Shein-Lee Kingjay Ju.

Distrito O3, mañanita del 24 de febrero. Ligeras gotas de lluvia resbalaban por la ventana correspondiente a la habitación número cuatro del modesto hospital, donde una mujer de rasgos asiáticos se esforzaba por dar a luz a dos maravillosos críos. Allí también se encontraban la pareja de la futura madre y el padre de ésta, un viejo con barbas blancas que no se molesta en lavarse a menudo. El amanecer vislumbraba el cuarto cegando a los presentes y Sakkura, después de sufrir dolores indescriptibles y ver las puertas de una posible muerte, dos niñitos, varón y mujer, hacían acto de presencia en la sala provocando la alegría de todos, incluso del cascarrabias del ya abuelo. Los nombraron como Shein-Lee al niño problemático que había dado problemas dentro del útero, denominado igual que su padre, y como Soo-Joo a la dulce niñita de apariencia frágil.  Estas criaturas de la naturaleza son algo peculiares respecto a las demás personas asiáticas, aunque en el distrito 03 escaseen en gran medida: ¿por qué? Sakkura tenía raíces coreanas y, en cambio, Shein-Lee Padre se caracterizaba por ser más achinado; por tanto los bebés mezclan las dos culturas y rasgos, aunque ya con temprana edad se observa que el varón, quien nos importa verdaderamente en esta historia, es idéntico a su padre, pero sin embargo en lo que se refiere a la personalidad son distintos de forma radical.

Los mellizos se criaron en el seno de una familia sin problemas económicos, todo una alegría y satisfacción. Tardaron años en descubrir cómo se las ingeniaban sus familiares para llevar grandes cantidades al hogar, mas no les afecta el descubrimiento, ya que sería estúpido quejarse de la riqueza agria en Panem. En fin, el progenitor de los niños trabajaba en la industria eléctrica y tecnológica casi todos los días. Muchas veces llegaba a casa con multitud de aparatos nuevos y extraños para Shein-Lee Hijo, igualitos a los del Capitolio; cuando le dejaba tocarlos, no dudaba en jugar con ellos, ¿qué otra cosa haría un renacuajo de solamente siete años? Pero un día su padre no llegó a casa y su madre tampoco estaba ordenando la casa, su trabajo, cuando volvía del colegio junto a su hermana. Su abuelo, un anciano casi inmortal y con los ojos más cerrados de lo normal (también trabajador en la fábrica), les cogió de la mano y los llevó corriendo hacia el centro de la ciudad. Fueron momentos de histeria y confusión, Shein, al no saber qué ocurría, se dedicaba a ir saltando charcos en el camino y a retrasar aún más la llegada. En la Plaza todo eran gritos y abucheos y miradas penetrantes. El abuelo, sin soltar las manos de sus nietos y ondeando la barba, observaba sin pestañear los acontecimientos. Los niños preguntaban qué pasaba y no recibían respuesta, tan sólo unas miradas de asco de los demás distritorianos. De repente un silencio inundó el área y Shein aprovechó para apartar piernas delanteras debido a su baja estatura. Se oyó un grito y ambos críos reconocieron la voz: su madre. ‘’¡Abuelo! ¿QUÉ PASA?’’ preguntaron al unísono. Un disparo calló las voces de los asiáticos y los pájaros huyeron en dirección contraria. La gente empezó a irse y los niños pudieron avanzar como es debido, sin obstáculos. El abuelo se echó las manos a la cara y ahogó un sollozo que pese a los esfuerzos se percibió. Un cuerpo sangrante de una mujer con rasgos coreanos estaba tirado en el suelo, abandonado como la basura. Más a la derecha la cosa empeora, hombres colgados sobre horcas y con las cabezas colgando; en el medio, el padre de ellos. Reconocieron a absolutamente todos, eran amigos de su padre con los que frecuentaba a menudo, quizás demasiado. Shein tardó en darse cuenta de lo que ocurría, al contrario de su hermana. Solo les queda una persona, una figura a la que semejarse, un nuevo padre: su abuelo. De camino a casa el viejo les explicó todo lo ocurrido, aunque le doliese. Resulta que su progenitor era un conocido mangante en la fábrica, de ahí los regalos y la riqueza. El Capitolio y los jefes de la fábrica estaba cansado de que desapareciesen cosas porque sí e inició una búsqueda, que por mala suerte dio resultado. Días después, en aquella horrible fecha, fueron sacrificados delante de todos y Sakkura, ya muerta de pena, se abalanzó a los Agentes de la Paz… y recibió un disparo en el hombro, acompañado de otro en el estómago.

