Ficha de Ailann

Desde pequeña, Ailann ha sido una niña reservada y callada. Algunos incluso llegaban a decir que ella no podía hablar. De hecho, ella solo intercambia palabras con la gente que le demuestra ser buena persona o que la hace sonreír. Ailann sonrie con facilidad, pero hay muchos tipos de risa, y una persona que le haga pasar un buen rato se merece toda la atención de ella.

Es una chica sincera, casi nunca miente, porque cuando lo hace se siente mal, se pone a temblar o se queda sin palabras. En cambio, cuando dice la verdad, no soporta que le lleven la contraria, esa es la única ocasión en que la tímida y reservada Ailann puede ponerse a gritar y a decir cuatro verdades a la cara.

Ailann es una chica de estatura media, en edad de crecimiento. Tiene el pelo largo y es una niña de pelo claro, rubia. Sus ojos son azules claro, del color del mar. Nunca lleva un mismo peinado, aunque en general se deja el pelo suelto. Es una chica delgada. Le gusta vestir principalmente con vestidos, aunque tiene muy poca variedad.

Los padres de Ailannn eran de la clase baja del distrito. A pesar de ser hija única, siempre han tenido una comida muy restringida, llegando a días que solo podía comer una vez, o incluso quedarse sin comer para tener el día siguiente. Hacer sacrificios nunca fue difícil para ella, porque estaba feliz con la compañía de sus padres. A los tres años, sus padres consiguieron un trabajo en la fábrica, pero un pequeño accidente en la vuelta a casa causó la muerte de estos. La custodia de la pequeña pasó a manos de su familia más cercana, la hermana de su madre, quien vivía sola, se había casado joven pero la cosa no terminó bien entre ellos.
Su tía solo ganaba dinero para ella misma, así que las raciones de comida volvían a ser muy limitadas. A la mujer no le importaba hacer sacrificios por la niña, pero esos a veces eran demasiado duras incluso par aun adulto.
A los 8 años comenzó a aprender a sembrar y cosechar comida, su única familia se ocupaba de conseguir el dinero a cambio de lo que habían cultivado. Cada año, para la fecha de los juegos del hambre, los miraba acurrucada en un rincón del sofá, asustada, pensando en cómo sería ir a jugar allí, en que perdería enseguida.
Al cumplir los 11, la inseguridad cada vez se apoderaba más de ella. Solo faltaba un año para que su nombre pudiera salir por primera vez cómo tributo en los juegos del hambre y no se sentía preparada para afrontar semejante hecho. A pesar de todo, iba a pasar el último año intentando disfrutar de todo lo más posible, y seguir el día a día ayudando a su cuidadora a tener comida en casa, aprender en el colegio y crecer en el distrito 9.