Holly J. Armstrong

Describir a alguien jamás fue tan complicado como describir a la dulce pero luchadora Holly. Desde pequeña siempre ha tenido esos rasgos aniñados que la caracterizan, quizás por eso su sonrisa parezca la de un ángel. No es extraño verla rodeada de niños pequeños, adora estar entre los más jóvenes y poder ayudar de algo a esas madres que luchan cada día por el pan de sus pequeños. Es bastante familiar en ese sentido, aunque con su propia familia a veces necesita un respiro y siente la necesidad de irse a caminar durante dos horas o seis. Adora a su padre, quiere que sea feliz, pero ella no termina de encontrar su hogar en el distrito tres. No termina de ser ella misma.
Jamás ha tenido una amistad, su círculo más cercano son los preciosos perros abandonados a los que cuida cada día. Puede llegar a tener una conversación más interesante con ellos que con cualquier otro joven del distrito, aunque su padre le incite a relacionarse con personas que hablen su idioma. Digamos que jamás ha sido muy extrovertida, de hecho le gusta mucho más la soledad y el silencio que el absurdo gentío que se forma a veces en el distrito tres. Por supuesto, a la hora de cazar se convierte en otra persona completamente diferente. Es fuerte, rápida y sus movimientos siempre son acertados. Se mueve como un rayo y maneja la espada como una auténtica pirata. Además se le da bien escaparse por lugares que ni siquiera lograrás imaginar.
Cuando realmente le importa una persona lo dejaría todo por ayudarla, por apoyarla, por estar a su lado en cualquier momento. Es muy leal y fiel en ese sentido, jamás dejaría a un amigo solo por su bienestar, ella antepone siempre a los demás antes que a ella misma, de ese modo se siente más feliz.
El amor es un gran desconocido para la pelirroja, que lo más parecido que ha tenido a una relación fue cosa de un día con su primo. Lo único que podría hacer realmente feliz a Holly sería tener algo como lo que tuvieron sus padres, aunque sabe que es algo casi imposible, puesto que no está dispuesta a sufrir por amor. Quiere ser libre toda su vida y ser libre supone no atarse a nadie que pueda hacerte daño en un momento dado.

Mírala. Mírala bien porque pocas veces te encontrarás con esa inocente cara de niña buena, de no haber roto un solo plato en su vida. Su piel lisa y perfecta podría ser envidiada, carece de imperfecciones o rojeces que pudieran estropear esa dulzura. Probablemente no sea la chica más alta de su edad, de hecho lo más seguro es que sea algo baja, pero está contenta con su cuerpo, aunque tampoco es algo a lo que le preste mucha atención. Posee un cuerpo perfecto, con sus curvas pero sin llegar a ser tan exuberante como algunas mujeres de su distrito. Es pálida, no blanca, sino quizás demasiado pálida.
Es extraño, pues no se puede decir que la pelirroja pase días en casa, no obstante ese toque le hace parecer una muñeca. Tiene el cabello rojizo-anaranjado, lacio por naturaleza y normalmente lo suele lleva a la altura del pecho, para evitar molestias mientras caza algo de comida. Sus ojos son grandes y cristalinos, grandes y claros. Puede expresar cualquier sentimiento con su mirada, un don heredado de su fallecida madre. Tiene unas largas pestañas, gruesas y adornadas por unas cejas perfectamente depiladas en todo momento. Además sigue teniendo facciones de niña, lo cual podría llegar a confundir a su presa o a cualquier otra persona de sus intenciones. Despierta dulzura con cada movimiento femenino, suele tener un andar elegante pero a la vez despreocupado, femenino pero sin exagerar. Se podría decir que realmente es casi como una muñeca.

Erase una vez, hace exactamente diecisiete años, nació una hermosa niña en una pequeña pero amorosa familia, tanto que casi resultaba ser la familia perfecta. Nadie esperaba por ese entonces que su felicidad se viera frustrada, que aquella perfección fuera destruida de la forma más cruel posible. Jamie, madre de Holly, había visto a cada uno de sus hermanos acudir a Los Juegos del Hambre, observando con terror como cada uno moría a manos de otros. Quizás por eso siempre fue tan protectora con su pequeña pelirroja, ella no quería que pasara lo mismo. Holly era hija única, así que también resultaba ser una chica ‘’mimada’’. Sí, entre comillas, la familia del Distrito tres tenía que luchar con garras si querían comer al día siguiente, la pobreza se apoderaba de Panem poco a poco, menos del capitolio, claro. Pero todo aquello no importaba, estaban juntos, eran una gran familia.
Cinco años después del nacimiento de la pequeña, se enteraron de que ésta sufría de asma, lo cual la convertía en un punto débil en aquel mundo. Jamie y su marido, se vieron obligados a luchar cada día por conseguir sus medicinas y comida, algo difícil en el distrito tres por mucha tecnología que haya, sigue sin haber el dinero suficiente. A Jamie le daba igual robar por su hija, ella necesitaba que viviera, pero empezó a descuidarse, a dejar de comer hasta que cayó enferma. No temía a la muerte, sabía que Holly era lo suficientemente madura como para enfrentarse a aquel mundo de fieras, pero también sabía que su hija se quedaría desolada, sintiéndose culpable por algo que ella no provocó. Escasos meses después Jamie falleció y Valentine, el padre de Holly, decidió mudarse con su hija a otra casa para evitar recuerdos que los haría más infelices. Poco a poco el tiempo fue pasando y aquella debilucha niña asmática se convirtió en una mujer de armas tomar, en una chica fuerte, que sobrevive cada día por luchar, porque jamás dejaría aquella batalla que empezó su madre. Valentine volvió a tener pareja, una mujer que además tenía una hija de su edad más o menos. Aquello a Holly no parecía hacerle mucha gracia, pero la felicidad de su padre estaba por encima de cualquier celo que ella pudiera llegar a tener. Poco después esa mujer se quedó embarazada y Holly se vio obligada a tomar las riendas de la familia, teniendo que alimentar a todos cada día para poder salir adelante. Hoy en día sigue teniendo el papel que dejó su madre al morir, sigue siendo esa chica luchadora con esa fuerza que la caracteriza, pero con diecisiete años hoy tiene más posibilidades que nunca de que su nombre salga en la cosecha, de tener que enfrentarse a los juegos del hambre y al espectáculo que éste significa, de tener que morir a manos de otros o matar con sus propias manos.