Savannah D. Vyskhali

A primera vista, puede parecer una rubia oxigenada, superficial, fría, distante, superior, etcétera. Pero a la segunda vista, pues sigue siendo eso mismo, pero sin oxigenación. Savannah es una chica muy reservada en cuanto a su propia vida, tiene su muro de hielo inquebrantable puesto delante para prevenir cualquier ataque externo; es decir, la vida privada es eso, privada y solo la comparte con gente muy específica, y siempre después de mucho tiempo. La confianza lo es todo y la suya es muy difícil de ganar.

Aún así, esto no significa que sea asocial o con síndrome de Asperger, todo lo contrario. Aunque odie compartir su vida privada, considera fascinante la del resto, así se puede sentir superior cuando la del resto es una mierda. Por lo tanto puede parecer muchas veces la simpatía personificada, abierta y divertida, pero sin arcoiris ni mariconadas por el estilo. Es de esas personas que le gusta conocer a todo el mundo, pero sobre todo, que la conozcan todos; una necesidad de que sea una pequeña divinidad idolatrada.

Tampoco os engañéis con esta faceta, es una mala pécora a la que no le importa mas que ciertas personas contadas. Y esta es la verdadera Savannah: borde, irónica y sarcástica (nunca, nunca, nunca la tomes en serio, excepto si está cabreada), burlona, vacilona y un poco repelente a veces. Es difícil de sobrellevarla, nunca sabes como va a estar ni por qué tangente te va a salir, tan pronto puede estar de una manera, como suelta al basilisco interior que retiene. Es una bomba de relojería, pero nunca sabes cuando va a estallar.

Y si estalla, pobre tú. Su cabreo es monumental, se vuelve muy violenta y grita mucho, da miedo. Lo mejor de todo, es que suele pasar a menudo: haz las cosas como ella quiere y haz todo lo posible para que todo salga como a ella le plazca, o sino... bueno, corre.

No se preocupa realmente por muchas cosas y practicamente por nadie, solo unos pocos privilegiados que consiguen ver un atisbo de cariño, preocupación y empatía, tampoco sin pasarse. Además, aunque esté encerrada en su torre de marfil de divinidad y aislamiento del mundo, es un poco rebelde; tampoco es que odie al Capitolio, solo a sus gobernantes que son los que mueven los hilos de los pobres muñecos maleable, la injusticia y el asco que atraen a los Distritos y los Juegos del Hambre. Siempre que haya una causa, ahí estará la primera.

GUSTOS. Cotillear, fuego y electricidad, tabaco-alcohol-rock'n'roll, hombres.
ODIOS. Gente desaliñada, bichos, aburrimiento.

Siendo modestos, podemos definir a Savannah como una diosa griega directa para su deleite visual en el Distrito Cinco. Y sin tanta modestia, es una chica alta, pero no jirafa, lo suficiente como para que cuando te pones taconazos no le saques una cabeza al tío más alto; delgada, pero con curvas y prominentes atributos delanteros, pero atlética ya que el distrito obliga a hacer ejercicio.

Rubia natural, suele llevar una melena larga a la que cuida con mucho mimo, como si fuese su propio hijo, hondulado de forma natural, aunque se lo puedes ver de mil maneras, le encanta experimentar. Ojos verdes y labios siempre pintados de rojo (o colores oscuros), como buena chica mala que es. Es reconocida como la chica de las largas piernas. Y el resto de cosas, pues entran dentro de la normalidad.

Viste siempre de punta en blanco, ya que su "trabajo" se lo "exige" y a pesar de eso que vive en un Distrito cutre. Una chica como ella siempre debe mantener los modales. Ama los taconazos, que acentúan aún más sus largas piernas, de todos los tipos y colores, rara vez la verás en zapato plano, casi prefiere ir descalza. Adopta algunas modas del Capitolio, pero sin las extravaganzas de colorines y plumas de estos, pero siempre irá sexy y atrevida, que cuando pase, se le queden todos mirando, sino, no es feliz.

Su familia es de las más acaudaladas, o la más ricachona del distrito: es el dueño de una de las refinerías más grandes, que más producen y que más distribuye. Es de herencia familiar, todos los hombres del linaje se han dedicado al negocio familiar, y las mujeres se casaban con otros hombres poderosos del Distrito o de otros para ampliar su poder a otras zonas. Se cachean con el Ayuntamiento, y por tanto, con el Capitolio ya que estos dependen de la refinería Vyskhali.

Su madre en cambio, aunque en su distrito eran de los poderosos, no dejaba de ser un distrito austero; su familia poseía una mina de las otras tantas que existen. Para su madre, casarse con su padre fue un gran ascenso social que le permitió salir de ese distrito minero. Y aunque todo parezca de color de rosa, no lo es: su padre se encaprichó de su madre debido a su belleza, rubia y guapísima como Savannah, y no paró hasta que la consiguió, pero esto no era correspondido, ella estaba enamorada de un joven minero de la más baja clase, sin futuro. Fue obligada a casarse y mudarse al distrito 5, y aunque dicen que del roce hace al cariño, se equivocan. Estaban casados, pero no juntos.

Savannah nació en un ambiente de padres separados, pero por apariencias, parecían la pareja perfecta. Su padre se desvivía por el trabajo y apenas pisaba la casa, ni mucho decir cuidar a su queridita hija, pero siempre fue duro con ella y nunca le pasó nada por alto; su madre estaba demasiado ocupada con su vida social y sus muchos amantes (mantenerlos quita mucho tiempo), y el tiempo que tenía para su hija se dedicaba a decirle todo lo que hacía mal y prepararla para "su futuro social" como si estuviesen en el siglo XIX. Creció con una niñera, que hacía funciones de madre o lo intentaba mientras duraba, era una niña difícil que siempre se metía en problemas y haría todo lo posible por llevarle la contraria al mundo. No sentía cariño por sus padres, así que trasladaba su odio y represión hacia todo lo que pillaba.

Aún así, en el colegio se le daba todo absolutamente bien y no le costaba esfuerzo ninguno, podía combinar su vaguería con mantener a su padre orgulloso de que su niña fuese la mejor de la clase. Algo que se mantuvo durante todo el instituto, se creía superdotada (o quizás lo era) y nunca se dejó influenciar por las malas compañías con las que se juntó en su adolescencia. Eso sí, la influenciaron en su rebeldía contra el conformismo y lo preestablecido, empezó a odiar al Capitolio y a rebelarse contra las injusticias diarias. Todo esta nueva era de Savannah le dio (y le sigue dando) miles de disgustos a sus padres, que cuanto más la intentaban meter por buena vereda, más se descarrilaba. Ya sabes, el Carpe Diem de todos los tributos.

Una vez pasada la edad de tributaje intacta, la madurez ha llegado a la vida de Savannah... o más bien no.