Vestidor del distrito 07.

Desde que Sura bajó del tren, un mundo de colores se abrió ante sus ojos. Y el centro de renovación no se quedaba atrás. Nada más entrar por la puerta vió a cientos de personas que corrían de un lado para otro con trajes, pinturas y zapatos. Gritaban y se movían con tanta rapidez que a Sura le parecieron una manada de animales salvajes asustados por un incendio. Avanzó con paso vacilante entre la multitud y fue derecha a su vestidor. Entró y cerró la puerta tras de sí. Eso estaba mejor. En aquella habitación se respiraba más paz que en todo el capitolio entero. Como un trozito de bosque en medio de aquella gran ciudad. Aunque lo único de madera que había de madera eran los armarios... Se sentó en uno de los sillones blancos y esperó. Aún no sabía quién sería su estilista pero tenía una cosa clara: ojalá no fuera como los gritones de fuera... Tampoco vió a Apple por ninguna parte, lo cuál también la preocupó; aún no había podido hablar con él en todo el viaje...

Sura resopló, se levantó y empezó a pasear por la habitación. No la gustaba esperar. No es que fuera impaciente, simplemente se aburría allí sola. Si al menos estuviera con Diana o con Lizzie... Un ruido tras la puerta la hizo volverse. Su estilista entró a la habitación y Sura abrió los ojos de par en par. ¿Era...? ¡Sí, lo era! ¡Era Adele! Sura corrió a abrazarla mientras flashes de su último encuentro surcaban su memoria. Se quedó con uno en concreto, las últimas palabras que le había dicho Adele antes de subir al tren: "algún día te llevaré al Capitolio". Recordó la ilusión que eso le había hecho en un principio, aunque en aquel momento no sentía exactamente ilusión. Aún así, se alegraba de ver una cara conocida por allí. - Hola Adele- dijo sonriendo y apartándose un poco sin dejar de abrazarla- No me dijiste que trabajabas aquí- ladeó la cabeza y la miró con sus grandes ojos castaños- ¿Vas a ponerme guapa?- soltó una risita y se separó. No quería que Adele se enterara de cómo lo estaba pasando. Por una vez, intentaría dejar todo aquel circo de los juegos aparte para intentar disfrutar un poco.

Sura asintió ante la pregunta de Adele. Sentía curiosidad por ver su vestido. Normalmente no llevaba ropa especialmente elegante porque se pasaba el día de rama en rama y corriendo por el bosque. Es más, lo único elegante que había llevado alguna vez, que ella recordase, era aquel vestidito blanco que llevó en la cosecha. Frunció ligeramente los labios; se lo había dejado en el tren. Bueno, quizás podría hablar con el personal de los juegos y pedir que fuese devuelto a la mujer que se lo dejó. Aunque eso tendría que esperar. Se dirigió al armario y esperó intentando ver algo entre las ranuras de la puerta. Abrió la boca de par en par al ver su vestido. ¡Era precioso! Se acercó y acarició las ramas de la fada con cuidado. ¿Serían de verdad? No estaba segura pero, fuesen reales o no, aquel vestido era como un pequeño bosque portátil. Y eso la gustó. - Gracias- se volvió a Adele y la miró ilusionada- ¿Me lo puedo probar?- entonces se fijó en algo que Adele se había sacado del bolsillo. Su pajarito. - Lo sigues teniendo...- dijo sonriendo y acariciándole las alas.

Sura sonrió. Lo sabía, aquel era un vestido-bosque portátil. Con unos zapatos-hoja incorporados. Sura se desvistió y subió los brazos para que Adele pudiera colocarla mejor el vestido. Se lo alisó un poco y se balanceó. Rió al ver que la falda de ramas se movía con ella y empezó a dar vueltas como un pequeño pajarito bailando ballet. Se paró antes de chocar con el espejo y se separó para verse mejor. Ladeó la cabeza; realmente parecía un bosque con piernas. Los tonos verdes del vestido destacaban contra su piel morena, lo que le daba apariencia de arbolito. Sura entreabrió los labios algo preocupada y giró lentamente para verse mejor. Estaba guapa. Pero una cosa era lo que ella creía, que no era mucho porque apenas se había puesto vestidos, y otra muy distinta era lo que cryera la gente. Ella no era de esas chicas a las que les preocupaba el aspecto físico y las apariencias pero, por una vez, se sintió inegura. Puede que normalmente no fuera así, pero allí en los juegos cuanntos más patrocinadores tenías más posibilidades tenías de vivir. Y para conseguir patrocinadores tenías que gustarle a la gente. - ¿Tú crees que les gustaré?- dijo mientras seguía mirándose al espejo.

Sura sonrió abrumada ante el comentario del arbolito y volvió a mirarse en el espejo. Algo había cambiado en el reflejo; seguía apareciendo la misma niña morena de antes, solo que parecía más guapa. Ladeó la cabeza y volvió a sonreír ante el espejo, esta vez más natural. De modo que ese era el truco: sonreír. Entonces lo entendió; no importaba lo que iba a llevar o no, lo verdaderamente importante era cómo era ella, su carácter. Y eso era fácil de mostrar. Cruzó una mirada de complicidad con el espejo y volvió a dar una vuelta despacio. Dejó que Adele arreglara el pelo mirando de vez en cuándo hacia arriba para verla la cara. - Pero que no me pinten mucho ¿eh? Que quiero que se me vea la cara...- se imaginó a sí misma maquillada como iban los capitolianos: labios fucsias, ojos totalmente pintados de azul y ropa extravagante. No la gustó la idea. Le gustaban los colores pero estaba más cómoda con su vestidito-árbol. Al menos su vestido no hacía daño a la vista...

Christian había bajado del tren un poco enojado, recordaba aquel chico con el que había peleado, Christian se enojó aún más al bajar del tren, el Capitolio lo molestaba, "¿por qué son tan gritones?" se preguntaba a sí mismo, Christian no se quería tapar los oídos para no hacerlos sentir mal, pero, aún así le daba rabia.

Christian llegó a su vestidor, Christian se dedicó a buscar algo que fuera de su Distrito, no encontró nada, sólo el mueble de su traje. "Un momento", pensó Christian, "debo ver mi traje". Christian abrió lentamente el mueble, hasta que se abrió por completo, Christian notó su traje, "no está tan mal", pensó Christian, aunque no le gustó, aún así era un poco más distinto a lo típico de su Distrito. Christian esperó a su estilista, cuando ésta llegó le dijo:

- Rápido, ve a darte una ducha y ponte tu traje - le dijo su estilista -

Su estilista se veía alterada, Christian rápidamente se dirigió al baño y se dió una ducha, aunque no la sabía usar muy bien se apuró un poco y wala, todo le había funcionado a la perfección, se dió una ducha rápidamente, cuando terminó se secó rápido y luego de unos minutos salió.

- Toma póntelo, espero que te quede - le dijo -

Christian se lo probó, y todo le funcionó a la perfección, parecía un caballo, pero a la vez un árbol, aunque al principio no le gustaba, al probárselo se dió cuenta de sus detalles.

- Está muy bonito - le dijo Christian a su estilista -

Su estilista y él rápidamente se fueron del lugar y se dirigieron al círculo de la ciudad, donde Christian sabía que sería el desfile de tributos. Christian quería dar una buena impresión.