Nadie apostaría por una familia con tan mala fama y encima de tan solo tres personas, pues por extraño que parezca avanzaron, con una riqueza algo inferior a la de antes pero sin problemas gravísimos. En la actualidad Shein es un trabajador de la fábrica burlesco y vago, que no mejora la posición social de los Kingjay Ju; pero que sí llega a casa con una cantidad de dinero aceptable. Su abuelo antes trabajaba allí también, pero lo dejó porque ya no encontraba la suficiente confianza en sus compañeros y tenía la inquietud de continuar robando, sí, él también lo hacía más discretamente; un año después de su jubilación, sacó a los niños de la escuela con tan solo 10 años para iniciarlos en el arte y cultura de armamento y lucha coreana. Este hombre es de ese mínimo de distritorianos que disfruta viendo los Juegos, ama las muertes y la sangre es su mejor amiga; aunque si ella recae cerca de su hábitat varía la opinión. Sádico, así se define, e intenta inspirar este sentimiento en sus nietos, que parece haberlo conseguido. Todavía continúan con sus entrenamientos que compaginan con sus respectivos trabajos, el anciano les instruye con armas en el pequeño patio trasero de su casa de una planta, todo ello lo aprendió de su abuelo (tatarabuelo de los niños) que conocía el arte ninja. Utilizan sables, chigrikis y multitud de armamentos peculiares, su abuelo se enorgullece de sus descendientes dado los buenos resultados, incluso a Shein, un blandengue, se le empiezan a marcar los músculos. Hay algo que les inquieta. Están decepcionados por el aburrimiento que supusieron los anteriores Juegos del Hambre y ahora se encuentran trazando un plan perfecto, guiado por su abuelo, que si hay suerte les llevará a la fama. Solo falta esperar pacientemente, cosa de la que el chinito-coreano carece… a los 80º Juegos del Hambre.

Muchachito que no se calla ni debajo del agua, la que bajo ninguna circunstancia pisará. Nada amable, egoísta y vago en exceso, nunca cumple lo que promete a no ser que te quiera con locura. Desconfía de todos ya que lo hace de él mismo, incluso en ocasiones de sus familiares; nada leal a los suyos si se encuentra en peligro y quiere salvar su pellejo, aunque pueda hacer excepciones. Esconde un lado sádico heredado de su abuelo que no duda en dar a la luz si alguna amenaza se presenta o si en la televisión se retransmiten los Juegos. No cumple las normas, malas o buenas; ni levantará un dedo para ayudar a alguien que no le da una buena impresión. Jamás suele ser serio o borde, sino que se caracteriza por ser una persona burlesca y pasota, pero con un lado amigable en el fondo.

La peculiaridad de este chico es sin duda sus cambios de humor repentinos, bueno, quizás no tanto, ya que son voluntarios. Intenta ‘’masculinizarse’’ delante de su abuelo para de alguna forma no decepcionarlo, sabe que en las familias de este tipo no tolerarían otras formas de vida que la tradicional. Tras este máscara falsa, un chico tonto y con memoria de pez se encuentra, eso sí, para resolver problemas es totalmente eficaz dada su inteligencia innata.

Nunca ha salido con chicas porque nunca le han atraído en tal medida, aunque lo fingiese alguna vez. Está confuso en este tema y no conoce su orientación sexual, cosa que no cuenta nadie. Lo que sí sabe es que prefiere deleitarse con imágenes de hombres y no de mujeres, mas quizás se trata de las hormonas aún en su fiesta, el tiempo lo dirá.

Odia el Capitolio por el simple hecho del espectáculo con sus padres, aunque coincide, como toda la pequeña familia, en que los Juegos son una buena idea.

Shein-Lee nunca ha sido ni será un chico de buen parecer a los demás, no es por su aspecto ni por racismo, sino por la mala fama que su familia conlleva. Aproximadamente, mide 1’67 metros, más o menos de la estatura de su hermana; su peso es de 63’5 kilogramos, bajo para ser varón. Posee una tez blanquecina como es obvio, aunque cabe destacar que es más oscura de lo normal a pesar de sus rasgos. Piel suave y tensa, frágil y sin un rasguño. Cabello de tonalidad negro oscuro y tenebroso que en exposición a los rayos de sol puede llegar a confundirse con el pelaje de un lobo dispuesto a atacar, pero con una sonrisa en los labios; liso y ligeramente largo, con un peinado extravagante para su distrito y con unos reflejos brillantes. Sus facciones son suaves y ejem ejem asiáticas, de mandíbula redondeada.

Sus ojos  siempre han sido negros como su pelo con una ligera mezcla grisácea; su profunda mirada hace simular a los que lo observan que se encuentran en peligro, sin embargo que no deben preocuparse por lo que vaya a ocurrir. Y si nos centramos en la sonrisa, es de esas que hacen dudar a cualquiera de su fiabilidad, pilla y con algo oculto entre sus labios.

Shein es un chico muy delgado, aunque con el tiempo mejora su forma física debido a haber pasado largas horas de entrenamiento con su abuelo en el patio. Siempre ha sido un muchacho esbelto y de gran agilidad en sus movimientos, las raíces son las causantes: los Ju son sigilosos de nacimiento. Su metabolismo rechaza totalmente la idea de aumentar de peso y aunque lo intente jamás lo conseguirá.