pequeña no se había librado de un bonito primer plano. Intentó cruzar la mirada con la pequeña Allie, y en el momento en que lo consiguió no dudó en guiñarla un ojo, para transmitirla que todo estaba bien, todo iba a ir bien y no tendría que preocuparse. El tembleque de la pierna quizá le quitaba un poco de credibilidad al asunto, pero no importa.
El estado de nervios en el que se encontraba Eric en aquel momento hizo que se tambalease ligeramente cuando Zelda se abalanzó sobre él para abrazarlo, y casi perdió el equilibrio. Logró enderezarse, sin embargo, y no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando sintió el abrazo de Zelda. En el fondo, acababa de demostrar que la chica era más valiente que él, más rebelde, y se atrevía a enviar el protocolo del Capitolio a freir espárragos. Durante unos instantes se sintió reconfortado por el abrazo de su amiga, y se sintió un poco mejor por dentro, pero la respiración entrecortada y el bombardeo en el pecho volvió cuando se dio cuenta de todo lo que lloraba Zelda, con su cabecita enterrada en el hombro de su amigo. Sabía que no iba a aguantar mucho más con la sonrisilla de niña buena, las emociones tenían que aflorar al fin y al cabo.
-Vamos, llegó el momento de ser fuerte, eh. - Animó a Zelda, en un susurro, sin despegarse de ella. El tembleque con el que cargaba Eric no era especialmente fuerte, pero aún no había derramado ni una sóla lágrima. No por el Capitolio. El himno de Panem comenzó a sonar con un estruendo y devolvió al chico a la realidad. En ese momento, el abrazo de Zelda y Eric se estaría viendo por miles de personas de todo Panem, en enormes pantallas en las plazas de los pueblos o en las casas de la gente del Capitolio, probablemente contentos porque si dos personas se conocen ya antes de entrar, matarse entre ellas es mucho más interesante, ¿verdad? En la cosecha rara vez se daban abrazos los tributos, y era normal porque en el distrito había miles y miles de chicos y chicas en edad de ser escogidos y lo normal era que no conocieses a tu compañero tributo. Toda la gente del distrito 08 mantuvo silencio, nadie dio una mísera palmada, en señal de desaprobación porque seguía sin gustarle lo que el Capitolio hacía. -Y ahora, ¿qué? - Preguntó en bajo a Zelda, separándose unos centímetros pero sin soltarla. Siempre que había visto la cosecha por la tele, después de que ambos tributos se saludasen, la pantalla se fundía en un negro con el sello del Capitolio. El momento le nublaba tanto la mente que no se acordaba ni del protocolo. Ahora, ¿qué tenían que hacer? ¿Despedirse de sus familias?Zelda Z. Freud escribió:No había mucho más que hacer ahí, delante de la multitud que los observaba con diferentes expresiones en el rostro. Desde la preocupación al alivio, pasando por la pena o la compasión. Pobres, iban a morir. Pero al menos no eran ellos, ni sus hijos, ni sus hermanos, ni sus amigos, ni sus primos. Zelda no podía evitar seguir llorando, escondiendo el rostro en la camiseta de su amigo, sin importarle si la manchaba. ¿Qué mas daba? Ella no quería morir. De hecho, probablemente fuese una de las personas del distrito con más ilusión por seguir viviendo. Pero eso no servía para absolutamente nada.
- Seremos fuertes - susurró, levantando la cabeza de su hombro para esbozar una casi imperceptible sonrisa aderezada con el sabor amargo de las lágrimas. Cogió la mano de su amigo para enfrentarse a los pocos segundos de televisión que les quedaban, antes de que las cámaras dejasen de grabarlos. Ahora tocaba despedirse de las familias en el interior del edificio de justicia.
El desfile de llantos y despedidas fue horrendo, más una tortura que cualquier otra cosa. Era insoportable ver cómo todos aquellos a quienes querían se encontraban ahí, abrazándote entre sollozos. Pero lo peor era que, por mucho que hiciese fuerza, Zelda no asimilaba que fuese la última vez que los iba a ver. Su madre, su padre, sus hermanos. Sus primos, todos los amigos que tenía en el distrito. Siempre había sido una niña llena de vitalidad, alguien a quien todo el mundo adoraba, y decenas de personas se colaron en la estancia para despedirse de ella. Porque todos sabían que si había alguien que no tenía posibilidades de ganar, era ella. Ella, que siempre había sido incapaz de matar nada, ni siquiera un diminuto insecto.
