Vestidor del distrito 04.

por **The Hunger Games** Mar 22 Mayo 2012, 08:36

VESTIDOR DEL DISTRITO 04.
C E N T R O . D E . R E N O V A C I Ó N

Es una sala doble separada por una puerta móvil,
así que sirve para los dos tirbutos del distrito.

por **Dauphine Bándalon** Miér 04 Sep 2013, 08:13

Bajé del tren y todos los tributos caminamos hacia el Edificio de Renovación, entre la multitud capitolina y escoltados por agentes de paz. Al llegar al recibidor de este, nos dirigieron a unas salas donde separadas por cortinas de color azul, nos lavaban y arreglaban para los carros. Tras la preparación, nos dirigieron a Leigh y ami a una sala donde se encontraría nuestra estilista, Snowflake. O eso me habían dicho.

Un separador me alejaba de Leigh, mientras oía una voz más bien aguda que supondría que sería de Snowflake.

- Y este será tú traje para el desfile, querido Leigh.. - dijo Snowflake tras el separador.
Esperé casi desnuda, con una toalla tapándome, sentada en el sofá. Cuando Snowflake apareció, se presentó. Era la típica Capitolina, aunque era rubia y no era demasiado extravagante.

- Yo soy Dauphine, Dauphine Bándalon. - dije ofreciéndole mi mano.
Me tomó la mano y me condujo hacia el armario que teníamos enfrente. Me soltó la mano y lo abrió. Dentro había una especie de traje que parecía un caballito de mar. Seguro que era incomodo y ridículo. Aunque estaba muy bien hecho. Y además era de color amarillo anaranjado, lo odiaba.

Me ayudó a ponerme el traje. No llevaba razón, el traje era comodísimo por dentro, casi ni lo sentía, sentía que iba desnuda. Aunque era complicado para andar. Luego me coloqué un sombrero con ojos y un tubito largo que salía de él. La cabeza del caballito de mar.

Me arregló un poco el pelo y ande por la sala, probandome el traje.

- Estás fabulosa. - dijo Winter, alagandome. - Ya es hora de los carros, querida.

por **Snowflake H. Mözßein** Miér 04 Sep 2013, 11:11

Vestida con un bonito vestido rosa, por encima de las rodillas y con falda princesil, Snowflake llamó antes de entrar al vestidor del distrito cuatro. El equipo de preparación de aquellos tributos, más eficaz que el de la mayoría al ser un distrito alto, ya tenía a ambos chiquillos preparados para que se pusiesen los trajes. Qué gozada. Después de haber estado esperando durante casi quince minutos a que apareciesen los tributos del diez, Snowflake se había hartado y se había ido dejando los trajes encima del diván. Sin embargo, para la hija de la presidenta era mucho más importante atender correctamente a los representantes del distrito pesquero, los cuales tenían que lucir unos trajes mejores, pues siempre conseguían muchos patrocinadores. Una buena relación con ese par implicaba una mejor categoría de Snowflake como diseñadora y acompañante, aunque eso no fuera necesario para la rubia al ser la hija de la presidenta.

- Hola, queridos. Soy Snowflake. - se presentó, sonriendo falsamente, como si fuera humilde y pensara que podían no conocerla. Aunque todo el mundo la conocía en Panem. - Sígueme. - le ordenó, acercándose al armario del chico donde el traje descansaba colgado dentro de una funda negra. La abrió y dejó el traje sobre el sofá de color morado claro. - Éste será tu traje para el desfile, querido Leigh. Espero que te guste. - volvió a sonreír, le guiñó un ojo y esperó a que se sorprendiera.

Modestia a parte, el traje del distrito cuatro le había quedado genial. Muchas horas de trabajo habían terminado en uno de los más originales diseños que jamás habían lucido tributos del distrito cuatro, o de cualquiera, pues se convertían con aquél vestido de alucinante degradado en nada menos que en un caballito de mar. Reconocible por todos y majestuoso, era un traje cómodo y acolchado por dentro cuya única pega era la dificultad para caminar. Snowflake estaba muy orgullosa del resultado y confiaba posicionarse con él en la cima de las votaciones televisivas sobre la calidad de los trajes de esa Septuagésimo Séptima edición de los Juegos del Hambre. ¿Lo conseguiría? Más le valía al mundo. No tenía buen perder y SIEMPRE conseguía lo que se proponía. Sino temblaba el mundo entero.

- Un placer, querida. - le dijo a la chica, que acababa de presentarse, tras traspasar el diván de Leigh y dirigirse a la "salita" o vestidor mínimamente separado en el que la muchacha tendría que cambiarse. Era guapa y luciría bien el traje, aunque, al igual que su compañero, tendría que ponerse una peluca. Que la reconocieran no era precisamente el objetivo de Snowflake: que el conjunto fuera impresionante era más importante que el hecho de que luego relacionaran o no a los del tributos de cuatro con esos trajes de caballitos de mar. - El traje es éste. - Repitió el proceso de sacar el traje, blablabla, y la chiquilla se lo probó. - Estás fabulosa. - la alagó, aunque a ella el traje le habría quedado mil veces mejor.

Un ligero pitido sonó. Era la hora de bajar hacia donde estaban los carros y de que la hija de la presidenta se reuniera de nuevo con los tributos del distrito once para "animarles" antes del desfile. Las ganas de cumplir con su deber no abundaban. - Ya es la hora de las carrozas, querida. - avisó a Dauphine. - Vamos, Leigh. Estáis estupendos. - les animó, convencida de una muy posible victoria por su parte y pensando en cómo le convenía una buena relación con esos chiquillos en el caso de que ganaran. Esperó a que abandonaran la sala poco a poco, pues les costaba andar, y se marchó en otra dirección, taconeando deprisa y tomando un atajo para llegar a las carpas del círculo de la ciudad, donde los tributos se subían a las carrozas, antes que los dos negros a los que debía tutelar.