Evitó mirar a Eric mientras se despedía de sus familias, pero sí se acercó a despedirse de los padres del que siempre había sido su mejor amigo - Señores Airëk - susurró, con los surcos de las lágrimas todavía haciendo brillar sus mejillas - Cuidaré de él - fue lo único que consiguió decirle a esas personas que, al igual que su propia familia, acababan de entrar en una pesadilla interminable. Era curioso como ella, pequeña e insignificante, parecía tan empeñada en cuidar de todo el mundo. Pero Zelda era así, y si no tenía oportunidades de sobrevivir, ayudaría a los demás.Eric K. Airëk escribió:Eric asintió con la cabeza firmemente cuando le dijo que iban a ser fuertes. Sí, fuertes desde luego iban a ser, todos los tributos se hacían fuertes a la fuerza, pero lo que de verdad importaba era si iban a ser lo suficientemente hábiles como para salir de la arena. Estuvo agarrado de la mano de Zelda hasta que vio que se apagase el botoncito rojo de las cámaras, que indicaban que se estaba grabando. Se sintió un poco más aliviado porque ya no estaba siendo visto por todo Panem, aunque sus piernas se empeñaban en seguir temblando y el corazón aún golpeaba con fuerza.
La gente del Capitolio no se lo pensó dos veces, no querían perder tiempo ni que la gente viera lo unidos que estaban los dos tributos del Distrito 08, así que rápidamente decidieron recordar el protocolo a Eric agarrándolo de los brazos para conducirlo a una sala del edificio de Justicia. El chico aprovechó el momento para despedirse de Allie con un gesto de la mano y una sonrisa más falsa que un billete de 15. Ya estaba separado de Zelda, y no la volvería a ver hasta que se encontraran en el tren. Ahora probablemente tenía la peor parte antes de que empezasen los Juegos: las despedidas. Era duro decir a alguien adiós cuando sabes que va a ser más bien un "hasta nunca". Bueno, un "hasta siempre" quedaba mucho más optimista.
Los primeros que fueron a despedirse fueron obviamente sus padres, los dos llorando pero intentando que no me emocionase. Eric se despidió con calurosos abrazos de ambos y unas cuantas palabras de despedida, aunque ninguno de los 3 sabían bien qué decir. La situación era tan violenta que te dejaba sin palabras. Su madre le dio un pañuelito que ella misma había tejido. Era blanquecino, con unos estilosos bordes y un moderno bordado que rezaba: "Eric". Éste se lo amarró alrededor del cuello con una sonrisa agradecida, y murmuró unas palabras de gratitud. Tras recordarse mutuamente todo lo que se querían, se iban a echar de menos y que nunca se olvidarían, la gente del Capitolio los sacó de la sala para meter a los padres de Zelda. Intercambió unas palabras amables, de ánimo y de afecto con ellos. Seguidamente, entraron algunos de sus vecinos, compañeros de colegio y gente con la que trabajaba en la fábrica, aunque a quien de verdad querría ver en ese momento es a Jude, para darla una despedida tan calurosa como la de sus padres. Pero éso era imposible, Jude estaba en otro Distrito, lo máximo que podría hacer era saludarla cuando estuviera con cámaras, aunquelo más probable es que lo editen y lo corten. Siempre lo hacen.
Una vez hubo transcurrido el tiempo de despedidas, los agentes del Capitolio los condujeron hasta el tren que los llevaría al Centro de Entrenamiento, y metieron tanto a Zelda como a Eric a un vagón que llevaba marcado el número 08. Segundos después, las puertas del vagón se cerraron y el tren se puso en marcha.
Eric K. Airëk- PRISIONERO. CAPITOLIO.
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Mar 05 Jul 2022, 03:23 por Ariadne Rusrtenber
» Holiiiz...Nueva tributo aqui :D
Dom 23 Ago 2015, 23:37 por Proinnteach Munro
» Deion Schnitzler
Dom 23 Ago 2015, 23:33 por Proinnteach Munro
» Klaha Razz.
Dom 23 Ago 2015, 23:33 por Proinnteach Munro
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Dom 23 Ago 2015, 23:30 por Proinnteach Munro
» Jessica L. Pinaud [incompleta]
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Lun 24 Nov 2014, 13:36 por Gabriella-Phantomhive
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Sáb 04 Oct 2014, 04:14 por chicoaeseg15
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Sáb 26 Jul 2014, 06:42 por Helle Ehle
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Sáb 26 Jul 2014, 05:50 por Helle Ehle
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Sáb 26 Jul 2014, 05:48 por Helle Ehle
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Jue 15 Mayo 2014, 06:12 por Marly